2024: Otra vez... el menos malo. Radiografía de los candidatos presidenciales

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El postmodernismo nos ha puesto en el punto de cuestionar los grandes metarrelatos incluyendo el tema del fin de las ideologías, eso al momento está claro. Pareciera que a los ciudadanos en general les da lo mismo una cosa que la otra, y en el tema de los partidos el corrillo que suena es que “los partidos no son importantes, sino los candidatos”, y entonces “yo voy por la persona y no por el partido”, o simplemente “no me queda otra que votar por el menos malo”. En esas andamos.
La ideología que representan es lo de menos. Se le olvida al grueso de quienes piensan así que siempre es importante que quien nos va a representar tenga una visión de mundo, de sociedad y de vida parecida a la mía. Probablemente el candidato no manifieste ser de derecha, de centro o de izquierda –hay a quienes no se les da el tema de la filosofía política y no saben a qué ala pertenecen, o se hacen los occisos para no comprometerse–, pero es tan simple reconocerlo y reconocernos.
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A ver, es tan simple; si a su candidato y a usted les agradó el gobierno de Fox y Calderón, pertenecen a la derecha. Si a usted le agradaron los gobiernos priistas –Peña Nieto, Zedillo, Salinas de Gortari–, que en su tiempo se determinaron de centro-izquierda, usted es de centro y hacia la derecha. Y si usted simpatiza con el Gobierno actual su ideología es de izquierda. ¿Hay algún problema en que usted esté en un ala o en otra? Ninguno, el asunto es que la forma de pensar y de operar –de su candidato– es diferente de quien está en cualquiera de las otras dos alas y, por lo tanto, sus preferencias políticas también.
Primero, la derecha es iusnaturalista y la izquierda iuspositivista. El iusnaturalismo está a favor de todo lo que tenga que ver con la ley natural. Por ejemplo, en el plano moral: el aborto, la eutanasia, la pena de muerte, las relaciones entre personas del mismo sexo, entre otras cosas. Piensa usted así, es de derecha. El iuspositivismo –donde está la izquierda– piensa de forma opuesta.
En lo social, la derecha apuesta por los derechos individuales –la libre competencia, la propiedad y la no intervención del estado en la economía, el soporte del status quo– y la izquierda va por los derechos sociales –los programas de combate a la pobreza, legitimación de las clases vulnerables–, en concreto la justicia social, la búsqueda de mejores oportunidades para todos. En el centro-derecha o centro-izquierda se acomodan según les venga mejor, ¿le suena? Pues en este momento, las posiciones ideológicas –aunque algunos no lo saben, me refiero a los propios candidatos– ya están representadas. Xóchitl Gálvez (derecha-centro-izquierda e izquierda), Samuel García (centro-izquierda) y Claudia Sheinbaum (izquierda).
De derecha a izquierda. Xóchitl Gálvez presenta una mezcla rara que no habíamos visto en ninguna parte del espectro político, ni en México, ni en ningún otro sitio. Petróleo, agua y aceite juntos –alegoría para determinar la confusión ideológica que les está cobrando caro en las preferencias–. Como la mezcla ideológica que representa, no pinta y me da la impresión que no va a pintar.
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Personaje mimético en exceso. Cuando se trata de ir con campesinos, es campesina. Cuando se reúne con gente de pueblos originarios, es indígena. Cuando se reúne con empresarios es empresaria. Cuando comparte con perredistas –el otro partido de la alianza– es trotskista-leninista-marxista, si se trata de hablar de la pobreza ella vendió gelatinas. Increíble, muchas cosas que no cuadran. Abanderando partidos históricamente denostados y con muy poco capital político a la fecha.
Exsecretaria de Estado, exalcaldesa de una delegación en la CDMX y exsenadora de la República, que no ha sabido aprovechar –ofrezco disculpas anticipadas–, el desastre que sufrieron muchos hermanos nuestros y la campaña de descrédito de los medios más connotados al Gobierno Federal en este tenor, el tema de los fideicomisos y el relajo de la Suprema Corte, donde el Presidente ha enredado conscientemente la situación. Los dislates, los tropiezos, los errores, el teleprompter, la falta de improvisación, la sonrisa nerviosa, sus compinches tan achicharrados, entre tantas cosas le obnubilan el panorama.
En el centro y hacia la izquierda, Samuel García. Dos estados, Marianita y su animadversión sistemática al prianismo, son sus fortalezas. Promesas incumplidas, una boca en extremo floja, una confrontación permanente con el Congreso de su estado, como dice una cosa dice la otra, sin rumbo, sin brújula; con una crisis hídrica del tamaño del mundo, una contaminación terrible y una compleja situación de inseguridad en el Estado de Nuevo León, así busca llegar a la grande por Movimiento Ciudadano. ¿Samuel García al centro y a la izquierda?
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Un chico multimillonario que llegó a la gubernatura por razones extrañas –ojalá y alguien pudiera explicar sensata y objetivamente cómo lo logró–, dicen que fue el descrédito y desprestigio de los partidos, el fuelle de la influencer –su esposa– entre los jóvenes o el harto dinero que se invirtió en la campaña que siguen siendo razones insuficientes. Como sea, con sagacidad se ha colocado para convertirse en otra expectativa más para los electores mexicanos.
Finalmente, Claudia, a la izquierda. Científica, exjefa de Gobierno de la CDMX, capital político de sobra –23 estados de la República en poder de Morena, el partido que la arropa– y un Presidente que utiliza la fuerza del estado a su favor, independientemente de una personalidad descafeinada y con un discurso poco entretenido –como hoy le gusta a las mayorías–, serán quienes con toda seguridad estarán en la boleta. ¿Quién es el menos malo? En siete meses usted tendrá que decidir. Así las cosas.