Conejo muerto con olla de cobre. Analogías y diálogos delirantes
¿Un acto creativo es solo el que se ejecuta por medio de la voluntad? ¿Solo los creadores pueden ejercer este acto creativo o este acto mismo es un recorte limitado de un acto mayor: el del universo generado por la naturaleza?
Un conejo muerto yace junto a una olla de cobre. Georgia O’Keeffe lo pintó en 1908, el mismo año en el que cayó un meteorito en el río Podkamennaya Tunguska, allá en la lejana Siberia. Su fuerza de más de 30 metros de circunferencia liberó una energía equiparada a cientos de bombas de Hiroshima, dejando abiertos como pétalos, a pinos y otros seres que cayeron fulminados.
Un conejo al que se le quitó la vida para que alguna familia comiera, junto al cobre modelado por ciertas manos, es un acto humano. Una saeta del espacio profundo que entró y acabó con flora y fauna, dejando una roca conformada por cobre y otros elementos como hierro, paladio y cobalto, es un acto de la naturaleza en donde la voluntad no interviene.
¿Un acto creativo es solo el que se ejecuta por medio de la voluntad? ¿Solo los creadores pueden ejercer este acto creativo o este acto mismo es un recorte limitado de un acto mayor: el del universo generado por la naturaleza?
¿Qué es lo que mira una creadora o un creador? ¿Qué le inspira? Georgia nació y creció en un entorno rural (Sur Prairie, Wisconsin), tal vez por ello la elección en su vida adulta de adquirir una casa en Nuevo México, a donde acudió por primera vez en 1929, la que sería un sitio al que volvería constantemente para pintar. De su estancia en este entorno desértico nacieron sus representaciones de huesos y cráneos de animales, flores de zonas áridas y paisajes. También daba forma a entornos urbanos, ríos o mares.
Iris negro, una pieza que pintara al óleo en 1926, es una de las más importantes de su legado. En ella hay una entidad que se levanta como animada, representada no en su totalidad, lo que permite que esa idea de grandeza sea evidente. Georgia pintó más de 200 cuadros de flores con ejemplares como rosas, petunias, amapolas y camelias en planos casi abstractos. También se atribuye a ella esta frase: “Si puedo pintar una flor a gran escala, no se podrá ignorar su belleza”.
¿Las rosas tendrán voluntad? ¿El universo tendrá voluntad? ¿Si el mundo humano es el mundo del lenguaje, el mundo natural no tendrá ya de facto su lenguaje sólido al ser y manifestarse? Georgia dialogaba quizá con estas señales que atendía a través de los colores y las formas.
Georgia O’Keeffe, considerada la madre del modernismo americano, se opuso a que esta parte de su obra, su canto a las flores, fuera una bandera feminista. Las interpretaciones también, que dieran quienes observaban sus flores, equiparándolas con labios vaginales, orificios y el clítoris, igualmente le eran lejanas y ajenas. Se atribuye a ella una frase: “se requiere valor para crear un mundo propio”.
Y eso hizo Georgia, formar un universo propio de más de 1,140 obras que ahora están resguardadas en el Museo Georgia O’Keeffe. Curiosamente fue hasta 1970 que el Whitney Museum of American Art de Nueva York le organizó su primera retrospectiva. Su reconocimiento también la llevó a ser distinguida como miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias.
Ta vez ese inicial conejo muerto con su olla de cobre, la enfilaría a la claridad en la composición de las naturalezas muertas que le seguirían. ¿Fue esa mirada cierta, esa claridad del mundo humano, un punto de apoyo que le daría esa transparencia a la técnica y al color que emplearía a través del tiempo?
El vocablo vagina se deriva del latín vagina, cuyo significado es vaina, lo que inicialmente solo designaba a un estuche o funda en donde se guardaban espadas, dagas o cualquier tipo de arma o navaja afilada.
Encuesta Vanguardia
- 24 septiembre 2023
- 24 septiembre 2023
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