Llegar a la estación

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Nunca me pensé abuelo, me comentó mi amigo. Es algo que me llegó como llegan las estaciones, sin una sala de espera, como una suave, imperceptible transición del verano al otoño.
Los acontecimientos de la vida suceden: el nacimiento, las graduaciones de los hijos, las despedidas, la bodas y las separaciones. Tienen un antes y un después definido, concreto; ocupan un espacio, un tiempo que termina.
Ser abuelo no es un acontecimiento, es un nuevo estado que se va adquiriendo, una forma de ser desconocida que tiene un principio muy esperado, el milagro siempre sorprendente de un niño-nieto recién nacido, pero dura toda la vida.
Empezar a ser abuelo es iniciar un camino (de experiencias) que se hace camino al andar. Las experiencias del nuevo camino van apareciendo con las miradas y caricias de los nietos, sus preguntas siempre nuevas que nos descubren lo importante ¿de qué color es el Sol, abuelo? ¿Por qué las tortugas tienen concha? ¿por qué se secan las flores?, su alegría de ver volar un papalote, de reírse con un payaso, de jugar con un perro, la sorpresa de sus tristezas y de sus motivos, sus corajes y rebeldías tan respetablemente infantiles... compartir todo eso, ser testigo-espectador-participante íntimo y cercano es lo que va construyendo el ser del abuelo, un nuevo camino del mismo caminante.
Pero no es así, ya no es el mismo. De la misma manera que el hombre o la mujer no son el mismo caminante después de que tienen un hijo, así el abuelo recorrerá un camino nuevo que le añadirá una nueva dimensión a su vivir.
Caminar el camino de la vida acompañando los ensayos del vivir de los nietos es algo que solamente los abuelos saben lo que es y lo que significa. Es una experiencia tan única que, como toda experiencia humana, solamente se puede conocer viviéndola de manera cotidiana. Hay películas y novelas que describen a la abuela o el abuelo, son ventanas que nos permiten atisbar un poco del ser del abuelo/a, de manera virtual o vicaria nos acercamos a su realidad... pero eso es solamente una descripción muy limitada de la experiencia abuelística. Se puede describir su rol sociológico, sus funciones en las diferentes épocas y culturas, sus derechos legales, su influencia en la educación y las costumbres, su marginación, explotación o atención y respeto en la familia y en la sociedad. Todo esto es muy encomiable y necesario, pero saber en qué consiste la experiencia humana que construye el ser del abuelo/a, es un conocimiento tan personal y subjetivo que solamente se adquiere viviendo las experiencias de la interacción con los nietos/as.
No trate de pensarse abuelo de manera prematura, es inútil ese pensamiento. No le pida a su razón lo que solamente su corazón podrá descubrir. El pensamiento no puede anticipar la experiencia, cada etapa de la vida tiene una hermosa novedad escondida para la razón y solamente se disfruta cuando el corazón la experimenta y la conoce.
Los abuelos tienen un gozo secreto que no pueden compartir a los que no han llegado a esa estación de la vida.