París era una fiesta
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Hay mensajes que esperamos con falsa parsimonia y, aunque tarde, llegan. No siempre de la persona ausente, en ocasiones -como esta- de un libro. La obra en cuestión es una de esas, única en su tipo. Una confesión a destiempo para ilustrar y comprender los orígenes literarios de un temerario de la pluma. Bien dijo Aute en una de sus canciones: Hemingway delira y, añado, su lector en sano contubernio.
París era una fiesta es un relato a contrapelo de las peripecias que durante años verdaderamente dorados formaron al autor como el aventurero escritor que pasaría a la posteridad. Esta historia transcurre en un mundo de letras y de arte, donde -sin un estricto orden cronológico- se cuentan sus andanzas como corresponsal de medios, romances, suculentas comilonas o las reuniones que mantuvo con personajes como el escritor F. Scott Fitzgerald y el poeta Ezra Pound, entre otros, amadrinados por la distinguida literata americana Gertrude Stein.
No menos importante es mencionar que esta obra vio la luz pública de forma póstuma y que dilucida a la perfección una época que, vista en retrospectiva, produce nostalgia, a pesar de no haberla vivido. Su condición festiva, jocosa y socarrona contrasta con el trágico final que cerraría el libro de vida de Ernest.
Queda de manifiesto que la denominada “Generación Perdida” se formó de manera silvestre y brillante. Sobreponiéndose al enorme reto que representa ser el pararrayos literario de un mundo que no acabaría de configurarse (si eso ocurrió), sino varias décadas después. Es el propio autor quien, como epifanía, hace apología del disfrute de lo cotidiano, el trabajo, la lectura y el amor. Probablemente es por ello por lo que dentro del texto aconseja como quien guiña un ojo de forma cómplice “no lea con prisas”. Disfrute.
París era una fiesta
Ernest Hemingway
2019
Lumen
278 pp
7a Edición