Prevenir la violencia: eso es lo que se requiere
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De nada sirve enjuiciar y encarcelar a los perpetradores si la víctima ha muerto o las lesiones le han provocado secuelas permanentes
Las primeras horas de 2022 han sido marcadas, en Coahuila, por el estupor y la indignación provocados por dos casos de extrema violencia en contra de menores de edad, actos que se antojan inconcebibles, pero que desgraciadamente son comunes.
El primero de los casos tuvo lugar en Saltillo durante los primeros minutos del año. En él, un niño de 4 años fue golpeado en la cabeza con un bat de béisbol por su padrastro, provocándole lesiones gravísimas que lo mantienen en condición crítica; en el segundo, registrado en Monclova, un bebé de apenas un año fue ingresado al hospital donde se le detectaron lesiones por golpes, dos costillas rotas y un pulmón colapsado. Las lesiones le habrían sido provocadas por sus propios padres.
En ambos casos, los presuntos perpetradores de los ataques han sido detenidos y puestos a disposición de las autoridades para que se les procese conforme lo marcan las reglas penales.
No son, por desgracia, los únicos casos que hemos reseñado en los últimos meses. Ya en noviembre pasado habíamos informado de dos hechos registrados en Saltillo: una niña de 9 años que fue golpeada en la cabeza con un martillo por su papá, y una bebé de un año que falleció luego de que su mamá le propinara un golpe en la cabeza.
¿Qué hay detrás de estos actos en los cuales la característica central es la saña con la cual han sido atacados menores que, como en el caso de los bebés, ni siquiera tienen conciencia de sus propios actos? ¿Qué desata la ira que convierte a los padres en victimarios de sus propios hijos?
Para la directora de la Facultad de Psicología de la UAdeC, Berenice de la Peña, la explicación −o al menos una parte de ella− del fenómeno “es la pandemia, es lo económico, es lo social, es todo en conjunto” y por ello “cada vez
nos vamos quedando sin habilidades para poder responder a ese tipo de situaciones y nos desquitamos con quienes sabemos
que no nos van a responder o no van a responder a la agresión al mismo nivel”.
De acuerdo con la especialista, “la crueldad o el sadismo con el que se están llevando a cabo las cosas habla de que estamos cargando mucho y no sabemos cómo descargarlo, que no encontramos las formas, los lugares, las maneras para saber descargarlo, no sabemos pedir ayuda”.
Lo señalado por la Directora de la Facultad de Psicología explica el fenómeno. Pero no lo justifica, porque la violencia −cualquier violencia− no puede justificarse y debe ser combatida en dos frentes: la prevención y el castigo.
En el caso específico de las agresiones contra menores de edad lo más relevante es prevenir que tales hechos ocurran, pues de nada sirve enjuiciar y encarcelar a los perpetradores si la víctima ha muerto o las lesiones le han provocado secuelas permanentes.
Los menores de edad, de acuerdo con los principios rectores de los Derechos Humanos, deben recibir una “protección reforzada” de sus derechos. Claramente en estos casos no está ocurriendo y el Estado tendría que estar reaccionando de forma contundente para corregir este problema.