Perdido en un funeral
La gente no sabe en realidad cómo portarse en un sepelio.
Les platico: Una amiga de la irreverente de mi Gaby acaba de morir mientras dormía.
Le digo que no hay muerte más placentera que aquella que llega como parte de un sueño, pero no logro sacarla de su grande pena.
Luego le “explico” que su amiga ya descansó y ni así. Vuelve a la carga despiadadamente replicándome: “¿Descansada de qué si ella vivía con la sonrisa en la boca?”
3a oportunidad y las mismas 10 yardas por avanzar: Descansó de las penurias de la vida, pues vivir no es cosa fácil, o cambiando esa expresión de dos negaciones, por una afirmación: ...vivir es cosa difícil.
Ni así. Mi Gaby sigue hecha una mar de lágrimas.
Entonces, 4a oportunidad. ¿Doy patada de despeje o qué?
Me la juego y ahí nos tienen, los dos en un funeral de salón chiquito de funeraria de abolengo, repleto de prospectos de contagio de COVID, influenza y otras desgracias de este presente aterrador.
Antes, en el camino, le recomiendo no llegar soltando abrazos al darle las últimas novedades de un bicho que se ha vuelto más viral, no le hace que no sea tan mortal.
Y apenas llegamos, abraza al viudo vestido de blanco, quien le responde igual y no me queda más remedio que saludarlo de mano, siendo que habíamos quedado de hacerlo solo con los puños... y cerrados.
MUDO
La escucho decirle algunas de las frases habituales que se aplican en estos casos y el que las recibe, responde igual, con los agradecimientos medio compungidos del que hereda la pérdida.
¿Y yo? ¿Que en dicho evento vi al viudo por primera vez en mi vida y que nunca había oído hablar de él?
Mudo, con la expresión fúnebre aplicable y altamente recomendable para estos casos.
Entonces le digo, después de haberse hincado a ver a su amiga en su lecho de muerte amortajada por el innecesario ataúd que partirá con ella a la pira funeraria:
LA GENTE...
1. No sabe en realidad cómo portarse en un sepelio.
2. Dice y escucha frases acartonadas y huecas como el centro de una “O” o el de un “0”.
3. Se viste de negro porque según esto, la muerte arropa a ese color. No creo, porque nunca nadie la ha visto ni la verá.
4. “Honra” al difunto visitado, con justamente lo que menos encaja en estos eventos: ruido, estridencia y parloteo.
5. ¿Va a los funerales a ver o a ser vista? He ahí el dilema.
6. Asocia estos eventos con las flores, que rodean y adornan de blanco -y uno que otro despistado color- al sarcófago, orillando al gasto de un ramo o un arreglo para patentizar ante los deudos el gesto del acompañamiento.
7. Va a los funerales a rendirle culto a la muerte, siendo que debería honrarle rito a la vida.
QUE EN PAZ DESCANSE...
...tu amiga, le digo a mi Gaby.
Y ella me responde: “¿Qué descanse de qué? ¡si a ella le encantaba su vida!”
Úkela, respondo contrariado. Otra vez. Todas mis condolencias me las mata.
Y durante todo el camino de regreso a casa adopto la pasiva acción del silencio, porque cualquier cosa que diga podría ser utilizada en mi contra.
Ni el Dios de Spinoza ha de entender estos misterios de la vida, y menos cuando se sucumbe ante la muerte, me cae...
Lo único que puedo decir ahora es que la vida muchas veces es un mal sueño, y su remedio termina con la muerte.
CAJÓN DE SASTRE
“Déjame llorar a mi amiga”, remata la irreverente de mi Gaby, y yo le respondo: ¿segura de que no quieres ir a cenar algo?...
PD Mis condolencias a Jorge Bermúdez García, por la muerte de su esposa María del Rosario Concepción Romero Hernández, quien a sus tempranos 56 años pasó a mejor vida el pasado 20 de este octubre en Puebla. ¿Lo hice bien, amigo?