Pescadores perdidos y la cancha más cara del mundo. Relatos de Oaxaca
COMPARTIR
1. Cinco pescadores
Que cinco pescadores salieron con la mar picada. Porque la necesidad. Porque el hambre. Y se hicieron a la mar. Y se desató la furia de viento y agua. Y no regresaron.
Que los pobladores avisaron a la guardia costera y se hizo la búsqueda. Nada. Nada de nada. Abandonaron la tarea. Los dieron por muertos. Más de cinco días habían pasado desde su desaparición.
Que las familias y los habitantes se unieron para comprar botes de gasolina para pagar lo que hacía funcionar los motores de otras barcas pequeñas, como aquella extraviada con pescadores tal vez ya muertos. Y se hicieron a la mar. Así estuvieron buscando. Así estuvieron rezando. Iban y venían y nada.
Que al séptimo día, ese número de día en el que el Dios cristiano se sentó a mirar tranquilamente a descansar y a contemplar lo que había hecho, los encontraron.
Que allí vienen las barcas. Que allí vienen los sobrevivientes. Qu allí viene un cuerpo ya muerto. Llantos de la viuda y de los hijos. Silencio para ella, vítores para los que de nuevo se reunieron con sus familias. El mar los tragó y el mar los devuelve. Cuatro que respiran y uno que ya solo conversa con la muerte.
Que estuvieron comiendo frutos del mar crudos, bebiendo sangre de tortuga y también su carne. Que así les fue posible resistir. Y dicen que por eso a los pescadores allá en Oaxaca los respetan mucho. Porque dan el alimento arriesgándose. Una mujer me platicó que los pescadores eran bien necios, que a cada rato pasaba y pasa que se mueren porque se van desafiando las olas. Yo pienso que ellos siempre apuestan por el sustento y por la bendición de la mar. Que creen conocerle, porque la conocen. Sin embargo, hay cuotas que deben pagarse y nunca se sabrá quién es el siguiente. Aun así, vuelven y vuelven y vuelven.
La palabra pescador proviene del latín piscator, que significa el que atrapa peces.
2. La cancha más cara
Que allá por 1970 en Honduras de Lucero, pueblo olvidado de Oaxaca, del cielo cayeron dos grandes bultos en una parcela de la que habían quitado toda hierba para trazar una cancha de fútbol, un esfuerzo colectivo porque allí nunca había dinero para nada. Que era todo lo que habían hecho, desbrozar y liberar el terreno. Que era tarde ya cuando cayeron esos bultos. Y allí estuvieron hasta que un agricultor fue a ver qué era eso que había caído de las alturas. Merodeaba los paquetes, nadie llegaba a reclamarlos.
Que pasaron los días y nada. Entonces el hombre decidió abrir los bultos y con alegría encontró material para trazar toda la cancha. Que tomó el material y allí anduvo regando con una cubeta agujereada como si fuera colador, marcando el área de tiro, la portería, los círculos, en fin, toda la cancha. El color era blanco, de un blanco tan puro. Y allí estaba vaciado todito todo. Así fue conocida como la cancha más cara del mundo. Esa que se trazó luego de que una avioneta dejara caer dos bultos de un polvo tan pero tan blanco.
El vocablo blanco es un préstamo del germánico allá por el siglo XII, blank, que refiere a la categoría brillante.
claudiadesierto@gmail.com
Encuesta Vanguardia
https://vanguardia.com.mx/binrepository/1152x768/0c60/1152d648/down-right/11604/GTWN/claudia-luna-fuentes_1-81593_20220428234255.png