Diez años después.

Especial
/ 2 octubre 2015

Hace diez años escribí en mi columna semanaria (VANGUARDIA 26/03/00): "Larga Cuaresma le espera al nuevo obispo de Saltillo don José Raúl Vera. Se necesitan muchos más que cuarenta días de ayuno, penitencia y oración para convertir al Cristianismo a los fieles de Saltillo".

"Las estadísticas indican que cerca del 90 por ciento de los habitantes de este estado profesan la Fe Católica... (de los cuales) más del 60 por ciento dirá "Soy católico pero no fanático. otros, acostumbrados a asociar el profesar una religión con asistir a sus ritos, responderán que profesan su religión en las bodas, en los bautismos, en los funerales y a veces en las misas de domingo". La conducta financiera, comercial y política está inspirada por el individualismo capitalista y no por los principios del Evangelio. El proceso educativo está enfocado a desarrollar habilidades técnicas y no mentalidades cristianas. La tarea de asistencia social ha sido asignada al estado y la conciencia de solidaridad con los pobres casi ha desaparecido de la tradición católica."

"Sin embargo donde más ausente se manifiesta la influencia del catolicismo es en la vida familiar, donde prevalecen las actitudes individualistas y la violencia física y mental.Y no se puede esperar menos si la pareja conyugal naufraga en medio de la confusión de valores, de los compromisos efímeros y de la enajenación del `amor romántico'... la conciencia de la vida conyugal como una alianza sagrada y trascendente se ha extinguido en la vida cotidiana."
Esta era la pintura de la realidad sin maquillaje. La de hoy no es diferente, sin embargo don Raúl sí ha sido diferente. Está presente permanentemente en los medios manifestando su juicio acerca de la realidad actual y sus criterios cristianos independientes de compromisos políticos o económicos. Está presente con los pobres, con los migrantes, con las prostitutas pisoteadas por los soldados, con las viudas de los mineros y con todos los que han sufrido la injusticia.

Sin embargo su presencia es limitada, no es suficiente -ni con todos sus sacerdotes y laicos- para atender a los bautizados (y no bautizados) que se multiplican en número pero no en convicción cristiana. El futuro indica que la Evangelización no podrá depender exclusivamente de él y de su clero. Es urgente implementar soluciones innovadoras como la que recomendó el Concilio Vaticano II hace cincuenta años: Establecer el diaconado permanente de Laicos célibes o casados que con su vida sean testigos comprometidos con el Evangelio y que atiendan de manera personal (y no masiva) a las familias y las comunidades cristianas para desarrollar y mantener la Fe y el Amor auténticamente cristiano. Esta es una solución muy efectiva para enfrentar la descristianización que sufre la Diócesis de Saltillo. y no hacer tan larga (10 años) la Cuaresma.

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