Costos sociales de la actual situación del país: pobreza y desigualdad

Politicón
/ 28 abril 2016
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En el pequeño mundo en el cual los niños viven su existencia, no hay nada que se perciba y se sienta con tanta agudeza como la injusticia.
Charles Dickens

 

La realidad desigual que se vive en nuestro país es consubstancial a sus orígenes como nación. Desde la Conquista, la Colonia, la Independencia, la Reforma y la Revolución a la fecha, no ha habido grandes diferencias. El tiempo ha pasado, pero las circunstancias en las que vive más de la mitad de la población nacional siguen siendo las mismas. Se manifiesta en condiciones, niveles y esperanzas de vida fuertemente diferenciados entre personas y grupos poblacionales y determina trayectorias laborales y educativas que profundizan estas distancias. Es un fenómeno histórico y cultural de grandes magnitudes que ha dado origen a un sinnúmero de causas que impiden el progreso y el bienestar de quienes somos parte de este país. La pobreza, la migración, el desempleo, la delincuencia, la falta de democracia en virtud de los bajos niveles de autoestima ciudadana, la falta de oportunidades y de empleo, de vivienda, de educación, de poder tener una atención sanitaria digna y los bajos salarios; entre otras realidades que son contrarias a la dignidad humana, son algunas de las consecuencias de dicho fenómeno. 

Juan Jacobo Rousseau, en su libro Discurso sobre el origen y fundamento de las desigualdades entre los hombres, publicado en 1755, afirma que las causas de la desigualdad se encuentran en la obligación de cumplir con las leyes  y en el derecho a la propiedad produciendo en los hombres la avaricia y el deseo de posesión. Su reflexión lo lleva a pensar que la sociedad determinó la regulación de los derechos y deberes de los hombres perdiendo la libertad y olvidándose de vivir una vida sencilla, provocando la pérdida de igualdad. 

La desigualdad social engloba otras formas desigualdad como la jurídica, la económica y la cultural. En el caso concreto de América Latina y particularmente México, seguimos siendo un espacio de profundas desigualdades, superando incluso a algunas regiones africanas, según lo muestra el coeficiente Gini (forma de medición de cualquier tipo de desigualdad). Por supuesto, la insatisfacción y la inequidad debilitan los vínculos de cooperación en el seno de la sociedad, cuestionan la legitimidad de las instituciones y conllevan una pérdida de credibilidad en las autoridades. 

Y aunque en nuestro país se habla de un boyante crecimiento económico, este no va de la mano con el desarrollo social, pues crecimiento no es lo mismo que desarrollo. México, curiosamente es la economía número 11 del mundo; paradójicamente, el nivel de pobreza según CONEVAL (2015) es de 53.3 millones de personas, de las cuales el 46.3%  vive en situación de pobreza alimentaria, de capacidades y de patrimonio, el resto viven en pobreza extrema. En el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas (PNUD) ocupamos el lugar 71.

CONEVAL afirma que en los últimos años, en 10 estados aumentó el número de mexicanos en pobreza: Morelos, Campeche, Veracruz, Oaxaca, Chiapas, Estado de México, Sinaloa, Coahuila, Hidalgo y Baja California Sur. En el Informe Panorama Social de América Latina 2015, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) reporto que Uruguay, Perú, Chile, Brasil y Bolivia experimentaron reducciones de la pobreza, en México se dio el mayor aumento de la pobreza durante ese periodo de cinco años, con alza de 2.9 por ciento, seguido por Honduras, con 2.3, y Costa Rica, con 0.1 por ciento. Alicia Bárcena secretaria ejecutiva, afirma que el problema es más estructural que coyuntural y la causa más importante es la erosión salarial. 
 
Un ejemplo, lo representa Chiapas. Es el estado más rico en México en cuanto a biodiversidad y recursos, pues es el mayor productor de energía eléctrica en el país, pero el 34% de la población carece de electricidad en sus casas. Ocupa el primer lugar nacional en producción de café y el segundo lugar en producción en maíz y carne, pero es el estado con mayor desnutrición infantil y mortalidad materna, según el Instituto Nacional de Salud en sus informes más recientes. 
Del tema se han agotado ya muchas páginas y tinta, pero es importante que tengamos en cuenta que la igualdad constituye uno de los presupuestos básicos de la justicia. Ya Aristóteles en el libro de La política (IV, Capítulo XIII), sostenía la interdependencia de ambos valores, afirmando que solamente será justo lo que es conforme a la ley y a la igualdad, e injusto lo contrario a aquélla y lo desigual. La medida cualitativa de la justicia es la igualdad, la cuantitativa es la equidad.
¿Que hicieron las sociedades escandinavas para convertirse en las sociedades más igualitarias y equitativas del mundo?
En principio tener en la educación su divisa más importante, un modelo basado en equidad social, gratuidad, en no rivalizar ni competir por una calificación o puesto. En un segundo momento el ejercicio de sus libertades. Luego la idea de que la comunidad ésta por encima de la economía y del estado y finalmente el adelgazamiento del estado y la reducción de altos impuestos. En este modelo los salarios juegan un papel fundamental. La idea es más comunidad y menos estado. La comunidad está vinculada a la idea del respeto compartido y efectivo de la libertad y responsabilidad de los individuos. 
Un sistema donde a la base se encuentra la idea de la igual consideración que descansa en la premisa de que “no es legítimo ningún gobierno que no trate con igual consideración la suerte de todos los ciudadanos a los que gobierna y a los que exige lealtad”. La igualdad de consideración es la virtud soberana de la comunidad política - sin ella el gobierno es sólo una tiranía- y cuando la riqueza de una nación está distribuida muy desigualmente, como sucede hoy en día con la riqueza incluso de las naciones más prósperas, cabe sospecha de su igualdad de consideración (Dworkin, 2000).
Con igualdad de oportunidades es posible garantizar un ejercicio de derechos en verdaderas condiciones de justicia. El principio de igualdad consagra la igualdad de derechos y oportunidades entre todos los seres humanos, sin distinción de sexo, raza, nacionalidad, religión, condición social, opinión política, entre otras. No desconoce las desigualdades naturales, sociales y culturales que existen entre los seres humanos como diferencias físicas, intelectuales, económicas o de creencias. Por el contrario, parte de su reconocimiento para luego afirmar, consagrar y promover la igualdad en el ejercicio de los derechos y en materia de oportunidades, se expresa a través del derecho a recibir un trato igualitario frente a la identidad de circunstancias y opera como límite frente a la arbitrariedad. 
Es importante que el estado mexicano entienda que el desarrollo social no solo depende del crecimiento económico, tiene una parte, pero se requiere una mejor distribución de la riqueza y un incremento salarial equitativo. Es claro que en los estados donde han surgido grandes necesidades hoy campea la violencia. Una de las formas de violencia más evidentes es la miseria en la que viven muchos de nuestros connacionales, con ésta se genera más violencia. El único remedio duradero y eficaz a la pobreza y la desigualdad es que la gente tenga un trabajo productivo. Con votantes y ciudadanos desiguales resulta ofensivo hablar de democracia.

 

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