De visita en la Ciudad de México; panorama político, económico y en seguridad
Recientemente realicé una breve visita a la Ciudad de México. Había pasado bastante tiempo sin que visitara a la ciudad que considero mi segunda casa, porque ahí viví a partir de los 17 años y ahí me quedé hasta cumplir 34. Había pasado mi infancia y adolescencia en Piedras Negras y el encontronazo tuvo lo suyo. La Ciudad de México suscita en mí muchos sentimientos encontrados, nostalgia, sin duda, y alegría de reencontrarme con lugares, amigos y buenas noticias, pero también pena e impotencia al reencontrar los problemas de siempre.
La capital de la República encara ciertamente una compleja problemática, pero no obstante ello, en la metrópoli la vida continúa acelerada, estimulante, contradictoria, inmensamente rica en experiencias; algo que nunca asoma su rostro es el aburrimiento o el tedio rutinario. Una vida como la que ofrece la Ciudad de México a las clases de media para arriba resulta tentadora para quienes vivimos en el “orden” estadounidense. Mi muy cargada agenda de una semana quizá fue equivalente a un mes de mi acostumbrada rutina cotidiana.
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Las áreas prósperas y medias brillan en todo su esplendor, menudean los lugares para comer, desde los puestos de banqueta hasta los restaurantes de lujo, unos y otros, atiborrados de clientes. Ricos y pobres comen en la calle porque así lo exige la acelerada vida capitalina, las distancias y los embotellamientos.
Los lugares turísticos ni se diga. Acompañado de uno de mis hijos y de sus amigos, hice una visita exprés al Castillo de Chapultepec, al nuevo y viejo Centro Cultural “Los Pinos”, a la Basílica de Guadalupe y el Museo Soumaya. Reencontré en todo ello lo que buscaba: entretenimiento, cultura y seguridad.
En mi círculo de amigos de la Ciudad, la mayoría son anti-4T, aunque tengo un buen número de amigos que sigue apoyando al movimiento que encabeza el presidente López Obrador. Entre los opositores me llama la atención lo que ya hemos venido observando, su molestia no es proporcional a su situación económica. Encontré a todos muy activos, con mucho trabajo, disfrutando de estabilidad económica.
En materia de seguridad, algunos se sienten más seguros. Los críticos se limitan a decir que la situación está igual que antes, con menos publicidad. Mirando el fenómeno desde la óptica de seguridad, me llamó poderosamente la atención la creciente población de origen extranjero en los rumbos de las colonias Roma y Condesa, de manera particular se veían muchos adultos jóvenes en las mesas de bares y restaurantes, donde el inglés fluye como lingua franca. Podemos estar frente a un estado avanzado de gentrificación.
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Como me hice acompañar de un grupo de adolescentes, me vi obligado a permanecer alerta. Por fortuna no tuve que encarar, ni escuché de problema alguno en nuestro entorno cercano. Claro, no falta la diaria noticia matutina mala de toda ciudad grande. Aun así, no se puede cantar victoria. Aunque la calma es tensa, el crimen acecha ya en Toluca, Ecatepec y en otras zonas conurbadas o periféricas.
En lo político percibí la polarización que genera el discurso presidencial. Desde Palacio Nacional sigue marcando la agenda. El fenómeno Xóchitl Gálvez acapara la atención y despierta esperanzas, aun en los opositores más prudentes o negativos. El Presidente, en su pleito con la cabeza visible de la oposición, está desdibujando la presencia de sus corcholatas que pasaron a tercer plano, dejaron de ser noticia.
Los marcelistas creen que entre más suba Xóchitl, más bajará Claudia, y al Presidente no le quedará más que apoyar a Ebrard. Mientras que los claudistas apuestan a conquistar la candidatura, confiados que una vez en ella, toda la fuerza y dinero del Estado, junto con las posibles divisiones en la oposición, bastarán para ganar la elección. Las encuestas siguen dándoles la razón. Dante es la gran incógnita, ¿trabaja para sí mismo o para AMLO? ¿Definirá al ganador o en esa apuesta perderá su registro?
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La mala nota se la lleva el mayor mal que aqueja a los mexicanos: la injusticia, la impunidad y la corrupción. Justo en los días de mi visita, el Inegi informó que existen en el país 226 mil 116 reos, 33 mil más que en 2018 cuando sumaban 196 mil 322. Entre otros factores, es el resultado de las reformas de López Obrador, conforme a las cuales son más los delitos que ameritan prisión preventiva. Hoy, 88 mil presos esperan sentencia condenatoria. Más reos, más inseguridad, pero menos sentencias condenatorias. El 90 por ciento de los mexicanos siguen sin presentar denuncias. La misma historia y el mismo fracaso de siempre. ¿A quién están encarcelando?
En mis conversaciones con quienes decidieron llevar la fiesta en paz con la 4T, la corrupción sigue siendo moneda de cambio en las interacciones con el Gobierno. Quienes llevan más tiempo en esos terrenos, dicen que la cosa está peor que antes. La corrupción siempre ha existido, aunque está significativamente al alza en los últimos dos sexenios. Viene el año de Hidalgo y las campañas tienen que pagarse. El dinero en efectivo correrá a raudales, así pagaron el Estado de México. Este año no habrá contrato gubernamental que se vaya libre de tajada.
Encuesta Vanguardia
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