Taller de día, salón de noche

Semanario
/ 2 marzo 2016

    Se llama El Fandango y es el único lugar en Saltillo donde, entre semana se reparan automóviles y los fines de semana, corazones desbielados

    Le llaman "El Fandango" y es, para más señas, un bodegón que durante el día funciona como taller de afinaciones, frenos y clutch, pero que al caer la noche se transforma en salón de baile.

    Y al baile vamos uno de estos domingos de tardeada a este salón-taller, plantado en el número 944 de la calle Mariano Abasolo, por el rumbo del centro.

    Son casi las 5:00 de la tarde y algunas parejas comienzan a arremolinarse a las puertas de esta bodega, fachada café y crema, cubierta por el frente con una cortina de plástico grabada al centro con el nombre de "El Fandango", y debajo este slogan: "El lugar que nació para bailar".

    Y a bailar, ¿nada más?, es que han venido todas estas parejas y uno que otro solitario o solitaria, jóvenes, no tan jóvenes y adultos en plenitud, por no decir viejos.

    Algunos metidos en sombreros o tejanas, camisa vaquera, chamarra de cuero, pantalón de mezclilla, cintos piteados y botas; otros de "mírame y no me toques", tacuche planchado, corbata, camisa impecable y mocasines.

    Porque bien claro lo advierte el letrero puesto a las afueras del salón y que restringe la entrada "a personas ebrias, con short, pants, pantalones boos, camisa o playera sin mangas".
    El baile no ha comenzado todavía, pero la música de un equipo de sonido cimbra ya toda la bodega y acaso pone a temblar a la calle de Abasolo, varias cuadras a la redonda. Suena una rola de "la internacional" Sonora Dimanita, sí es la de "El cu - cu", "lindo, redondito, suavecito, responsable".

    Uno a uno los bailadores cruzan la entrada del salón y luego la taquilla, listos ya para mover "el bote y la cintura y también los pies", cuatro horas y media, por 60 pesos, al ritmo de un grupo que, anuncia la marquesina, se hacen llamar Kumbia Locos.
    Más allá de la entrada del salón se ve la inmensa bodega ocupada a los extremos por sillas y mesas de plástico, al fondo lucen instalados ya los instrumentos de Kumbia Locos sobre la pista de baile, que entre semana es el área de trabajo de este taller mecánico, de día repleto con herramientas y carros descompuestos, trepados sobre gatos hidráulicos o con la tapa del cofre levantada.

    "Vienen a divertirse cada fin de semana, es como una familia, ya se conoce la gente que viene aquí, generalmente son personas que se han quedado viudos o viudas, o solteros que andan buscando alguna novia o alguna relación con otra persona del sexo opuesto", declara Baltazar Flores Trelles, el propietario de "ElFandango".

    - ¿Cómo nació este lugar?-
    "Hace tiempo que aquí compartíamos el local con otro taller de climas automotrices, el cual se retiró y vimos que era mucho espacio para un taller de clutch y frenos. Desde hace tiempo traíamos la idea de un salón de baile para gente grande....".
    La música del sonido inunda la atmósfera del salón, algunas parejas abren el baile, se mueven ahora al compás de "Pollito con papás" y "si tu quieres, si tú quieres... pos ¡papas!", luego del amigo "Negro José" y después de la Sampuesana.
    "Se encuentra uno gente con gran entusiasmo, la mayoría de los que vienen aquí son de avanzada edad, pero con una exagerada condición física y lo demuestran en el baile. Bailan desde cha - cha -cha, danzones, cumbias, charangas, hasta norteñas y todo lo que les pongas".

    Y si no que lo diga doña Aurora Cortés, 72 años, viuda, quien desde hace cuatro años no falta con sus amigas, y un dizque "amigo", a una sola tardeada de "El Fandango".
    - ¿Cada cuando viene aquí?
    - Cada ocho días
    - ¿No le falla?
    - ¡No le fallo!
    - ¿Le gusta el baile?
    - Me gusta, mientras que pueda, cuando ya no pueda pues... ni modo.
    Al rato la pista está que revienta, del tumulto de bailadores saltan a la vista las muchachas de pantalones apretados, chiquifaldas de colores estridentes, tops, escotes y ombligos al viento, para el deleite de aquellos que han venido a "El Fandango" solamente para bailar... los ojos.

    Como Héctor Briones, un hombre alto y grueso, de sombrero, camisa a cuadros, jeans y botas picudas, que desde que llegó no ha pescado ni un resfriado, pese a su parecido con Raulito Navaira, el segunda voz del grupo texano Río.
    "No, no traigo pareja ahorita", dice con cierto dejo de congoja. Despunta la tarde, reportero y fotógrafo penetramos sigilosamente hasta el corazón del salón, como tratando de no ser vistos por la concurrencia que, al parecer, ha cobrado cierta fobia por los periodistas "malaleche".

    Y es que Baltazar Flores, el dueño de este lugar nos cuenta que no hace mucho las cámaras de una televisora local vinieron para grabar las escenas de una tardeada clásica en "El Fandango", y las mujeres, acosadas por los reflectores, se metieron al baño. "Lo que pasa es que mucha gente es divorciada o se está divorciando y tiene miedo de que la vayan a ver, te lo digo aquí entre nos, en confianza", detalla Flores Trelles.

    El baile está a todo que da, uno, dos tres, vuelta y ¡vámonos!, de pronto se interrumpe la música y una voz varonil se abre paso en medio del silencio momentáneo para anunciar que el próximo fin de semana vendrán a "El Fandango" desde la Sultana del Norte "Los Rancheritos del Topo Chico", del señor Catarino Leos; "Pura Dinamita", "Los Fuereños" y "La Diligencia". Pero "no, `La Diligencia', no, una disculpa, rectifica el locutor, pero dice mi mamá que siempre no.

    "Y áhi les va, como probadita de lo que será ese baile, un huapango de `Los Fuereños'", vuelve a decir el animador, la audiencia rompe en taconazos.

    Pocos creerían que por este taller automotriz, convertido en salón de baile, han desfilado en siete años de fundado agrupaciones de la talla de "Tropical Panamá", "Sonido Máster", "Los Reyes Locos", " Los Hermanos Barrón", "Tropical Florida" y "Banda Cañón".

    "Aquí el salón es un centro de baile popular, como tú puedes ver las instalaciones no son de lujo ni nada, pero eso sale sobrando porque la gente es la que hace el ambiente.
    "Nunca ha habido pleitos o algún altercado con las personas, para la gente que viene aquí el baile es como un vicio", explica Baltazar Flores. Hace tiempo ya que don José Pilar Chávez, delgado y de pelo cano, lleva en la sangre el vicio del baile y asegura que apesar de que tiene sus años, no se le va una bailadora viva.

    - Las mujeres me aprecian
    - ¿Tiene su pegue?
    - Ahi más o menos...
    El reloj se detiene esta vez a las 6 :30 de la tarde en el centro de la pista, la voz del animador anuncia ahora el arribo triunfal de Kumbia Locos, la gente estalla en gritos, bravos y aplausos.

    Segundos más tarde la bodega arde abrasada por los acordes de "A 40 grados", "La Tinajita", "El viejo del sombrerón" y "Pamela Chú", "¡Pamela Chú, Pamela Chú, Pamela Chú, Pamela Chú, Pa - me- la Chú".

    Y el baile se hizo en grande, como aquel 14 de febrero en que Misael e Hilda Rosaura, él de 59 y ella de 40 años, se conocieron en "El Fandango", y cuatro meses después aquí mismo se casaron. El dueño prestó el salón y el sonido, otros padrinos el banquete, el pastel y las arras.
    "Van como seis parejas que se han conocido aquí y aquí mismo se han casado, les hemos prestado el salón, han hecho su fiesta y todo. Luego nos los topamos en la calle y nos platican que les va muy bien.

    "Te puedo comentar de dos o tres parejas que han sido divorciados o viudos y aquí se vuelven a casar, te los encuentras y te dicen que marcha muy bien su matrimonio", detalla Baltazar Flores Trelles, el dueño de "El Fandango".
    No por nada la gente de los barrios y las colonias populares de la ciudad, saben de este taller `donde entre semana se reparan autos, y viernes, sábado y domingo, corazones".
    Corazones como el de don Mario Peñaflor y doña Esther, quienes se cuentan entre las más de 250 personas que domingo a domingo, y desde hace siete años, vienen para sacudirse la polilla en la pista de "El Fandango".

    - Aquí la conocí y ya tenemos cinco años de estar juntos
    - ¿Va a haber casorio?
    - Lo estamos pensado, porque yo ya estoy viejo tú.
    - ¿Cuántos años tiene?
    - 71.
    - ¿Y ella?
    - Pos dice que tiene 64. No sé, tú bien sabes que las mujeres nunca quieren decir la edad...
    El ruido de la batería, las tumbas, la guitarra y los teclados, es ensordecedor y mientras la mayoría baila, otros departen cerveza de lata y humo de cigarros con los amigos al son de "El Carnicero".
    Cae la noche y la oscuridad se ha colado ya por las rendijas del taller-salón. Apenas el show de luces multicolor ilumina la pista del bodegón.

    Kumbia Locos está incontenible, cantan ahora la historia de Simón, aquel que "usaba falda, lápiz labial y un carterón", luego, "La cadenita", "El Viborón" y "Que la dejen ir al baile sola, solita y sola, solita y sola...".

    Como llegó sola la viuda doña María Mendoza López, de la colonia Zapalinamé, está dispuesta a conceder más de una pieza al galán que se atreva a sacarla a bailar una cumbia o una polka.
    - ¿Sus hijos qué le dicen?
    - Nada, que me venga a divertir.
    - ¿Y se va hasta que se acaba esto?
    - No, a las 9:30 me voy.
    - ¿Por qué?, ¿la regañan?
    - No, no, es que tengo un niño al que mando a la escuela.
    Es casi el final del baile y entre canción y canción, el vocalista de Kumbia Locos aprovecha para atender peticiones y enviar saludos, esta vez de "un compa para toda la gente que se dejó venir desde la Comarca Guayulera".

    Son más de las 10:30 de la noche en "El Fandango" y la bodega poco a poco se ha quedado vacía. Mañana, cuando amanezca no habrá más ruido de música ni gente bailando, sólo rugir de motores y golpear de martillos, los de un taller mecánico que entre semana repara coches y el fin, corazones desbielados.

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