Entre Maciel, Judas y Caín
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"Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va a la raza condenada... ¡Vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!", así reza la leyenda grabada en la puerta del Infierno, según afirma Dante en su comedia, aunque, vale decir que no es necesario descender al inframundo para conocer el significado de dichas palabras, porque aquí, ahora mismo, hay infiernos donde los cancerberos que dan paso hacia el perenne dolor usan sotana, hablan en nombre de un dios y atacan con toda impunidad a menores indefensos; se trata de los curas pederastas, los que hoy tienen en vilo al Vaticano, cuyo dogma condena a Judas y a Caín, pero dice poco de los Marcial Maciel y otros depravados sodomitas.
En efecto, es una ofensa para Judas Iscariote, el zelote de Judea y para Caín, el primer homicida de la humanidad, compararlos con Marcial Maciel porque, como dice Machado, el hombre es por natura la bestia paradójica, un animal absurdo que necesita lógica y en el caso de Maciel, no hay lógica que justifique la bestialidad de sus actos.
Sabemos que Caín mató a su hermano Abel por envidia, por celos del amor de Dios. Al respecto, Unamuno afirma que el pecado caínita es una de las más profundas intuiciones de los ancestros de la humanidad. Lo cierto es que Caín, el primer hombre nacido entre hombre y mujer, trajo la muerte al mundo y aún así, hubo para él cierta misericordia. La Biblia nos dice que Dios protegió a Caín de la Ley del Talión, cuando dijo: "Cierto que cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Y entonces Jehová puso señal en Caín, para que no lo hiriese cualquiera que le hallara" (Génesis 4:15).
Con respecto a Judas Iscariote, cuán difícil es encontrar algún paliativo de su horrendo destino. Judas ha sido calificado a través de los siglos como el más infame de los canallas, el artífice de la gran traición, sin embargo, el Evangelio dice que cuando el Maestro fue llevado ante Poncio Pilato, Judas, al ver que era condenado, volvió arrepentido las treinta monedas diciendo: "Yo he pecado entregando la sangre inocente, ¡perdónale, oh, Caifás! Y arrojando las monedas salió del templo y se ahorcó" (Mateo 27:3-5).
Ahora bien, al menos hay constancia de que Caín fue protegido por Jehová y con respecto a Judas, sabemos que se arrepintió y se ahorcó, pero más que eso, basta decir que lleva a cuestas una carga tremenda: ser el eslabón prefijado de un plan de redención basado en el sacrificio de Cristo, donde él cumplió su función al entregarlo, para luego convertirse en el receptáculo de un fuego de odio que nunca termina.
En cuanto a Marcial Maciel, es obvio que nada puede alegarse a su favor y asimismo, por autonombrarse "legionario", nos hace recordar al endemoniado de los Gadarenos, aquel que vivía entre los sepulcros y que al verlo Jesús le preguntó: "¿Quién eres?", a lo cual el Gadareno contestó: "Mi nombre es legión, porque somos muchos" (Marcos 5:9).
Y en efecto, son muchos los pederastas que han llevado a miles de inocentes a un abismo de dolor. La periodista Sanjuana Martínez, en su libro "El Manto Púrpura", publica un anexo titulado "Fugitivos con sotana", con las fichas de 519 violadores (Págs.192-303), lo cual desmiente al cardenal Norberto Rivera, que el jueves pasado afirmó la no tolerancia de agresores en la Iglesia; es el mismo purpurado que siempre protegió al morfinómano Marcial Maciel.
"Yo mismo te absuelvo para que puedas seguir comulgando", les decía el "padre" Maciel a los niños después de violarlos. El mismo que llevó a Martha Sahagún con el papa Wojtyla al Vaticano. El monstruo que sodomizó a sus propios hijos. El malvado pastor que mutiló a sus ovejas, con la complacencia de los jerarcas de la Iglesia y de algunos de los empresarios más ricos de México.