El pánico: ¡Ahí viene AMLO!
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Alguna vez aprendí que las ideologías son la aplicación, aterrizaje o concreción de una doctrina. Las doctrinas son articulaciones de principios, algunos considerados universales y otros no tanto. Las doctrinas tienen adeptos que se guían o intentan guiarse por esos principios. Por tanto, pueden tenerse principios semejantes y tener choques o diferencias ideológicas. Podemos coincidir en que todos queremos un mejor futuro para nuestros hijos; pero solemos discrepar en el significado concreto que damos al enunciado “mejor futuro” y en la forma de alcanzarlo.
Las ideologías llevan en sus propias entrañas los intereses de quienes las dictan o respaldan y han divido al mundo de las ideas a lo largo de la Historia. Los seres humanos, a nivel de la banqueta, suelen ocuparse de otros asuntos: salir adelante en el día día para que no falte el pan en la mesa. Pero en el mundo de las ideas, las diferencias pueden ser tan fuertes que, de no haber reglas claras para procesarlas, se cae fácilmente en el abuso de los vencedores sobre los vencidos.
Es muy raro ver que los socialistas vayan de la mano con los liberales, democristianos o conservadores. En las democracias han aprendido a tolerarse, pero hasta ahí. No obstante hay excepciones que suelen ir acompañadas de irrupciones totalitarias. En Chile, la izquierda y la democracia cristiana se unieron para enfrentar la dictadura de Pinochet. Similar fue la unión que propició la transición española. Los otrora adversarios acérrimos de la democracia venezolana se han unido desde que irrumpió la dictadura. Bueno, y qué decir de la Segunda Guerra Mundial, Churchill y Roosevelt haciendo equipo con Stalin para derrotar a la Alemania nazi.
Para un creyente de la democracia representativa está claro que el común denominador a impedir o vencer es el totalitarismo o su versión más suave, el autoritarismo. Los estudiosos de la democracia siempre calificaron como autoritarios a los gobiernos de México hasta 1988; ya con Salinas y Zedillo le llamaron predemocráticos. Claramente, no eran demócratas, pero ubicándolos en una escala internacional, no se comparaban con los dictadores inhumanos que tantos pueblos han sufrido. “La Dictadura Perfecta” le llamó Mario Vargas Llosa.
Quizá por eso y de manera excepcional, la oposición de izquierda y de centro derecha se unieron coyunturalmente en contra del PRI. Por lo general cuando el líder local era superior a las fuerzas partidistas. El más claro ejemplo es el doctor Salvador Nava en San Luis Potosí. Mucho tiempo después, Antonio Echevarría en Nayarit. Ni Fox logró la alianza en Guanajuato; una vez consumado el fraude por el PRI, lo apoyó su oponente Porfirio Muñoz Ledo, pero no antes.
Una alianza táctica entre PAN, PRI y PRD, sin otro objetivo que quitar a Morena, es lo que está de moda. PAN y PRD van con el PRI, al que le sobran credenciales de todo, menos de democracia y honestidad. Alianzas de este tipo suelen darse para restaurar el orden democrático y sus instituciones. Logrado ese propósito, cada uno regresa a su esquina a seguir en la contienda.
Pienso que Andrés Manuel López Obrador, como Presidente de México, ha hecho todas las locuras imaginables. La inseguridad en el país continúa rampante, un poco más, aunque en el mismo tono y con la misma estrategia que durante los gobiernos anteriores. En combate a la pobreza, no hay mayores avances, sólo compra de votos al doble de lo que pagaba Peña Nieto mediante sus programas sociales. O sea, AMLO es un PRIista estándar. En economía, ya vamos en el quinto año y seguimos esperando el derrumbe que no llega. Lo cual no significa que seamos Dinamarca en salud o un país desarrollado en ingreso per cápita, empleo y riqueza.
La oposición ha anunciado tanto el derrumbe que pareciera que lo está deseando, pero todo indica que no va a llegar. El récord de inversión extranjera y las exportaciones de México lo dicen por sí mismos. Claro está que no es gracias a López, la causa radica en el pleito de Estados Unidos con China. Hoy mil 400 empresas están haciendo las maletas en el gigante asiático para llegar a México, si es que México tiene cómo recibirlas.
AMLO pasará, será un Presidente más, ni tan neoliberal como Salinas y Zedillo, ni tan estatista como Echeverría y López Portillo. Pero eso sí, tan fiel al capitalismo de cuates como todos los anteriores. Es la corrupción estándar. Es el sistema el que se comió al PAN y ahora a Morena.
A diario escucho a los adversarios de López quejarse, aunque cada vez menos. Cuando la cartera suena, la lengua se serena. Los parques industriales se llenan. Los transportistas no se dan abasto. Los restaurantes y hoteles están llenos. Los pobres de siempre siguen siendo pobres, los ricos más ricos, los nuevos ricos estrenándose y la clase media aspirando.
¿Realmente se justifica una alianza de lo que queda de los demócratas de México con el PRI? ¿Seguirán siendo demócratas o ya se los comió el sistema? ¿Realmente es López una amenaza de grado superlativo, en su quinto año de gobierno, sin mayoría constitucional en el Congreso y con un Poder Judicial envalentonado?
Dicen los defensores de la alianza opositora que es el mal menor, “no hay de otra”. Hannah Arendt decía: “Aquellos que eligen el mal menor, olvidan muy rápido que eligieron el mal”.
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