Caminos peligrosos y la protección de San Cristóbal
San Cristóbal es uno de los santos que la Iglesia Católica, en su proceso para hacernos más parecidos a los protestantes, sacó del santoral luego del Concilio Ecuménico Vaticano Segundo. También quitó a San Jorge, lo cual explica la proliferación de dragones en el mundo, y sobre todo en Inglaterra, fenómeno que ha llamado poderosamente la atención de los científicos.
Por ahora no me ocuparé de los dragones, pero sí diré que sentí mucho la defenestración de San Cristóbal. Amable santo es ése. O era, pues en esto del santoral ya no sabe uno. Tengo miedo de rezarle a San José: a lo mejor el día de mañana otro concilio lo saca también de los altares y del calendario.
TE PUEDE INTERESAR: El Güero García, un personaje de Saltillo
El caso es que San Cristóbal era uno de mis santos preferidos. Y sigue siendo, porque en mis santos mando yo, dicho sea con el mayor respeto para la Madre Iglesia. Tendrán mucho poder los canonistas, pero el pueblo tiene mayor poder aun, y a mí me gusta más el pueblo que los canonistas. En el corazón de la gente San Cristóbal sigue siendo San Cristóbal. Se le puede ver en taxis, autobuses y vehículos de carga, y hay todavía numerosos templos dedicados a su patrocinio. Cuando voy a Puebla, y quiero visitar esa céntrica tienda tan excéntrica, Ikebana, donde venden flores de papel y soldaditos de plomo, le digo al taxista:
-Está frente al templo de San Cristóbal.
En el barrio de Los Sapos compré hace tiempo una preciosa imagen de San Cristóbal, tallada en madera y pintada por las manos de algún imaginero mexicano, o quizá guatemalteco, según me dijo el anticuario. Aparece el santo patrón de los viajeros en el momento de cruzar un río. Las aguas están representadas por azules rizos entre los cuales se puede ver algunos peces, una tortuga y una rana. San Cristóbal -que era un gigante- ha arrancado una palmera para usarla como bastón. Sobre el hombro izquierdo lleva al Niño Jesús, que le pidió lo pasara a la otra orilla. Conforme caminaba el gigantón, la leve carga del pequeño se le iba haciendo más pesada, hasta que casi lo hizo doblegarse antes al llegar a la ribera. Y es que el divino infante traía el mundo en sus manitas, y el mundo sí que pesa. La imagen tiene al pie estos versos:
Un poder tan sin segundo,
Cristóbal, reside en vos,
que, cargando al mundo Dios,
vos cargáis a Dios y al mundo.
Algún versificador travieso comentó:
Un pensamiento profundo
me asalta, Cristóbal, y es:
cuando cargabas el mundo
¿dónde ponías los pies?
Yo digo que San Cristóbal sigue protegiendo a quienes andamos en el camino, seamos choferes o conferencistas. Sin embargo hay tanto peligro ahora en algunas carreteras que transitar por ellas, sobre todo en la noche, se ha vuelto riesgo tan mortal que el pobrecito santo debe haberle dicho a Dios:
-De plano, Señor, ahí sí me rajo.
Y eso a pesar de que es gigante.
Encuesta Vanguardia
https://vanguardia.com.mx/binrepository/1024x1024/0c0/1200d801/none/11604/FVFQ/01-1_1-7285511_20231020013342.png
$urlImage