Las licenciadas del PAN

Especial
/ 2 octubre 2015

    Pues resulta que en el Partido Acción Nacional están muy indignados con las candidatas del PRI al Senado de la República, Hilda Flores Escalera y Diana González Soto. El enojo es porque pidieron licencia en sus cargos para participar en otra contienda electoral; un pecado que merece el señalamiento de la espada del querubín Azael, lo cual, implica su expulsión del edén de la política local porque, pedir licencia, es como haber osado comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal: ¡Fuego eterno para Hilda y Diana!, exigen hoy los flamígeros panistas.

    Y es entonces que el rector de la conducta políticamente aceptable grita desaforado; ¡¡¡Que paaaaaasen las indiciadas!!! Y el inquisidor aplica todo el rigor de las leyes levíticas de la moralina azul: "Hilda y Diana no eran así. Yo las conocí hace años y eran diferentes. Su partido las corrompió, las manipuló y las hizo como quiso". Entonces deja caer a plomo su anatema fatal: "Advierto con hechos y pruebas que estas mujeres no son de fiar".

    Pedir licencia es pues el pecado de las "licenciadas del PRI", asunto baladí si tomamos en cuenta que todos los partidos tienen candidatos que solicitaron licencia con fines electorales, como es el caso de Josefina Vázquez Mota, candidata que nunca ha ganado una contienda electoral constitucional.

    No es un asunto de corrupción o de ilegalidad y, asimismo, acusar a Hilda y a Diana de quitar espacios a otras mujeres es una exageración, con ellas no sucede como en las dinastías de los Calderón, Zavala, Mont, Morfín, Vicencio, Ruffo, Clouthier y otros de los llamados "históricos". Lo que tampoco debe asustarnos, en todos los partidos existen.

    No es el caso de las futuras senadoras Hilda Flores Escalera y Diana González Soto, por lo cual, resulta ridículo llamarlas "licenciadas" por el hecho de que solicitaron licencia para competir.

    En cambio, en el PAN sí existen pruebas de que algunas de sus mujeres no son de fiar. Dos ejemplos resultan emblemáticos; el de Margarita Zavala Gómez del Campo y el de Josefina Vázquez Mota.

    En el caso de doña Margarita se puede afirmar que es responsable moral de los siguientes hechos: es obvio que por su influencia, Felipe Castañeda Gómez del Campo, su primo, ingresó como director de Innovación al IMSS, donde la Auditoria Superior de la Federación (ASF), le acaba de señalar un desvío de recursos por 3 mil millones de pesos.

    Otra influyente prima de doña Margarita, Marcia Gómez del Campo, fue dueña de la fatídica guardería ABC, donde murieron calcinados 49 bebés y otros tantos quedaron marcados y lisiados. La prima presidencial nunca fue molestada, fue exonerada y vive en la impunidad.

    Otro caso es el de Mariana Gómez del Campo, cuya meteórica carrera política en el Distrito Federal se debe también a la influencia de su prima Margarita. Pero Mariana resultó con uñas largas y fue descubierta traficando con recursos de la Reforma Agraria. Aún hoy es beneficiaria de la corrupción política del PAN y goza de inmunidad e impunidad.

    El espacio no permite más y únicamente señalaremos un daño patrimonial a la nación documentado por la ASF en contra de Josefina; se le imputa que siendo ella titular de la SEP, sepultó una de las corruptelas más grandes del sexenio de Vicente Fox, la fracasada Enciclomedia. El costo para tapar la cloaca fue de mil 918 millones de pesos.

    ¿Confiaría usted en estas dos licenciadas del PAN?


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