Buñuel y el alcalde surrealista

Especial
/ 2 octubre 2015

    El lunes pasado se conmemoró el 30 aniversario de la muerte del cineasta Luis Buñuel, un español-mexicano que filmó en nuestro País la mayoría de sus películas y que es considerado un genio de la cinematografía mundial. Murió en México el 29 de julio de 1983, y a la fecha sigue vigente esa realidad doliente que retrató en "Los Olvidados", película que desató la indignación oficial en México, como en su momento, su documental  de "Las Hurdes", desató la ira de la España fascista por describir la miseria en los pueblos extremeños.

    Luis Buñuel filmó "Los Olvidados" inspirado en los arrabales de la capital y fue considerada como una crítica feroz a la pobreza existente en el régimen de Miguel Alemán. El cineasta estuvo a punto de ser expulsado de México y lo salvó el hecho de haber ganado, con dicha película, el premio a Mejor Director en el Festival de Cannes.

    En 1983, seis meses antes de su muerte, se publicaron en México las Memorias del genio de Calanda, "Mi último suspiro", libro que termina con una obsesión recurrente en el autor; no saber lo que pasará después de su muerte; "Me gustaría poder levantarme de entre los muertos cada diez años, llegarme hasta un quiosco y comprar varios periódicos. No pediría nada más. Con mis periódicos regresaría al cementerio y leería los desastres del mundo antes de volver a la tumba". ¿Qué novedades leería Luis Buñuel si hoy accediera a los periódicos?

    Buñuel se enteraría de cómo ha crecido la miseria en el País desde que en 1950 estrenó "Los Olvidados". Tan solo en el último sexenio panista el número de pobres aumentó en más de 15 millones y, por lo mismo, cientos de miles de niños y niñas son abusados y explotados por "Jaibos" y pederastas como en la cinta que es de las pocas películas consideradas como Memoria del Mundo por la Unesco.

    El cineasta dice en sus Memorias que en Francia le reclamaron la escena donde un pederasta acosa a un menor a través del aparador de una tienda. En otra escena, el ciego Carmelo (Miguel Inclán) trata de abusar de una adolescente, y en la filmación de "El Bruto", a Pedro Armendáriz le aterroriza la idea de ser confundido con un pederasta. Hoy Buñuel estaría azorado de que en algunos colegios particulares, fanáticos de la ultraderecha panista aún veneran al violador y drogadicto Marcial Maciel.

    Asimismo en sus Memorias, Buñuel se alarma del excesivo uso de las armas, de las desapariciones y de la inseguridad que en el siglo pasado creía desbordada.

    En su libro Buñuel se impresiona por el problema de la trata de personas en el affaire de las "Poquianchis". Se asombra de que en el estado de Guerrero, tras una campaña de despistolización del gobierno, todo mundo se apresura a "repistolizarse". Se sorprende que un alcalde le diga que cada domingo el pueblo tiene su muertito. ¿Se imagina usted la impresión del genio surrealista si hoy leyera en la prensa que en el sexenio de Calderón hubo 121 mil ejecutados?

    Dice Buñuel que ciertas costumbres escandalosas en Europa, como el nepotismo, son muy naturales en México. Ya verá usted como el surrealista Isidro López colmará el Ayuntamiento con rémoras de la "Familia feliz". Pero ¿Acaso Chilo es surrealista? Claro, él dice que no es político y presume de "aire fresco", aunque uno de los señores que lo asesora, peor que oler a naftalina huele a catacumba, imbuyendo en el Alcalde electo ese aire de caducidad que lo caracteriza.



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