El poder de las redes sociales
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Cambio la vida en semanas. Al reencontrarnos con las páginas de las historias personales. De golpe y porrazo lo blanco se tornó en grises y en negro.
Las historias inconclusas de amores frustados revivieron en la flama de la piel.
En la secrecía, muchos de los matrimonios, de las parejas formales, no pasaron la prueba de fuego.
La perdida de confianza. Los virus como el key logger para conocer los diálogos. Con quienes se conectaban y como se derrumba en un santiamén los planes de fidelidad eterna.
Las redes sociales no solucionaron al mundo. Tampoco lo volvieron una panacea o el infierno sobre la tierra. Son la ventanilla del voyeur. La salida de emergencia a la legitimidad.
Lo prohibido abunda. Del Mirc, ICQ, al MySpace, Fotolog y en ilustrativo Facebook.
Por WhatsApp, Snapchat, TikTok y el ahora en desuso Mesanger de Microsoft, se le dio rienda suelta a los videos con carga erótica.
Mujeres y varones cayeron en la tentación de mostrar sus partes pudendas. Luego los escarnecieron. Los bulearon. Les tiraron carrilla.
Ataron las manos. Nuevos delitos. Legislaciones al vapor. Suicidios, noviazgos efímeros, banalización de la esperanza.
Nuestras nuevas influencers están tan cercanas al trato de blancas. A la prostitución asistida y la relajación. Triunfan, hacen dinero, se placean con las celebridades, las de los excesos.
Los descerebrados de Jackass y las Onlyfans. Viva la libertad. Viva la fraternidad. Abajo la igualdad. Esa, es la propina radiológica de una sociedad agonizante.