Mirador 30/07/2023
El Señor hizo a los cocuyos.
Les puso una lucecita que se encendía en medio de la noche. Las cocuyitas, enamoradas de la pequeña luz que las llamaba, iban hacia ella y así se realizaba el eterno prodigio del amor.
Todo fue bien durante mucho tiempo: los cocuyitos encendían su luz y las cocuyitas respondían al llamado.
Un día, sin embargo, el Señor encontró a todos los cocuyos tristes y apesadumbrados. Tenían encendida su amorosa luz, pero ninguna hembrita llegaba a ellos.
—¿Qué sucede? −preguntó el Creador−. ¿Por qué los veo tan solos? ¿En dónde están las cocuyitas?
Y respondieron los cocuyos con voz que era al mismo tiempo de enojo y de congoja:
—Los hombres construyeron un faro. Cuando lo encendieron todas las cocuyas nos dejaron.
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