Obesidad infantil: sólo con buena alimentación se reducirá
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La obesidad y el sobrepeso, se ha señalado en múltiples ocasiones, constituyen un problema serio en nuestro País. Pero que el fenómeno afecte en una amplia proporción a los niños indica que estamos haciendo muy poco −o nada− para combatirlo.
Y es que, como todo fenómeno que tiene un componente cultural −en este caso, el relativo a la forma de alimentarnos−, la obesidad demanda estrategias puntuales dirigidas a los menores de edad, pues si el problema se combate a temprana edad se evitarán los efectos que puede causar en la edad adulta.
No se trata, es importante decirlo, de una discusión sobre estética o de idealizar un cierto tipo de figura corporal, sino de algo mucho más importante: de proteger la salud de las personas. ¿Por qué? Porque el sobrepeso y la obesidad son factores de riesgo para el desarrollo de múltiples enfermedades.
Dos elementos son esenciales para atajar el avance del problema: una alimentación adecuada y un mínimo de actividad física. Ambos ingredientes son indispensables en la fórmula, pero acaso el primero tenga un peso más relevante que el segundo.
Porque, incluso si se tiene un nivel adecuado de actividad física, la ausencia de una alimentación balanceada sigue representando un riesgo para el sano desarrollo de las personas en la niñez,
la adolescencia y la juventud
temprana.
Destacar lo anterior es relevante, sobre todo cuando se toma en cuenta que, de acuerdo con la Encuesta Encovid19 Infancia, desarrollada por la Unicef para dar seguimiento a los efectos de la pandemia en el bienestar de los niños, niñas y adolescentes durante la pandemia en México, sólo el 24 por ciento de la población puede garantizar seguridad alimentaria a sus hijos.
Se trata de un dato sumamente preocupante pues lo que revela es que la inmensa mayoría de las familias mexicanas no son capaces de asegurar que sus hijos se alimenten de forma nutritiva, saludable y con la combinación de alimentos que su desarrollo requiere.
Como es fácil deducir, en el grupo mayoritario se ubican las familias de menores ingresos cuya dieta acusa un déficit de alimentos saludables −como frutas y verduras− además de una presencia indeseable de elementos nocivos como refrescos embotellados.
El dato debe llevarnos a cuestionar, entre otras cosas, la eficacia que ha tenido el nuevo sistema de etiquetado de productos industrializados que teóricamente llevaría a las familias a reducir el consumo de productos con exceso de calorías, azúcares, grasas y sodio.
Lejos de tal posibilidad, de acuerdo con los datos disponibles, el nivel de sobrepeso en los niños aumentó 22 por ciento en el ciclo escolar 2020-2021 y aún faltaría saber si en la segunda mitad del año anterior esa cifra siguió creciendo.
Se trata de una pandemia que ya padecíamos antes de la llegada del coronavirus SARS-CoV-2,
pero que, todo hace indicar, se ha agravado en los últimos dos años, lo que demanda una reacción urgente.