Educación desintegrada

Especial
/ 2 octubre 2015

"Se necesita todo un pueblo para educar a un niño". Es una frase tan sabia que al considerarla no parece exagerada como si fuera un extracto de la retórica  política.

Al reflexionar que el proceso educativo tiene como objetivo lograr una persona autónoma con una identidad definida: tener una idea clara de quien soy, cuales son mis talentos y recursos, cual es mi estilo de vida, cuales son mis criterios y creencias significativas que norman mi pensar y hacer, cual es el sentido de mi vivir.No es extraño descubrir que este proceso dura más de 25 años, que no se reduce a una mera instrucción escolar y que está determinado simultáneamente por una pluralidad muy compleja de factores informativos, formativos y deformativos que rodean al niño.

En las etapas iniciales el ambiente familiar es determinante en el proceso educador,  el ambiente escolar también influye de manera importante en el desarrollo de la identidad, pero ambos son determinados por un contexto sumamente significativo: la comunidad con sus costumbres, creencias, intereses y preferencias, fobias y filias, con todo su sistema mediático informativo: radio, TV, música, eventos definidos como importantes y significativos.

Sin embargo lo que contribuye a un desperdicio de toda esta actividad que rodea al niño y al adolescente es:

1º La falta de conciencia de que todas ellas tienen resultados  educativos, es decir están forjando la identidad y el proyecto de vida del infante. Los padres descargan su responsabilidad en la escuela, los maestros se dedican a instruir y en las actividades comunitarias no se toma en cuenta su efecto educador.

2º La falta de integración y colaboración solidaria de las iniciativas y esfuerzos educadores de la familia, la escuela y la comunidad en una red propositiva  y complementaria de tal manera que todos y todo lo que influye en nuestros niños sea ante todo educativo.

Por ejemplo el problema y grave enfermedad de la obesidad que padecen nuestros niños se puede atender de manera muy efectiva si se integra la colaboración de la familia, la escuela y la comunidad no para limitar solamente la comida chatarra, sino para educar en una sana nutrición del cuerpo y del alma mediante actividades que formen e informen y motiven un cambio paulatino en las costumbres y criterios alimenticios.

La integración de propósitos es fundamental para el resultado educativo: no se puede construir en la escuela y destruir lo mismo en la familia o en la comunidad o viceversa. Efectivamente "se requiere el esfuerzo integrado de todo un pueblo para educar a nuestros niños". Ojalá que las autoridades trabajen por esa integración educadora.

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