Nuestras cajas de ahorro
El compromiso es continuar aportando, a sabiendas solidarias, de haber ya recibido el emolumento
Apenas ganamos lo necesario. Para comer de manera honrosa. Vestir de forma humilde. Educarnos en escuelas públicas. Viajar al amparo de los parientes lejanos. La diversión esta por encima del presupuesto.
Al XV años de la princesa, al aniversario de bodas de oro de los padres, a los gastos programados con mucha anticipación, el mexicano promedio, no aquel quien se siente de la inexistente clase media, se autoorganizan, se gestionan, para la tanda.
Según el sapo es la pedrada. Por semanas se rifan o elijen para cierta fecha el número de quien recibirá la cantidad juntada.
El compromiso es continuar aportando, a sabiendas solidarias, de haber ya recibido el emolumento.
A las tandas llegan los ahorradores desesperados. Los carentes de hábitos, al separar y no tocar por encima de cualquier antojo.
Los tandistas elijen a la cuñada previsora, al compadre de hábitos irrompibles, a todo aquel personaje de voluntad férrea.
Atrasarse en la tanda es faltar a la ética del compromiso. Es detener el flujo de efectivo para el necesitado. Exponerse al escarnio de exclusión para la siguiente semana. El tandista jamás se pone a mano. El organizador es quien termina bailando. Ajusta las cantidades y pone de la bolsa, de la personal, el saldo pendiente.
Las tandas no generan réditos ni ganancia. Ni para quien la organiza de manera solidaria. No calienta el dinero. Solo le da vuelta.
Encuesta Vanguardia
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