Los enfermos más olvidados
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El rey Luis gobernaba Francia en el año 1270.
El rey invitaba cada día a su mesa a varios pobres y él mismo les servía los alimentos. Visitaba frecuentemente los hospitales y atendía personalmente con gran cariño a los enfermos más asquerosos y repugnantes.
Y todo lo hacía con el mayor respeto e inmenso amor; esa actitud no se la he visto a ningún presidente, gobernador o alcalde en México. No he visto que den de esa manera, sólo dádivas con dinero del pueblo, para ganar fama y buena imagen, votos y poder.
Apúntele una buena a los diputados locales: Hace unos días se acordaron de uno de los grupos más olvidados: aprobaron que sea delito abandonar a enfermos mentales.
Lo que debería hacerse con gusto y por humanidad no se hace, así que la ley está forzando a que se cumpla una omisión.
Los diputados aprobaron que si los enfermos mentales recluidos, en 30 días no reciben visita de sus familiares, la institución donde se encuentren avisa al Ministerio Público sobre el abandono.
El incumplimiento de visita por parte del familiar amerita cárcel desde uno hasta cinco años, es positivo que los diputados volteen a ver a este grupo formado por los enfermos mentales, lo que no se puede hacer por ley es que una persona sea buena. Si a un familiar no le nace visitar a su pariente enfermo, aunque la ley lo obligue, no lo hará con el cariño debido de quien va por voluntad propia, nunca tendrá el mismo mérito ir de manera obligada.
No todos los enfermos mentales están en un centro de salud, hay unos que están sin los cuidados ni las medicinas caras que dan en esos centros.
Cerca de mi trabajo hay un enfermo mental. Despreocupado se sienta a ver a la gente pasar con sus preocupaciones. Entra a una cadena de farmacias donde las empleadas lo conocen por su nombre: "Don José", le dicen ellas.
Él se toma un café de maquinita o desayuna un refresco y en ocasiones les pide lumbre para un cigarro, luego se sienta afuera de un negocio donde venden carros, se pone a escuchar música al lado de las bocinas que el negocio pone hacia la calle para atraer clientes.
Así como a Don José, por las calles de Saltillo en ocasiones podemos ver distintos enfermos mentales, deambulando, con la ropa gastada, la mirada perdida, la risa sin motivo, hablando con ellos mismos.
¿Y con quién más pueden hablar? De ellos nadie se acuerda, son como espíritus sin cuerpo, casi nadie les da la mano, una palmada y menos un abrazo.
Son los olvidados, los que nadie defiende ni se ocupa de ellos; no están dentro de una institución que denuncie su abandono al Ministerio Público y obligue a sus familiares a verlos. Son los seres humanos más incomprendidos, a los que sólo les sacamos la vuelta, en el mejor de los casos, por miedo por no saber cómo tratarlos.
En el peor de los casos los ignoramos deliberadamente, fingimos que no existen y nos vamos rápido, porque tenemos prisa. Se nos olvida que son seres humanos que -al igual que nosotros- son hijos de alguna madre, que en cierto momento los tuvo y los cuidó hasta que crecieron para convertirse en adultos sin rumbo.
No es fácil juzgar a sus familiares, porque ni siquiera sabemos si los tienen o en qué circunstancias están. Se nos olvida que los enfermos mentales también son hijos de Dios. Tampoco debemos reclamarle a Dios diciéndole "¿por qué no haces nada por ellos?", no sin antes tomar en cuenta que nos hizo a nosotros. jesus50@hotmail.com