Mirador 29/03/2023
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De todos los fantasmas que por la noche ocupan la antigua casa del Potrero, el más fantasmal es el de doña María de Ábrego. Fue en su tiempo la dueña de la hacienda, que heredó de su padre don Lorenzo. Hija única, no casó nunca, pese a que tuvo numerosos pretendientes. Poco agraciada, supo que lo único que los atraía eran sus tierras y ganados, su dinero. Así, se mantuvo célibe. Ni siquiera en un animal –un gato o un perro– puso su cariño. A nadie amó, y por nadie fue amada.
Cuando murió dejó todos sus bienes a un sobrino lejano que alguna vez la visitó, ya en su ancianidad, y le regaló un abanico de carey. El heredero ni siquiera se interesó en la hacienda. Una noche, borracho, la jugó a carta mayor y la perdió. Quien se quedó con ella la vendió poco después a precio vil. Fue entonces cuando la adquirió don Ignacio de la Peña, fundador de la dinastía que hasta hoy habita en la casa que construyó su primer dueño.
El espectro de doña María pasea por las habitaciones llevando en una mano el abanico de carey. Antes de desaparecer lo deja sobre la mesa de la sala. Ahí lo encontramos nosotros cada mañana. No lo tocamos nunca. Es del fantasma.
¡Hasta mañana!...
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