He subido por la vereda al alto monte
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¿Recuerdas, Terry, cuando me acompañabas? Entonces eras perro joven, y siempre te adelantabas a mi paso. Luego, con los años, caminabas a mi lado. Después envejeciste, y yo debía esperarte para ir juntos.
Ayer, como te dije, fui a la montaña. Subí lentamente, igual que tú, pero pude llegar hasta la cima. Desde la cumbre vi el Potrero. Las casas parecían ovejas blancas que se hubieran detenido a descansar a la mitad del valle.
Sentí que estabas conmigo, Terry, mirándome mientras yo miraba. Hace mucho tiempo que te fuiste, y sin embargo aún estás aquí. Si te hubiera escuchado ladrar no me habría sorprendido.
De pronto vi a alguien que me veía. Me pareció conocido y fui hacia él. Era yo mismo, Terry. En la montaña uno se encuentra siempre a sí mismo. No nos dijimos nada: estamos acostumbrados a entendernos en silencio. Pero de pronto me dijo lo mismo que te dije a ti: “¿Recuerdas?”. “Sí, recuerdo” –le contesté. También en los recuerdos se encuentra uno.
¡Hasta mañana!...