Lo fácil de volverse mexicano
Dobles y hasta triples contratos. Los reales guardados en las cajas fuertes de sus empleadores.
Importamos talentos. En lo deportivo y en las artes. Para trampear las visas de trabajo. Sus reglamentos internos. Naturalizamos. Esa es la terminología correcta. A quienes tienen más de cinco años de residencia ininterrumpida.
Paraguayos, Uruguayos, Brasileños, Chilenos y Argentinos. Con eso se abren la oportunidad encadenada. De traer otro más. Quienes promueven esa medida agrandan las cuentas internacionales. Los ahorros en las offshore.
Ingresan en las federaciones deportivas y hasta en las instalaciones de impuestos nacionales, sus curps.
Dobles y hasta triples contratos. Los reales guardados en las cajas fuertes de sus empleadores.
Así el orgullo nacional crece. Nuestros naturalizados, quienes no llegaron en la Bestia o cruzando el Usumacinta, se dan la gran vida.
Asisten a tugurios y arrabales. Decantan las mieles de la podredumbre nacional. Sin padecer la ignominia de la necesidad. En cada navidad regresan a sus lugares de origen. Primera clase. Nada de turista. Para eso sudan la gota gorda.
En la avalancha de migrantes, hay de segunda. Eso ya lo sabemos. Centroamérica y el caribe, Haití, Cuba y la Dominicana, material humano ahogado en la miseria.
A ellos les persigue el INM. Los condena a permanecer invisibles. A la caridad pública. En comederos de buena voluntad. No les ofrece un trabajo provisional. Seguro universal de salud.
En México llegan a morir por centenas. Las cruces en el camino hasta la frontera. Si bien les va.