Lo más claro del momento histórico que vive el país, es la existencia de dos mujeres en contienda para dirigirlo: académica
Luz María Garay, doctora en Ciencias Políticas y Sociales, analiza el contexto electoral, y coloca al centro la cultura machista que -a pesar de todo- envuelve al país
México tendrá por primera vez en su historia a una mujer a cargo de la Presidencia de la República. Las dos punteras, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, son herederas de una larga lucha política desplegada durante décadas por mujeres dentro y fuera del sistema de partidos. Sheinbaum, ex jefa de gobierno de la Ciudad de México, es la candidata oficialista del bloque Morena-PT-Verde Ecologista.
De acuerdo con la totalidad de las encuestas, concentra de manera sustancial las preferencias del voto. La senadora Gálvez, candidata del opositor PAN-PRI-PRD, registra un tímido crecimiento en las mediciones, pero se ubica muy por encima del único varón en la contienda, Jorge Álvarez Máynez, de Movimiento Ciudadano. El escenario parece claro. Sea con una o con otra, el país vivirá un hecho inédito. Aún así, la violencia política y digital de la que ambas son objeto, recrudece conforme se aproxima la jornada electoral. La construcción de narrativa negra se ha convertido en el sello de las contiendas presidenciales, pero en este caso se unen al de la descalificación por el hecho de tratarse de mujeres. Eso ha generado, dice Luz María Garay Cruz, profesora investigadora de la Universidad Pedagógica Nacional (UPNAjusco), impacto en segmentos de la población que se alinean a favor de cualquiera de ellas, o de los modelos de nación que promueven.
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“Hay toda una estrategia detrás de los ataques orquestados por distintos grupos de poder económico y político que van colocando una narrativa de descalificación de un lado y del otro. Hay también mucho trabajo orgánico detrás de estas narrativas, en las que la gente coloca realmente lo que piensa. Pero considero que, por el hecho de ser mujeres, las dos sufren el mismo tipo de cuestionamiento y descalificación. Y ya si le metemos el matiz de los partidos políticos a los que ellas representan, vamos a encontrar cualquier probabilidad de agresiones”, explica. “En el pasado el INE realizó estudios sobre ello y hoy lo realiza la Universidad Autónoma de Nuevo León, un monitoreo de medios para ver cuánto tiempo están, que tipo de mención tienen. Y hay un dato muy específico, el que tiene que ver con mención negativa, positiva y neutra, y ahí es donde se puede ir pulsando cada 15 días cómo hay un equilibrio de menciones negativas”.
Doctora en Ciencias Políticas y Sociales, Garay es especialista en comunicación educativa, tecnologías de la información y modelos alternativos. En tal calidad, analiza el contexto de las dos candidatas, y el inminente arribo de una de las dos a la titularidad del Poder Ejecutivo.
-¿Cuál fue el recorrido que vivió el país para llegar a este momento, en el que se tendrá por primera vez a una mujer a cargo de la Presidencia de la República?
-Es un tema complejo. Hay muchos factores que deben sumarse. De entrada, es necesario hacer el recuento histórico del papel que han jugado las mujeres en la historia política moderna del país. Hablamos de ciertos ejercicios de la democracia en donde las mujeres dentro de los partidos políticos comienzan, si no a ganar puestos por votación, a ser elegidas para participar en espacios políticos. Tenemos el caso de Patricia Mercado, que en un primer momento tuvo algunas funciones y posteriormente comenzó a ganar espacios a partir del voto. También el de Beatriz Paredes o el de Dulce María Sauri. Mujeres que fueron abriendo una agenda feminista dentro de la política en México. Son algunas de las representantes en la Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing y de las discusiones en donde justo se empieza a hablar de esta necesidad de generar condiciones de igualdad para las mujeres. Y eran mujeres que actuaban ya desde plataformas políticas de los partidos para puestos de elección popular.
En ese camino se han ido sumando no todas las que quisiéramos, pero sí cada vez más mujeres que se presentan como parte de las plataformas electorales a distintos cargos municipales, estatales y federales con distintos partidos políticos o de manera independiente, y entran en esta dinámica de buscar el voto. Ese es un proceso que me parece definitivamente un ejercicio democrático, porque presentan sus propuestas ya sea de manera independiente o cobijadas por los partidos políticos o como parte de los partidos políticos. Buscan el voto, y muchas veces han obtenido el triunfo. Sería el ejemplo de Claudia Sheinbaum, que en 2018 gana la elección para ser gobernadora de la Ciudad de México, y lo hace en un proceso democrático.
Más que una serie de factores que se suman, me parece entonces que se ha hecho una suerte de camino y de trayectoria de las mujeres, que se suman al proceso político formal del país. Ahora, en la última década hemos visto un impulso muy fuerte para la participación de las mujeres en distintos escenarios de la vida política del país, que no necesariamente tiene que ver con esta política formal de partido y elección, sino mujeres que comienzan a tener espacios importantes en organizaciones no gubernamentales, en algunas colectivas que son muy poderosas y que comienzan a colocar también sus temas en la agenda y que van encontrando aliadas en aquellas mujeres que sí están en estos espacios como figuras públicas. Las secretarias de gobierno que se sumaron, por ejemplo, no solo en este sexenio, sino desde antes, terminan por generar alianzas importantes para que cada vez haya mayor visibilidad de las mujeres en todos estos espacios, lo que me parece central porque en términos de lo formal es un acceso a cargos públicos en donde las mujeres toman decisiones, y eso es un tema clave de toda la lucha feminista porque abre la posibilidad de igualdad para el ejercicio de los derechos y el derecho político.
-Varias entidades del país han estado o son gobernadas por mujeres. ¿Qué impacto ha tenido ello en el manejo de la agenda y de la política pública?
A partir de la información, de los datos estadísticos, los niveles de aceptación que tienen muchas de las propuestas y programas que implementan mujeres en distintos espacios de gobierno, se percibe un cambio en muchos sentidos. Uno es cuando revisamos cuántos ejercicios de política pública van derivando en acciones concretas que van colocando la agenda de género y van permitiendo que no solo tengan cabida, sino que se materialicen en considerar a las mujeres como sujetos políticos para promover la participación.
Pensar, por ejemplo, en la formación de cuadros de mujeres jóvenes que realizan no solo los partidos políticos, sino también algunas entidades. Lo que vemos es cómo se van incorporando cada vez más mujeres en la toma de decisiones y, evidentemente, eso genera de manera concreta beneficios para las mujeres. Y también en un escenario de lo simbólico, si pudiéramos llamarlo así, porque abre el camino a las acciones de mujeres jóvenes y nos dice que el espacio de las mujeres, es también el espacio público y no solo el espacio doméstico, en donde estábamos confinadas por una razón de género.
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Ahora, que eso ya nos permite echar las campanas al vuelo y pensar que cambió todo el sistema político y toda la mirada que hay sobre las mujeres en la práctica política, pues no. Tenemos mucha evidencia de que o es así, cuando por ejemplo le echamos un vistazo a las redes sociales en sus distintas versiones y vemos cómo se da la violencia digital por razón de género a mujeres que están en el ejercicio de la política, ya sea como candidatas, gobernando o como funcionarias, y cómo sigue habiendo una suerte de cuestionamiento, descalificación, violencia de distinto tipo sexual, pero sobre todo de violencia política. Eso nos da una muestra de que, si bien han habido cambios relevantes, sigue habiendo un discurso de descalificación. Por fortuna, eso no ha impactado en la reducción del número de las mujeres participando, sino que todo lo contrario. El ejemplo más claro este momento histórico en el país, en el que las dos contendientes más fuertes que buscan dirigirlo, son mujeres.
-El gobierno de Andrés Manuel López Obrador es el que más secretarías de estado ha encomendado a mujeres. Sin embargo, el presidente no ha logrado sacudirse la etiqueta de misógino cuando, por ejemplo, descalifica las marchas feministas, o la incomodidad manifiesta cada que se le señalan los índices de feminicidio. ¿Por qué ocurre este desfase entre la evolución misma de las políticas públicas, el diseño de un gabinete, el discurso y la sociedad misma?
Sin duda existe. El hecho de que las figuras en el ámbito de lo político, sean hombres o mujeres, puedan enunciar discursos con perspectiva de género, evidentemente es muy importante porque van colocando las narrativas con la población. Pero lo que no podemos olvidar es que la población, justamente, tiene toda una carga ideológica muy potente, muy contextualizada, de algo que nos permitiría explicar, por ejemplo, porqué López Obrador -y esa es una de las críticas más constantes que se le hacen- tiene un gabinete con mujeres a cargo de carteras de gobierno y al mismo tiempo tiene ciertas ideas o realiza ciertas declaraciones que nos dejan ver que es un señor de sesenta y muchos años, que evidentemente tiene toda una carga y una concepción que le cuesta trabajo, no sé si romper, pero sí desestructurar; de pensar y repensar que el mundo ha cambiado, que la sociedad o un sector importante de la sociedad, ha cambiado fuertemente.
Por otro lado vemos esto del ataque contra las mujeres, y ahí podemos ver que la agenda política coloca temas muy relevantes para las mujeres y sus derechos, pero también para las comunidades de la diversidad sexual, y socialmente vemos que persiste no solo una alta tasa de feminicidios en el país, sino un altísimo número de crímenes de odio por temas de homosexualidad, por ejemplo. Entonces, ¿qué es lo que sucede? Que en el discurso somos sujetos de derecho las mujeres y las personas de la diversidad sexual, pero en la práctica social siguen existiendo una serie de tabúes, de prejuicios, de estigmas que van generando esta discriminación.
Desde luego hay un desfase entre lo que se marca desde las agendas políticas y lo que sucede entre la gente. Ahora, ¿ya está todo perdido? Desde luego que no. Las generaciones más jóvenes nos están dando lecciones importantes de cómo piensan y cómo están repensando su actuar político y su cotidianidad en relación con estos temas. El 8M vimos la marcha multitudinaria de mujeres en todo el país, que más allá de quién esté a cargo de la presidencia, el problemas de las mujeres no se resuelve en México.
-Muchas de estas mujeres jóvenes vivirán su primer proceso electoral. Aunque se trata de un segmento poblacional que históricamente rehuye al voto. ¿Influirá el hecho de tener a dos candidatas punteras?
Especulemos un poco. Confío en que las mujeres jóvenes saldrán a votar. Y que voten por cualquiera de las dos, porque aquí no estamos para decir qué candidata nos parece mejor. Hablamos de que las dos son mujeres, y que a las dos las escuchamos en entrevistas, en los spot, en sus mítines, decir que es tiempo de mujeres. Cuando hablan y enuncian estos discursos, están pensando justamente en ese número de mujeres que estamos en el padrón, y creo que están colocando también esta mirada generacional, porque son muchas las mujeres jóvenes que vivirán su primera elección federal y que están muy activas, políticamente hablando. Yo no creo que estén metidas o interesadas en esta política formal-institucional de partidos políticos, y eso podría frenar un poco su participación en las urnas. Pero de que están activas políticamente, saliendo a marchar, organizando colectivas, cerrando universidades, evidenciando abusos, acoso y demás, lo están. De ahí a que esa actividad política de las mujeres jóvenes, logren las candidatas llevarla a las urnas, tenemos unas cuantas semanas para verlo. No creo que las mujeres jóvenes confíen todo, sobre todo con el sistema político que tenemos. Puede existir la esperanza de que saldrán a votar, porque se trata de dos mujeres, o hasta por una cuestión de solidaridad de género. Pero si se atraviesan otros factores de descalificación que emanen de los partidos políticos, puede frenarse la participación de estas jóvenes.
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-¿Qué escenarios pueden esperarse en la agenda pública con una mujer en la presidencia?
Creo que habrá cambios por el hecho de ser mujer quien dirigirá al país. Decir lo contrario sería absurdo. Pero sobre todo, porque hay toda una genealogía de mujeres en la política de este país que fueron abriendo estos espacios, independientemente de los partidos políticos. Hay que recordar a todas estas mujeres dentro de la política mexicana que fueron a Beijing y que hablaron y dijeron y lograron que el gobierno de México firmara la carta para erradicar violencia de género, y generar condiciones de igualdad. Fueron cambios muy importantes para las trabajadoras, que fueron a su vez abriendo el camino a generaciones nuevas, que nos permitieron comprender que nuestro espacio también es el espacio público. Esto debe ser también un ejercicio de justicia social para estas mujeres políticas que nos permitieron ser incluidas cuando vivimos excluidas. Pero cuando logramos estar en estos espacios de ejercicio del poder y tomar decisiones, vemos que seguimos siendo cuestionadas y descalificadas por el hecho de ser mujeres, es necesario recordar lo que han hecho y siguen realizando las mujeres de este país.
Entonces, el hecho de que sea una mujer la que esté al frente del próximo gobierno sí va a tener que generar cambios palpables, considerando a la población de mujeres y sus problemáticas, que aun no alcanzamos estos niveles de igualdad. Condiciones que vemos de manera cotidiana, por ejemplo con el trabajo doméstico no remunerado, con esta economía de los cuidados. Y no se trata nada más de que ellas digan que esto no seguirá igual. Hay mucho trabajo qué hacer en el tejido social para modificar esta forma de pensar, esta carga ideológica que tiene que ver con el género. No es, entonces, que las candidatas vengan y lo digan, y por ello me queda claro que lo van a colocar en la agenda, lo tienen que colocar en la agenda para seguir trabajando en esa búsqueda por la igualdad e ir rompiendo los famosos techos de cristal.
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