El nombre de la rosa
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Una misteriosa muerte intramuros de un monasterio medieval atrae a un inquisidor retirado, una especie de Sherlock Holmes del purpurado que, junto con su ayudante, tiene la encomienda de averiguar cuál es la causa y quién es el asesino de la abadía, empresa que no es para nada sencilla ni anodina. La situación se pone más turbia a medida que van pasando los días, incrementando los muertos y subiendo las sospechas. Definitivamente el enemigo está en casa y la pestilencia de la traición lo delata.
En este contexto, Guillermo de Baskerville y Adso se encuentran en una carrera contrarreloj para solucionar una serie de fechorías que -a todas luces- se quiere que queden impunes y sean sólo juzgadas en el más allá, donde la carne no existe y el purgatorio es el lugar común para los que no han tenido misericordia y no han amado a sus semejantes como su profeta dice que los amó a ellos. Si bien el infierno es el paraíso visto desde otra parte, el “santo oficio” considera que hay delitos que no pueden ser perdonados en la otra vida, ni setenta veces siete.
La biblioteca de esta abadía es el denominador común en los hechos que se van suscitando, el lugar de las sospechas y las conjuras. Además, es la parte del claustro que se resguarda con más celo, como si lo más sacro que existiese dentro de esas paredes residiera allí. Al parecer proteger algún texto vale uno, dos o los muertos que sean.
Umberto Eco, especialista en temas medievales nos embarca en una aventura casi policiaca en una época de ruptura histórica, donde la sociedad está cambiando con el resurgimiento de grandes ciudades, el florecimiento del comercio y la emancipación de la ciencia; elementos que seducen -aunque sea de forma inconsciente- a los sabuesos de esta historia. Pero, sobre todo, nos recuerda que “una guerra santa, sigue siendo una guerra”. Leamos, El nombre de la rosa.
el nombre de la rosa
Umberto
Eco
2010
Debolsillo
512 pp