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Trabajar un año como minero del carbón equivale a fumar medio paquete de cigarros al día. Es por eso que Coahuila, donde se produce prácticamente el carbón del país, ocupa el primer lugar nacional en la enfermedad conocida como ‘pulmón negro’. Y a pesar de ello no existe ninguna clínica especializada ni neumólogo en la zona, por lo que los mineros viven un viacrucis para que sean atendidos y valorados
- 20 marzo 2023
Ya va para tres semanas que don Simeón Rivera Rocha, 62 años, agarró una bronquitis que ahora batalla hasta para subir una cuesta por corta que sea, se cansa.
Don Simeón cuenta, a ratos interrumpido por una tos reseca, que es la primera vez que le pasa y no le extraña, después de haber trabajado 49 años en los pozos y minas de la región...
“Sí, pos tanto año de estar abajo de la mina, el polvo...”, dice.
Era un polvo fino como la harina, describe, bien remolido el polvo, que hasta traspasaba las mascarillas.
A las 3:00 de una tarde fresca y gris en la sala de su casa de Cloete, ese pueblo que se parece a los planetas de montañas y cráteres oscuros imaginados por el escritor estadounidense Ray Bradbury, en sus “Crónicas Marcianas”, Simeón se está acordando de cuando tumbaba carbón abrazado por una nube de polvo que apenas y dejaba ver el rayo de la lámpara.
“Había partes en que no se miraba nada, estaba la polvareda, tumbabas el carbón y ahí estaba encerrado todo el polvo”, platica.
A veces sentía ahogarse por la falta de aire y ese calor que lo hacía vaciarse por los poros, bañarse en sudor.
Simeón que había llegado a Barroterán, en la Carbonífera, procedente de su natal Real de Catorce, tenía 12 años cuando empezó a trabajar en los pocitos.
“Vine con otro carnal. Nosotros nos manteníamos solos. Mis papás se quedaron allá. Como no éramos de aquí teníamos que trabajar para comer si no...”.
Cumplidos los 14 años a Simeón le permitieron bajar 60 metros a las entrañas de la tierra, donde siempre es de noche, donde nunca sale el sol.
“¿Abajo?, Me sentía pos... desesperao, hay desesperación porque como no hay oxígeno, puro polvo...Estaba caliente... No, es bien feo, está feo abajo”, narra.
Cuatro años pasó Simeón tumbando hulla en esos tiros verticales como negras bocas en la tierra y otros 42 años ocupando diversos puestos en varias minas de la Carbonífera.
El currículo de Simeón es largo: 12 años en la mina La Florida, 14 en Minera Carbonífera Río Escondido (MICARE), 17 en Minera del Norte, más seis de los pozos, “son 49 años”, resuelve Simeón como quien cuenta el récord de sus proezas, pero sin polvo de orgullo.
Casi 80 por ciento de su vida dejada en las minas.
En 1991, después de una evaluación clínica Simeón se enteró de que tenía neumoconiosis, coloquialmente conocida como pulmón negro.
Una afección de los pulmones, consecuencia de la acumulación por inhalación prolongada de partículas de carbón mineral, que a la larga puede resultar en insuficiencia respiratoria crónica, bronquitis crónica, enfisema, hipertensión pulmonar, cáncer y hasta la muerte.
“La exposición a estas partículas nos va provocando una inflamación y una cicatrización del tejido pulmonar que en un futuro nos puede llevar a una pérdida de la capacidad pulmonar y a una dificultad para respirar”, ilustra Arturo Alejandro Z’Cruz Siller, médico general con especialidad y maestría en salud ocupacional.
Sobre todo, dice, Mario Haro, especialista en medicina del trabajo y perito médico en las juntas federales de Conciliación y Arbitraje, si se toma en cuenta que el polvo de carbón de esta región, ese polvo que respiró Simeón durante casi cinco décadas, está peligrosamente combinado con dióxido de sílice, pues procede de la piedra y las vetas de carbón mineral.
Y entonces, añade Miguel Ángel Reyna Álvarez, internista y neumólogo intensivista, presidente de la Sociedad de Neumología de Coahuila, los pacientes como Simeón que están inhalando el carbón y además la sílice van a presentar una sintomatología más severa, dependiendo de la cantidad de sílice que inhalen.
LOS DAÑOS QUE PESAN SOBRE LOS MINEROS
Con los años, (la neumoconiosis no se quita y además es progresiva), Simeón, pronostican los médicos, llegará a tener, aparte de su tos crónica, fatiga, dolor en el pecho, flemas, dificultad para respirar e infecciones respiratorias recurrentes, que le generarán asma y sibilancia (sonido silbante y chillón durante la respiración), debido a las lesiones que irán oprimiendo su pulmón.
A Simeón y a sus compañeros los habían finiquitado de La Florida y enviado a medicina del trabajo del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) para un chequeo.
“Trae uno manchas en los pulmones, como puntos”, explica Simeón.
La maldición que pesa sobre los mineros de la Carbonífera que, quienes según los Censos Económicos 2019 del INEGI están entre las 17 mil 114 personas que trabajan en el rubro de la minería en Coahuila, cifra que equivale al 1.8 % del personal total ocupado en la entidad y que ese año era de 962 mil 912 personas.
“Sí, hay mucho marcado del pulmón aquí, aquí es puro minero...”, dice don Simeón.
De acuerdo con datos obtenidos vía transparencia (solicitud folio 330018022035845), hasta 2021 Coahuila ocupaba el primer lugar a nivel nacional con más pacientes, 966, en el IMSS que padecían distintos tipos de neumoconiosis por inhalación de diferentes agentes como sílice, asbesto o polvo del carbón.
Le siguen Zacatecas, con 704 enfermos e Hidalgo con 630.
Y Coahuila ocupa el primer lugar en México con la mayor cantidad de incapacidades por variados tipos de neumoconiosis.
Con base en datos abiertos del IMSS, se sabe que tan solo en 2021 se otorgaron en el estado 989 incapacidades permanentes debido a esta enfermedad, seguido de Chihuahua en la que apenas se concedieron 115.
Incapacidades que, explica Mario Haro, especialista en medicina del trabajo y perito médico en las juntas federales de Conciliación y Arbitraje, se dan con base en el número y tamaño de las opacidades, puntos o manchas en los pulmones que muestren las radiografías del paciente con neumoconiosis.
Mientras más grandes sean las opacidades, mayor será el porcentaje de la marcación.
“En las radiografías se alcanzan a ver manchas circulares que van a variar de tamaño y van a estar prácticamente en todo el pulmón”, detalla Miguel Ángel Reyna Álvarez, internista y neumólogo intensivista, presidente de la Sociedad de Neumología de Coahuila.
PRIMER LUGAR NACIONAL Y SIN ESPECIALISTAS
Al respecto la Memoria Estadística 2021 del IMSS registra que en Coahuila la neumoconiosis ocupó el primer lugar del país entre las mayores enfermedades de trabajo con 667 casos, por arriba de Zacatecas con 152 y de Chihuahua con 51.
Para todos estos casos el Seguro Social cuenta con dos neumólogos en la región Carbonífera, según respuesta a una solicitud de información.
Sin embargo, al intentar tramitar una cita vía telefónica en el Hospital General de Zona en Medicina Familiar Número 24 de Nueva Rosita, que es a donde acuden los mineros de la región, el personal administrativo informó que el sanatorio no tiene neumólogo, como lo confirman los propios números.
Y entonces, para que valoren a los derechohabientes, tienen que viajar poco más de una hora al Hospital General de Zona Número 11 en Piedras Negras.
“Sí debería de haber algún neumólogo, aunque el médico internista también está capacitado para ver ese tipo de enfermedades y el de medicina del trabajo para poder valorar al paciente”, comenta Miguel Ángel Reyna Álvarez, internista y neumólogo intensivista, presidente de la Sociedad de Neumología de Coahuila.
Además de que en la Carbonífera no existe un hospital especializado en la atención del minero del carbón.
Las crónicas cuentan de un Hospital de Neumología que existió en Nueva Rosita entre 1961 y principios de la década de los ochentas, y que funcionaba donde ahora es el Hospital General de aquella localidad.
“Había muy buenos médicos especialistas del pulmón y tenía aparatos de esa época muy modernos para diagnosticar todas esas enfermedades. Venía gente de Múzquiz, Palaú, Barroterán por problema de pulmón”, relata Clodomiro Farías Cruz, cronista de Rosita.
En ese tiempo, evoca Juan Arturo Montemayor Menchaca, el director médico del Hospital General de Nueva Rosita, se había descubierto una asociación entre la neumoconiosis de los trabajadores del carbón y la tuberculosis, combinación que producía un daño muy importante al tejido pulmonar.
“La gravedad de las lesiones hacía que se efectuaran operaciones tipo neumonectomía, que es quitar un pulmón; lobectomía, que es quitar un lóbulo de los pulmones, segmentectomía, que es quitar un segmento de un bronquio. Esas eran las operaciones que se realizaban aquí. Como dice el dicho: muerto el perro se acabó la rabia”, dice el doctor Montemayor Menchaca, conocido en la Carbonífera como “el médico minero” por ser uno de los pocos en conocer, desde adentro, las minas de la región y haber estado entre sus negras paredes.
El Hospital de Neumología desapareció tras la llegada del IMSS a Nueva Rosita en 1977.
Los antiguos pobladores de la Carbonífera cuentan también que en la región hubo otro hospital para mineros, fundado en Nuevo Rosita por la minera American Smelting and Refining Company (ASARCO), en 1924.
Además de otro centro de salud llamado Clínica Obrera, inaugurado por la misma empresa en 1939 y que era exclusivo para los hijos y esposas de los trabajadores.
Ambos sanatorios cerraron sus puertas en 1974.
Después de la tragedia de Pasta de Conchos, la Promotora para el Desarrollo Minero (PRODEMI) inició, con dinero de las cuotas de los trabajadores, la construcción de un hospital del Minero, en tiempos del gobernador Humberto Moreira. Pero el proyecto nunca se concluyó y quedó abandonado hasta que autoridades estatales lo rescataron con motivo de la pandemia por el Covid-19.
EL VIACRUCIS DE UN MINERO
Don Simeón, cuya única opción era el Seguro, ya no regresó para que le realizaran más evaluaciones del pulmón.
“Y pos ya he de andar peor”, dice.
En su tesis Determinación del Grado de Incapacidad por Neumoconiosis en Mineros Adscritos al HGZ MF 24 de Nueva Rosita Coahuila, el doctor Rodolfo González López, revela que en el curso de un año la exposición al polvo en la extracción del carbón provoca en promedio una reducción de la función pulmonar equivalente a fumar medio paquete de cigarros diarios.
O sea que es como si Simeón que trabajó 49 años en las minas se hubiera fumado 17 mil 640 medios paquetes de cigarrillos al día.
Pero Simeón nunca fumó.
Para que a Simeón lo revisaran en el Seguro era necesario que las empresas donde trabajaba le extendieran un formato que se llama ST9.
Ese papel contiene la información de los trabajos que desempeñó Simeón y los agentes contaminantes a los que estuvo expuesto, ya sea mecánicos o ambientales, como los polvos.
“Pero le empresa no te la da y el seguro tiene la obligación de exigirla cuando vas por tu propia cuenta. En lugar de eso el Seguro te dice ‘no, pos no tienes nada’”, explica Javier Martínez, delegado especial del Sindicato Minero Nacional en la Región Carbonífera de Coahuila.
Y dice que la revisión de los mineros debe efectuarse, cuando menos, cada dos años para detectar a tiempo posibles afectaciones al organismo consecuencia del trabajo.
“Si estás enfermo te deben de sacar del área de trabajo para que ya no estés expuesto y no es así, sigues en la misma área y dice la empresa ‘si vas al Seguro te corro o te termino...’”.
Héctor Jesús Vega Aguilar, abogado litigante en materia laboral y de seguridad social, dice que ir al IMSS para solicitar una valoración con el área de medicina del trabajo, representa para los mineros de la Carbonífera un viacrucis.
Para una radiografía de pulmón, por ejemplo, el IMSS puede tardar hasta cinco o seis meses y en total uno o hasta dos años para la detección de una enfermedad de trabajo.
Vega Aguilar afirma que en el Seguro Social no tienen los equipos necesarios para reconocer desgastes físicos o los impactos que ha tenido una enfermedad en la persona.
“Si a un trabajador de estos lo envías con un médico (particular) especialista en salud en el trabajo, le realiza radiografías bien tomadas, espirometrías, tacs; entonces ves que el 10 por ciento que te reconoció el IMSS en una neumoconiosis realmente asciende a 25, a 30, a 40 por ciento de afectación, y así se replica en la enfermedad que tú me digas”.
Sin embargo, para muchos mineros acceder a la medicina privada es difícil, considerando que un perito en salud en el trabajo cobra entre seis y nueve mil pesos la consulta, más los estudios que pueden llegar a los 10 mil pesos.
Héctor Vega dice que su bufet recibe entre 20 y 40 clientes al mes provenientes de la Carbonífera y centro de Coahuila que van en busca de asesoría, la mayor parte trabajadores del acero y del carbón.
“El principal motivo por el que vienen aquí es el reconocimiento de enfermedades profesionales: oído, pulmón, columna y rodillas, y año con año aumentan las demandas por neumoconiosis”, dice.
DAÑOS EN OÍDOS
Aparte de los daños que el polvo le ha ocasionado en los pulmones, Simeón quedó afectado también de los oídos, no escucha bien.
Simeón estuvo expuesto, por 49 años, al ruido que hace la pistola neumática al momento de chocar con el manto de carbón, y que es como un martilleo intenso y persistente, como un berrido sobre la roca.
Y estuvo expuesto al ruido de los motores de 250 caballos de fuerza que se utilizan para mover la banda con el mineral y que es como un rugido.
A esa afección se le llama hipoacusia y no es otra cosa que sordera o deficiencia auditiva, causada por la exposición al ruido.
La NORMA Oficial Mexicana NOM-011-STPS-2001, nombrada Condiciones de seguridad e higiene en los centros de trabajo donde se genere ruido, indica en su apéndice A, que el máximo de decibeles para un centro de trabajo como las minas, no debe de exceder de 90 por una jornada de ocho horas.
No obstante, Javier Martínez, delegado especial del Sindicato Minero Nacional en la Región Carbonífera Coahuila, dice que en las inspecciones efectuadas en minas de la región se han detectado hasta 120 decibeles.
De acuerdo con la Memoria Estadística 2021 del IMSS, Coahuila ocupó el primer lugar nacional en incapacidades permanentes por hipoacusias con 1,745 casos y el primero entre enfermedades de trabajo con 1,227 casos, siete veces más que Zacatecas, el segundo lugar.
Como si algo le faltara Simeón sufre de dolencias de cintura y rodillas.
“Por el esfuerzo que hace uno allá debajo de cargar fierros, subir y bajar, se friega uno por lo inclinado de las minas, así queda uno de las minas”, suelta.
A esas dolencias que tiene Simeón se les conoce como artrosis, que se caracteriza por el desgaste de manos, cadera o rodillas.
Coahuila ocupó en 2021, como en la neumoconiosis y las hipoacusias, el primer lugar en México por incapacidades debido a artrosis, con 98 casos.
A don Simeón el IMSS lo había marcado del pulmón con 10 por ciento de afectación hace 31 años, de las rodillas con otro porcentaje que no recuerda, lo cual le permite recibir una pensión mensual de 14 mil pesos al mes, por casi 50 años de trabajar en las minas.
Del oído y la columna el Seguro se negó a evaluarlo.
“Del oído no me quisieron marcar nada, dijo la doctora que no, que nomás no, que no era de ahí, dijo ‘eso que usted trae no es del Seguro’, ya no quise pelear”.
JUICIOS POR INCAPACIDADES
En su respuesta a la solicitud folio 330022023000025, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje (JFCA), a través de la Junta Especial Número 25, con sede en Saltillo, señaló que en la actualidad tiene en proceso 4,381 juicios en contra del IMSS por incapacidad parcial permanente por enfermedad de trabajo; 12 por incapacidad total permanente por enfermedad de trabajo y 50 por incapacidad total permanente por accidente de trabajo.
Mario Haro, especialista en medicina del trabajo y perito médico en las juntas federales de Conciliación y Arbitraje, platica que a su consultorio llegan mineros que llevan 30 o 40 años de vida laboral, con dolencias por todos lados.
“Daños osteoartromusculares, columna, pulmones, oídos...”.
El doctor Haro dice que lleva unos 200 expedientes de demandas en trámite por reconocimiento de enfermedades profesionales, entre las principales: neumoconiosis, problemas auditivos, hernias de disco y rodillas.
Uno de cada 10 pacientes del doctor Haro muere en la espera de la sentencia, por el tiempo que tardan en resolverse este tipo de procedimientos y que puede ir de los tres meses a los ocho años.
“No hay justicia expedita para los mineros”, reprocha Mario Haro.
Según estadísticas del IMSS, entre 2017 y 2021 se registraron en la región seis defunciones a causa de neumoconiosis en pacientes masculinos cuyas edades iban de los 56 a los 87 años.
Sin embargo, hay quienes afirman que la cifra podría ser mayor.
Héctor Jesús Vega Aguilar, abogado litigante en materia laboral y de seguridad social, revela que solo durante la época de pandemia su despacho registró el fallecimiento de 30 clientes con neumoconiosis y otras comorbilidades, que llevaban procesos de demandas en contra del IMSS por falta de reconocimiento de enfermedades profesionales.
“A mí se me hacen muchos”, comenta.
El doctor Rodolfo González López consigna en su tesis Determinación del Grado de Incapacidad por Neumoconiosis en Mineros Adscritos al HGZ MF 24 de Nueva Rosita Coahuila, que se ha observado que los mineros como grupo presentan un mayor riesgo de morir a consecuencia de enfermedades respiratorias no malignas.
Información de la Procuraduría Federal de la Defensa del Trabajo (PROFEDET), conseguida mediante solicitud folio 330024323000008, destaca que de 2016 a 2022 se recibieron en las oficinas de Saltillo y Torreón 326 demandas contra el Seguro Social por accidentes de trabajo, invalidez e incapacidad parcial permanente, todas de la Región Carbonífera.
Entre esas demandas está la de Valente Viera Saldívar, 62 años, a quien el IMSS se ha negado a pensionar por las dos hernias de disco que tiene en la columna y el desgaste que presenta en hombros y rodillas, resultado de trabajar 32 años en las minas.
“Uno toma la opción de demandar porque el Seguro nada más te paga el desgaste del pulmón y oído, no te quiere marcar la columna, rodillas, hombros. En mi caso es desgaste de todo el organismo”, dice.
Semanario solicitó una entrevista con autoridades del IMSS para que dieran su versión sobre la calidad de la atención a los mineros de la Región Carbonífera, pero hasta el cierre de esta edición no había respuesta.
Pablo Ontiveros Sánchez es otro de los trabajadores del carbón que demandó al IMSS por la falta de reconocimiento de enfermedades profesionales.
Él como Simeón y otros tantos mineros, cursa con daños en los pulmones y los oídos, a consecuencia de haber laborado 38 años en las minas.
Con la ayuda de un abogado particular Pablo interpuso una querella que al final ganó.
“Pero pos los abogados cobran una lanota, es puro dinero en el proceso”, se duele.
A la edad de 18 años Pablo comenzó a trabajar en la mina 2 de Barroterán, aquella que explotó en 1969 y dejó 153 mineros muertos.
“No había suficiente equipo de seguridad para proteger la vida y la salud de los trabajadores”, cuenta.
A este respecto la Norma Oficial Mexicana NOM-032-STPS-2008, nombrada de Seguridad para minas subterráneas de carbón, en su punto 5.14, establece que se debe proporcionar a todos los trabajadores el equipo de protección personal.
Del mismo modo el Artículo 343-B de la Ley Federal del Trabajo ordena que todo centro de trabajo debe contar con un sistema de gestión de seguridad y salud en el trabajo.
Y la fracción III de este mismo artículo obliga a informar a los trabajadores de manera clara y comprensible los riesgos asociados a su actividad, los peligros que estos implican para su salud y las medidas de prevención y protección aplicables.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en el mundo existen entre 10 y 20 millones de mineros de carbón y que aproximadamente el uno por ciento de ellos, es decir entre 100 mil y 200 mil, padecen neumoconiosis.
“Si te fijas es un índice muy pequeño a nivel mundial, pero muy enfocado a cada país. Por ejemplo, Estados Unidos que tiene un control muy estricto en cuanto al uso de equipo de protección personal, en cuanto a tecnología, reduce la prevalencia a diferencia, por ejemplo, de China, India, que a lo mejor tienen mayores índices de afectación porque sus reglas de seguridad son más laxas o hay mayor exposición porque no hay tanta regulación de seguridad”, dice Arturo Alejandro Z’Cruz Siller, médico general con especialidad y maestría en salud ocupacional.
UN TRAPO PARA EL POLVO
José Salazar Salazar, 59 años, confiesa que sentía miedo cada que iba entrar a trabajar en la mina y sus patrones le daban una mascarilla de trapo para que se defendiera del polvo de carbón.
Con el paso de la jornada la mascarilla terminaba empapada de saliva y sudor.
“Eran mascarillas como de garrita, no podías ni respirar...”.
José había tumbado hulla por casi 30 años en casi todas las minas y pocitos de la región.
El Seguro Social lo había marcado en 2002 con un 25 por ciento de daño en pulmones y otro 25 por ciento en oído, empero más tarde, y sin motivo alguno, le retiró el pago de sus incapacidades.
“Te dan las marcadas y luego te las quitan. No es justo, eso es lo que estamos peleando”.
José cree que después de respirar polvo de carbón, soportar el ruido de las máquinas cortadoras, cargar vigas de 80 kilos, ir y venir casi arrastrándose por túneles de menos de un metro de altura siete kilómetros diarios dentro de la mina, debe de estar dañado.
“Ya nomás le queda a uno cuidar a los nietos”.
Muy cerca de la casa de Simeón, en Cloete, vive su primo Juventino Rocha Rivera, 63 años, otro hombre que pasó cuatro décadas de su vida enterrado en las minas de carbón.
Juventino, que era operario, se la vivió la mayor parte de tiempo al frente de una máquina cortadora de carbón y en contacto directo con el polvo.
“Es un polvazo bruto. Traía la máscara, pero como quiera lo más finito pasa”.
Al rato Juventino andaba escupiendo polvo, flemas negras.
Su historia de carbonero comenzó en los pocitos a los 16 años.
Juventino rememora que entonces entraba a trabajar casi encuerado, sin camisa ni pantalón, en pura trusa, y sin equipo de protección.
“Bajábamos nomás así, a la voluntad de Dios ni checaban si había gas o no, ni Seguro le ponían a uno, nomás te daban chamba y vámonos”.
En 1989 el IMSS lo marcó con 10 por ciento de neumoconiosis y después de 34 años no lo volvió a valorar más.
“Te enseñan las radiografías, pero uno no sabe ni qué. Sí tenía manchas”, dice.
Y dice que a veces siente que le falta el aire.
Juventino está marcado también de los oídos con un 26%, no escucha bien.
Dice que es la secuela que le dejó el ruido de las máquinas barrenadoras.
Y de vez en vez a Juventino le duela la cintura.
“De ahí no me marcaron... que andaba bien, ya ve que...”.
Durante la época más dura de la pandemia a Juventino le dio Covid-19, pasó 20 días encamado en el IMSS y en total dos meses conectado a un tanque de oxígeno.
“Ya me andaba, me puse muy grave”, narra.
¿PROPUESTA IMPOSIBLE?
La propuesta que lanza Miguel Ángel Reyna Álvarez, internista y neumólogo intensivista, presidente de la Sociedad de Neumología de Coahuila, para dar solución al problema de la neumoconiosis en la Carbonífera, suena como un sueño guajiro.
“Suspender o disminuir al máximo la exposición al polvo, rehabilitación y cambiar el giro laboral...”.
Juan Arturo Montemayor Menchaca, “el médico minero”, es más futurista:
“Lo ideal, y que todavía no se da, es que fueran unos robots los que manejaran las máquinas, que no hubiera gente expuesta ¿Cuándo va a suceder eso?, algún día, por lo pronto no”.