Quemando los pies a Cuauhtémoc
Don Cuauhtémoc Blanco, gobernador de Morelos, por la gracia de la 4T.
El estado de Morelos es el paraíso. Aún sin contar con playas en su haber. Sus complejos residenciales en Cuernavaca. Los balnearios en la zona brava de Jojutla-Zacatepec. El recorrido náutico en el lago de Tequesquitengo. Los chamanes en el Tepozteco.
Clima bendecido por la naturaleza. Todo lo verde. El aroma de provincia a una hora de la capital.
Por siglos los tlatoanis, los caciques de la zona, construyeron sus haciendas a costa del erario. Enriquecieron por encima de la infamia. Desangraron el legado de Emiliano Zapata.
Ni la tierra ni la libertad. Sino el mensaje de los grupos del crimen organizado. Ya parqueados. Ya afincados. Del corredor de la carretera del sol. Con derecho de picaporte del ídolo de Tepito.
Don Cuauhtémoc Blanco, gobernador de Morelos, por la gracia de la 4T. Juega en el terreno nauseabundo y fétido de la sospecha de contubernio.
Su exrepresentante personal, desde la carrera de profesional del soccer, le participa de las noticias, de los encargos, de las filtraciones y de la posibilidad de convertirlo en Senador y si los astros se alinean, en el gran tlatoani de la nación.
Cuauhtémoc en la elegía narcisa, pasa por alto la información en manos de la DEA, sobre sus conductas escondidas.
Le están acercando el anafre, no a sus pies, sino a la pila de leña donde se ha autocolocado.
En cualquier momento la chispa enciende. Conocerá a los descendientes de Zapata y Rubén Jaramillo.
Morelos, tierra brava. Mucho más al imaginario Tepito, controlado por los coreanos, colombianos y los remanentes de la unión.