Mi mulita se perdió…

Politicón
/ 6 enero 2018
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Las tradiciones son muy tradicionales. Pasan de padres a hijos, como las pecas o la miopía. A veces, sin embargo, el paso se interrumpe, y una generación ya no recibe lo que tuvo la otra. Debemos cuidar las tradiciones, digo yo, pues si se pierden también nosotros nos perdemos un poquito. A los ecologistas les preocupa mucho -y con razón- que alguna especie animal o vegetal entre en vías de extinción. Sin embargo, nadie se preocupa de que una tradición esté en peligro de acabarse.

Suelo contar un chiste, el del conferenciante que dijo con solemnidad: 

“Nadie sabe lo que sigue después de la muerte”. Levantó la mano una señora: 
“Yo sí sé. Siguen la chalupa, la bandera y el bandolón”. Cuando digo esa historietilla ante un público de adultos todos la celebran, porque han jugado a la lotería. Cuando la digo ante una audiencia de jóvenes ninguno se ríe, porque ya no conocen ese juego. Lo suyo son los juegos electrónicos de hoy. No saben del valiente, el apache y el diablito; ni han proferido nunca el grito jubiloso de “¡Buena por acá!”. Se ha perdido una tradición que fue para nosotros entrañable. 

Hoy que es Día de Reyes quiero recoger textos navideños ya olvidados. Por ejemplo, estos versos para pedir y dar posada, muy distintos de los que se cantan siempre:
        
-En nombre del Cielo, buenos moradores,
dad a estos viajeros, posada esta noche.
 
-La hora de pedirla no es muy oportuna.
Marchad a otra parte, y buena ventura.
 
-Mi esposa padece; por piedad os ruego
que por esta noche le déis el sosiego.
 
-Esta casa es nuestra; no es de todo el mundo;
yo la abro a quien quiero, y abrirla no gusto.
 
 -Mirad, buena gente, que es mi esposa amada,
la Reina del Cielo, Madre de la Gracia.
 
- Una reina tiene soberbios palacios,
y ahí a toda hora le abren sus vasallos.
                    
-De Dios los vasallos somos todos. Luego,
abrid, y que pase la Madre del Verbo.
 
-¡Pase la escogida, la niña dichosa,
y bendiga al alma que alegra la adora!
 
No he vuelto a escuchar, tampoco, un villancico que se oía otrora, muy tierno. Decía en una de sus estrofas:
 
Mi mulita se perdió,
y la lloro con razón,
porque en ella le llevaba
al Niño su colación.
        
Es triste, tristísimo, que se extingan un ave o una flor. Pero también es muy triste que se extinga una canción, o que una tradición desaparezca.   

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