Regreso a clases 2021: una decisión apresurada
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Docentes y familias ponen dinero de su bolsa para echar a andar las escuelas. pero en muchos planteles faltan servicios como agua potable, luz y drenaje. la pregunta es obvia: ¿debimos esperar un poco más para volver a clases?
El ejido “Rancho de Afuera” es un pequeño poblado en el desierto, a 10 kilómetros de la ciudad de Torreón, Coahuila. Sus calles no tienen pavimento. Las casas miden unos 40 metros cuadrados. Y mientras el canto de los gallos recibe el amanecer, un grupo de mujeres acompaña, a pie, a sus hijos hasta la entrada de la escuela primaria “Presidente Lázaro Cárdenas del Río”.
Pasó un año y medio sin que los niños pisaran las aulas. Fue en marzo de 2020 cuando, con la cuarentena, se suspendieron las actividades colectivas.
En la entrada, un hombre y una mujer con cubrebocas, reciben a los alumnos. Les dedican sonrisas a los niños. Hace mucho que no se ven en persona. Pero como el gesto no se ve, exageran la mueca y se les marcan los pliegues en los ojos.
José Balderrama, director y maestro de quinto y sexto grado, apunta a la frente de los infantes con un termómetro de infrarrojo que le prestó su esposa (maestra de otra escuela), para después colocarles gel antibacterial que compró con su dinero un par de días atrás.
Entre él y la maestra Mariana Romano, de primer y segundo grado, constantemente voltean hacia los lados, para verificar que ningún trabajador de la Secretaría de Educación o del Instituto Coahuilense de la Infraestructura Física Educativa (ICIFED) arriben al lugar.
Tanto los maestros, como los padres de familia, están conscientes de que la escuela aún no tiene permitido abrir sus puertas al alumnado.
La primaria Lazaro Cardenas no está dentro de la lista oficial de escuelas autorizadas para el regreso a clases presenciales. Sin embargo, para la comunidad, volver a las aulas es más importante.
Aquí hay un detalle importante. Mientras los niños ingresan con sus uniformes, mochilas y cubrebocas, hay un maestro ausente. Gustavo Hernández, está en cuarentena en su hogar. Su esposa y él enfermaron de COVID-19. Víctimas de la tercera ola. Víctimas de la alza de contagios.
Y es que la pandemia todavía no acaba. Pero con todo y eso, el pasado 23 de agosto regresaron de manera presencial 135 mil 230 centros educativos en todo México. Estos son 12 millones 639 mil 915 alumnos, y un millón 200 mil 245 maestros, según datos de la Secretaría de Educación Pública.
La profesora Flor Estela Rentería Medina, coordinadora de Servicios Educativos en La Laguna, dijo que 300 escuelas estaban listas para regresar a clases presenciales luego de un diagnóstico realizado por la Secretaría de Educación Pública. En este estudio participó también la Secretaría de Infraestructura.
Así, en la región se confirmó que 802 planteles educativos, el 40 por ciento de las escuelas públicas de La Laguna, estaban en óptimas condiciones respecto a salubridad e infraestructura.
Pero, ¿cómo se viven estas cifras de cerca, cómo se encarnan estos problemas?
El verano pasado, durante la cuarentena, la escuela “Presidente Lázaro Cárdenas del Río” sufrió el robo de los aparatos de aire, treinta metros de cable eléctrico, y la bomba de agua que abastece los baños.
Se presentó una denuncia ante las autoridades municipales y la Secretaría de Educación del Gobierno del Estado de Coahuila (SEDU), pero hasta la fecha no ha habido solución.
–La escuela estaba en pésimas condiciones, y se lo advertimos a las madres de familia. Estaba lleno de hierbas, polvo y escombros. Animales muertos, arañas en las aulas, y por supuesto, el robo de aparatos e inmobiliario –comentó Balderrama.
Como en la mayoría de las escuelas públicas, este plantel tiene una mesa de madres y padres de familia. La presidenta a cargo es María del Socorro Silva, de 42 años de edad (tres de ellos en el puesto). Se encarga de pedir cuotas, proteger parte del inmobiliario de la escuela y dirigir jornadas de limpieza.
–Ha sido complicado, cansado, estresante. Batallamos mucho para conseguir dinero, pero lo que hacemos, lo hacemos por nuestros hijos. No pueden seguir perdiendo más días de clases. Y claro que es primordial la salud, por eso estamos haciendo todo lo posible para que una comunidad como la nuestra tenga un regreso seguro –dijo Socorro.
De hecho fue la sociedad de madres y padres de familia quienes, de manera voluntaria, limpiaron toda la escuela. Otorgaron escobas y trapeadores, y donaron doscientos pesos para comprar más productos de limpieza y un termómetro que al momento de la entrevista aún no llegaba por paquetería.
En las vacaciones de verano de 2021, la escuela realizó un reporte de las condiciones de infraestructura. Dicho reporte se mandó al ICIFED en Saltillo, que en conjunto con la SEDU, son las encargadas de solucionar el problema de vandalismo y reestructuración de los centros educativos.
La escuela “Lázaro Cárdenas”, en conjunto con otras ocho escuelas ejidales, pertenece al sector cuatro, de la zona escolar 549. De las nueve escuelas, solo tres tienen permitido regresar con base en la lista oficial. Aún así, siguen sin tener respuestas favorables.
Los directivos, a través de un grupo de WhatsApp, se han estado comunicando unos con otros; constantemente llegan mensajes, donde la falta de apoyo en materiales escolares, productos de limpieza, gel antibacterial, y termómetros de infrarrojo.
Debido a esto, los profesores, con la ayuda de padres de familia, deben adquirir los productos bajo sus propios medios.
–Escucha lo que acaban de decir en el grupo –menciona José mientras lee en su celular–. “Ayer vinieron los de Infraestructura. Se les nota que no tienen dinero. Solo vieron qué hay y qué no. No nos dieron ninguna solución” –lee directo del celular–. Y aquí otro profe dice: “A nosotros nos dijeron que nos iban a dar una pintadita y ya, para que entren los niños. Pero nos falta todo”.
A nivel estatal, la SEDU registró que de las 4 mil 98 escuelas públicas en todos los niveles; mil 89 escuelas se encuentran en condiciones para volver, mil 375 no están en condiciones, y mil 634 no se tiene registro aún.
José comentó también que recibieron un comunicado oficial por parte de la SEDU, en el que les recomendaba apoyarse unos a otros entre directores del sector, para dialogar con dueños de empresas locales, o con los mismos municipios de gobierno para pedir ayuda y así lograr que se reactiven las escuelas.
Según el ICIFED, de los 3 mil 200 planteles de educación básica que hay en Coahuila, se reportaron 500 escuelas vandalizadas o con robos en su infraestructura física.
Al respecto, Higinio González, secretario de educación en Coahuila, informó que las mayores afectaciones se reportaron en los municipios de Torreón y Saltillo. Ahí se aglomera el número más alto de escuelas de nivel básico e indicó que se requieren aproximadamente 30 millones de pesos para restaurarlas.
–La Secretaría de Educación se quiere deslindar de la responsabilidad. Nos obliga a no pedir ninguna cuota de inscripción, pero si no cobramos esa cifra a los padres, ¿quién nos la dará? ¿Quién repara los daños? –sentencia José–. Nos corresponde a la mesa directiva y a la mesa de padres solucionarlo.
Además de esto, está el factor humano, el lado personal de la historia.
En la primaria “Presidente Lázaro Cárdenas del Río” asisten 50 alumnos. De ellos, según José, la mitad presenta rezago educativo derivado de la pandemia, la falta de equipo tecnológico, y el poco tiempo que tienen los padres para ayudarlos con sus tareas escolares.
–Lo que más nos preocupa son los niños, por supuesto. Desde hace mucho perdieron el entusiasmo. Tardaremos mucho en recuperarlos, académicamente hablando. Por eso, el regreso a clases es urgente para nosotros –señala el director.
El Banco Mundial estima que, en todo el mundo, 120 millones de niños en edad escolar han perdido un año completo de escolaridad. Mientras que en México, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) señaló que los estudiantes mexicanos podrían haberse atrasado dos años en el nivel educativo.
Dejan la escuela hasta que todo mejore
Azucena Vázquez, de 31 años, es madre de dos niños. Uno de tres y ocho. Vive en la colonia Rincón de la Merced, al oriente de Torreón. Una colonia en donde todos los días, vecinos lidian con la delincuencia, la fuga de aguas negras, y la falta de recursos económicos.
Ella no quiere que su hijo mayor vuelva a la escuela primaria “Profesor Víctor García Carreño”. Durante toda la cuarentena, ella estuvo encargada de apoyar a su hijo en tareas y trabajos y en dar pequeñas cuotas para la rehabilitación de la escuela.
–La escuela aún no está lista. Los profes no están listos. Ni nuestros hijos lo están –exclama Azucena con los brazos cruzados–. Los rateros se llevaron todo. No hay agua en los baños, no hay luz, ni aire. ¿Cómo quieren que mandemos a nuestros hijos así? Desgraciadamente nosotras somos las que tenemos que pagar todo el desmadre. Y eso: nomás algunas. Porque la mayoría de aquí no tiene ni para ellos mismos.
Las palabras de Azucena no les son ajenas. Ella misma ha estado lidiando con crisis económicas. Es madre soltera. Y no puede solventar más los gastos que le piden en la escuela. Ha tenido que conseguir dos trabajos de medio turno, por lo que ya no puede estar al cuidado de sus hijos como a ella le gustaría.
–Ahorita vine a despedirme de los maestros y a decirles que mi hijo no va a estar este ciclo. Se tomará un descanso. La verdad es que ya no podemos en línea, no es lo mismo que estar en presencial. Y no creo que regresen pronto. Él a cada rato me llora.
En abril de 2020, a la escuela primaria “Profesor Victor García Carreño” le robaron doce aparatos de aire, cable eléctrico y la bomba de agua. Además les dañaron las chapas, ventanas, y baños. Por fuera está completamente grafiteada. Las bancas de los salones están rotas y hay hierbas malas por todos lados.
El director de la primaria, Eder Olivas, asegura que pusieron una denuncia ante las autoridades. Y el trámite iba bien hasta que la aseguradora de la escuela les pidió que los motores de aire estuvieran foliados y sellados, uno por uno. Lamentablemente, el inventario que tenían solo venía en general bajo el nombre de “aparatos de aire”, en vez de por piezas.
Según el precio más barato en el mercado de los motores de aire, cada uno costaría, en promedio, mil 800 pesos. Siguiendo esta lógica, en total serían 21 mil 600 pesos, solo por los doce motores robados.
Pero si se observa el estado de la escuela en la actualidad, el costo es excesivo.
El director Olivas comenta que las cuotas son voluntarias, y por tanto, de los 270 alumnos que hay, apenas la mitad de los padres de familia puede pagar 200 pesos. De ahí, se reduce el monto total a quienes quieran aportar.
Hasta ahora, el único apoyo ha sido brindado por padres y maestros. Juntos tuvieron que arreglar el problema del aire, agua potable, y baños, siendo estos, requerimientos básicos para el regreso a clases presenciales. No obstante, costear todos los gastos requerirá más tiempo del pensado.
En lo que va del año 2021, según la SEDU, de las 4 mil 98 escuelas de todos los niveles que hay en el Estado, 294 no cuentan con agua potable y 393 carecen de drenaje.
–No nos apoyan. Lo que nos dan parece un chiste: un galón de cloro para toda la escuela y ya –menciona la maestra de quinto grado, Blanca Martínez, con un tono de voz alto y grave–. Solo dan órdenes desde arriba, desde la oficina, pero no vienen a checar directamente. Muchas veces les hemos pedido dinero, pero desgraciadamente nunca llega ese apoyo.
–¿Cómo se sienten? –pregunta el reportero.
–Prácticamente estamos solos. Los docentes se las tienen que arreglar para dar las clases con lo que tengan. Andamos poniendo de nuestro dinero, cosa que se me hace totalmente injusto –responde Eder–. En una escuela como esta, de bajos recursos, nos sentimos completamente olvidados.
¿Qué hay de la salud mental?
Un tercer ejemplo es la escuela Presidente Lázaro Cárdenas del Río, en el municipio de Matamoros, Coahuila. Tiene 330 alumnos y las cosas no van mejor. Les robaron el cableado eléctrico, aparatos de aire acondicionado, y computadoras portátiles. Además están salones con poca ventilación por las ventanas selladas. Tiene bancos y mesas rotas. La parte externa de las instalaciones están grafiteadas.
–Nos saquearon lo más importante para regresar. Desde mayo pusimos la denuncia pero las autoridades no nos dan fecha para solucionarlo. Llamadas, llamadas y llamadas. Más de la mitad de las mamás quieren que sus hijos regresen a clases –dice Raquel de Lores Escobedo, directora de la primaria.
–¿Qué le dicen?
–Hay un 50 por ciento que no quiere que sus hijos regresen por miedo al contagio. Pero hay otro 50 por ciento que les urge volver ¿Sabes por qué? No es porque no puedan cuidar a sus hijos, sino que la salud mental de estos, sobre todo de los más chiquitos, está muy mal –sentencia la directora.
Madres y padres de familia han platicado en los últimos meses con la plantilla docente. Esto bajo el argumento de que la mayoría de sus hijos, que en su mayoría cursan entre segundo y cuarto grado, sufren de irritabilidad, ansiedad y falta de concentración, entrelazadas con problemas de aprendizaje.
Durante una de las conferencias en Palacio Nacional del presidente Andrés Manuel López Obrador, el representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), Luis Carrera, expresó que la pandemia ha sido un periodo en el que la salud mental de los niños y niñas ha ido en decadencia. Por eso el regreso a clases presenciales era necesario.
–¿Cómo le haces en estos casos? Nosotros, en esta escuela, no estamos preparados. La salud mental de los niños está por los suelos, el nivel educativo también. A todos nos urge volver, pero no es posible porque no nos echan la mano con todo lo que nos hace falta –señala Raquel de Lores.
Laura Ramirez, de 35 años, pide ocultar su identidad para que su hijo Ernesto, quien cursa el cuarto año de primaria, no tenga repercusiones.
Ernesto tiene Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad diagnosticado, y Laura admite que desde que comenzó el encierro por COVID-19 su salud mental ha empeorado.
–Como su madre, soy la persona que lo cuida, le hace de comer, le hace sus tareas, trabajos, lo entretiene y juega con él. Es un niño que se distrae mucho, grita mucho, juega mucho –dice Laura, a través de una llamada telefónica– Ha tenido muchos problemas con la escuela en línea.
–¿Qué tipo de problemas?
–Se desespera mucho y llora constantemente conmigo, al punto de golpearse y gritar en plena clase. Hubo veces que ya no quería estar sentado frente a la computadora, pero mi ex marido me lo golpeaba si no lo hacía –responde Laura–. Muchas personas me dicen que debería sacarlo de estudiar, pero yo solo quiero que siga estudiando.
La falta de convivencia con otros niños de su edad, el encierro, y la violencia doméstica, hicieron que Ernesto sufriera de ataques de ansiedad, pues según Laura, los gritos y constantes golpes a objetos, o a sí mismo, se volvieron parte de la rutina.
–Creo que es necesario regresar, pero sé que la escuela no cuenta con las condiciones para volver pronto. Y pues no tenemos el dinero suficiente para pagarles un colegio. Por lo menos, cuando todo era presencial, Ernesto era distinto. Las maestras y sus compañeros sabían tratarlo, y él se sentía menos estresado, más libre.
Para la mejora de la salud mental de niños y niñas, especialistas del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, alertaron la urgente necesidad de regresar a las aulas y retomar la rutina que se tenía antes de la pandemia, siguiendo estrictamente las medidas sanitarias recomendadas por la autoridad.
¿Pero qué pasa cuando no todas las escuelas cuentan con los recursos y apoyos necesarios para regresar?
La experta y asesora de la Organización Mundial de la Salud, Marilú Acosta, advirtió que en el país, a comparación de la Unión Europea, el problema del retorno a clases presenciales es que no todas las escuelas son iguales, ni la gente tiene las mismas características y oportunidades. Por lo anterior, es muy complejo garantizar un regreso seguro.
–Lo que se debió haber hecho es un análisis para encontrar alternativas sobre cómo mejorar la salud mental de los estudiantes. Cómo de la noche a la mañana pueden decir: vayan a la escuela como si nada hubiera pasado. No todos van a tener la herramientas para saber manejar este nuevo cambio de vida –externó Marilú Acosta.
Nadie estaba listo
En la calle Juan Pablos, en la zona centro de Torreón, se ubican siete planteles educativos entre privados y públicos. Solo tres han regresado presencialmente: las privadas. Las otras cuatro escuelas públicas del sector siguen sin recibir apoyo gubernamental por el robo y vandalismo de sus instalaciones.
De acuerdo a la Secretaría de Salud, del 30 de agosto al 10 de septiembre de 2021, se registraron 11 mil 923 contagios de COVID-19 entre niños y adolescentes de cinco a 14 años de edad en todo México.
A fecha del 09 de septiembre de 2021, en Coahuila se han reportado 19 casos de contagios de COVID-19 tras el regreso a clases presenciales. Por ello que la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios “Rafael Ramírez” exigió al gobierno federal y a la SEP que se destinen mayores presupuestos a la mejoría de las escuelas.
Lo anterior porque, aseguran, que con las pésimas condiciones en las que se encuentran, aumenta el riesgo de que los estudiantes se contagien.
Pese a las recomendaciones y opiniones de cientos de especialistas en salud pública, respecto a condicionar las clases presenciales a la vacunación de niñas, niños y adolescentes estudiantes, como se hace en otros países, la insistencia por parte del Presidente de la República y de la Secretaría de Educación Pública fue más grande: no se hará así.
Hoy son miles los planteles educativos que el gobierno federal, la SEP, y la SEDU, tienen en abandono en cuanto a infraestructura, salubridad y programas de salud mental se refiere.
Ha pasado casi año y medio, y son hoy las madres y padres de familia, docentes y directivos, quienes bajos sus propios recursos, tiempo, y con el riesgo de salud que representa, han sacado adelante las escuelas para reincorporar a sus hijos.
El Gobierno Federal y Estatal ha demostrado su incapacidad para erradicar el virus, y no solo hablando del COVID-19, sino del virus social que representa la desigualdad educativa en México.