EPN: Está solo y su alma
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Enrique Peña Nieto está solo, cercado por un México en el cual triunfan la muerte y la violencia. La corrupción y la impunidad.
Camina por el palacio, incapaz de generar ese poder que impone verdades a las multitudes porque nadie lo escucha. Su diálogo es con él mismo, y no concita aplausos. Es un rehén de los intereses creados que lo sentaron en la Silla Presidencial para abandonarlo por su ineptitud para fortalecerlos.
De saberlo, Enrique hubiera preferido ser ese personaje patriarcal de García Márquez que a pesar de ser hijo bastardo de una pajarera y “tener grandes y deformes pies y un solo testículo del tamaño de un higo, se convirtió en General del Universo de una República Tropical para gobernarla durante cien años”.
Pero Peña Nieto no es culpable del todo, porque “la afirmación más absoluta de la soledad -escribió André Malraux-, se produce en las más altas instancias del poder”, espacio en el cual, retumba el implacable tic tac del reloj de la historia que debilita al político cada instante que sucede.
Enrique perdió la capacidad de desafiar los designios de la historia para fijar con letras de oro su nombre en el parnaso del poder. Nunca entendió el país que le tocó gobernar y que Colosio definió, como “un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada; de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla”.
Tampoco entendió, cuando Luis Donaldo afirmó, que era “¡La hora de cerrarle el paso al influyentismo, a la corrupción y a la impunidad!” Era y “es la hora de la Nación”. Empero, su coraza blindada en Atlacomulco le hizo refractario a tales exigencias históricas.
Mucho menos entendieron el sentir del país, Aurelio Nuño, Jefe del Gabinete, cuando ante la profunda crisis de confianza pública del Presidente, espetó que la “estrategia de comunicación no estaba funcionando”. O qué decir de Luis Miranda, subsecretario de Gobernación, y amigo personal de Peña Nieto, quien “llenó las tesorerías de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) con más de 10 mil millones de pesos en menos de dos años”. Gracias a su “estrategia de negociación”, hoy la CNTE “es un movimiento social y político con presencia en el 70 por ciento del país, capaz de frenar las reformas constitucionales del mismo Presidente y tener de rodillas al Gobierno Federal y varios estatales”.
Del Procurador, Jesús Murillo Karam y su verdad cansada, aunque histórica, no hay más que decir. A menos que Luis Videgaray illumine el futuro económico del país con su negra bola de cristal.
Si ellos no lo hacen, ¿quién arropa en su soledad al Presidente? Ni los gobernadores. César Duarte, gobernador de Chihuahua, elevó la deuda de 17 mil millones de pesos en 2011 a más de 44 mil este año. Mientras es acribillado por haber obtenido un Banco con dineros públicos.
Su homólogo de Veracruz, Javier Duarte, habla desde una región considerada como una de las más peligrosas para ejercer el periodismo en el mundo. A lo que responde: “Antes se hablaba de balaceras y asesinatos, de participación de la delincuencia organizada, y hoy hablamos de robos a negocios, de que se robaron un Frutsi y dos Pingüinos en el Oxxo”. Ahí le paro.
Por eso el miércoles pasado, Peña Nieto conminó a los gobernadores, en la reunión de la CONAGO, a no “nadar de muertito, evadir la responsabilidad y dejar que sea el Gobierno de la República el único que afrente su responsabilidad”.
¿Y el PRI nacional? Éste terminó por descobijar a su presidente al felicitar a González Iñárritu por sus tres Oscar con esta frase: “Coincidiendo en el orgullo mexicano, es un hecho que más que merecerlo estamos construyendo un mejor gobierno. Felicidades”.
El país está en llamas. Las reformas estructurales paralizadas. La transparencia y la rendición de cuentas en proceso regresivo. El reciente Reporte de la Cuenta Pública 2013 ignorado. Los partidos se reparten las migajas electorales. La economía no crece. El 43 por ciento de los mexicanos no tiene un salario suficiente para comer. Todos nos sentimos inseguros. ¿Cuál mejor gobierno?
Enrique no entendió los designios de la historia. La soberbia lo aniquiló. Hoy el Presidente está solo con su alma. Mientras México no encuentra su rumbo, pero tampoco su alma.