Remesas y mercado laboral
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Las remesas continúan aumentando para beneplácito de los que no tienen la más mínima idea de algunos aspectos económicos básicos. El saldo en la cuenta de remesas llegó a 58 mil 497 millones de dólares en 2022, un aumento de 13.4 por ciento con respecto a 2021. Uno podría pensar que cualquier aumento de dólares (o entrada) a nuestra economía es un buen asunto. Sin embargo, esto tiene varias problemáticas que vale la pena comentar para que se haga un juicio más justo sobre si son un identificador de bienestar del cual debemos sentirnos orgullosos o más bien todo lo contrario.
Las remesas internacionales son el dinero que mandan mexicanos que trabajan en el extranjero, legal o ilegalmente, y que se canaliza para su contabilidad a través de mecanismos cambiarios del Banco de México. Desde una perspectiva laboral, conviene dejar en claro que hay 12 millones de mexicanos viviendo en el vecino país del norte, que es de donde provienen el 95.5 por ciento de los envíos de dinero, de acuerdo al Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos. Además, esta organización argumenta que un 17 por ciento de la masa salarial de los trabajadores mexicanos son migrantes en Estados Unidos. Es aquí donde comienza el verdadero problema.
La salida de connacionales a trabajar al extranjero demuestra que en México no hay oportunidades, ni suficientes ni adecuadas que provean a las familias del dinero necesario para vivir adecuadamente. Es importante mencionar que los migrantes internacionales son por lo general trabajadores que tienen poder de decisión (se fueron de México, abandonando sus familias), capacidad de integración laboral pues van a países con culturas muy diferentes, y desde luego son personas con ganas de salir adelante, de trabajar con empeño para poder conseguir su sustento en otro lado y todavía mandar dinero a nuestro país. Todas estas ventajas se pierden para el mercado laboral nacional, ávido de personal que pueda tener las características antes mencionadas y de esa forma impulsar la competitividad mexicana.
Con la información anterior se puede hacer un análisis un poco más profundo sin complicaciones. Por ejemplo, la salida de tantos mexicanos demuestra que México no está bien como lo argumenta el Presidente de la República. El aumento de las remesas es prueba de que mientras nuestros dos socios comerciales, Estados Unidos y Canadá, siguen creciendo económicamente y por ello nuestros connacionales emigran, México sigue manteniendo el rezago económico, y con los datos recientes, se puede ver que, aunque el país aumentó su producto interno bruto en 3 por ciento, apenas es suficiente para llegar a un promedio de cero por ciento de crecimiento en estos cuatro años de la actual administración. Por este lado no hay nada de qué sentirse orgulloso.
Tampoco hay elementos que nos lleven a conclusiones positivas respecto a las remesas y su impacto social. En promedio, sólo el 70 por ciento de los migrantes regresa a México y de acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), sólo el 61 por ciento regresa a una casa propia, mientras que sólo el 67 por ciento de los mexicanos que aquí permanecemos tenemos casa propia, por lo que se puede ver que a largo plazo no es un factor generador de riqueza. Esto es entendible porque el migrante tiene que sostener dos núcleos de vivienda, en el lugar en el extranjero a donde fue a trabajar y desde luego, mandar dinero a México para la familia. Esto pulveriza el ingreso y reduce las posibilidades de ahorro. Por eso, un dólar tan barato ofrece la oportunidad de comprar menos para los que reciben divisas y no es tan buena noticia. Además, los hogares sufren rompimientos que en un 12 por ciento son permanentes (divorcios, separaciones), cuando los migrantes ya no regresan y sus familias se quedan en México. Algunas estimaciones sostienen que entre el 10 y el 12 por ciento de los migrantes llegan a sostener hasta dos familias, reduciendo más sus capacidades de formar un capital a largo plazo.
También se ha mencionado como un tema importante la fuga de cerebros o talentos. Se argumenta que las personas que salen a estudiar posgrados normalmente no regresan porque reciben mejores oportunidades en el extranjero que en México, a pesar de que el desarrollo científico se requiere más acá que en esos países. Por ello, los migrantes educados tiene una tasa de retorno más bajo y no contribuyen con lo aprendido al desarrollo del país. Peor aún, el costo invertido en el desarrollo de estas personas (sistema escolar por años, alimentación, transporte, etcétera) se pierde totalmente.
Por último, es necesario mencionar que los migrantes que regresan a México no tienen una vejez agradable porque no tendrán una pensión. Al no haber pertenecido nunca a un sistema laboral formal durante su vida productiva, no cotizan en ningún sistema por lo que carecerán de protección a la salud y de un ingreso recurrente en la tercera edad. Bajo estas circunstancias, habrá más personas dependientes de las dádivas gubernamentales. Recientemente se ha hablado sobre esta situación que será crítica, porque las remesas aumentaron debido a que más mexicanos migraron y los que ya estaban allá tuvieron ingresos más altos, pero habrá más “regresados” que al final de su vida simplemente no tendrán lo suficiente para poder literalmente subsistir.
En conclusión, estamos “exportando” a los mejores trabajadores a países que aprovechan sus capacidades y deseos de superación. México, es obvio, no genera ni oportunidades ni sueldos atractivos para un grupo de la población que sí tiene oportunidades en Estados Unidos. Hay que aplaudir que, si no fuera por los migrantes, la pobreza sería más profunda en estados como Zacatecas y Michoacán, casualmente los estados del país con mayor violencia. Como puede verse, sentirse orgulloso de las remesas es no tener nada de qué presumir. Es simplemente una muestra de que no se entiende lo más básico del sistema económico. Eso es lo que dicen los otros datos.
Encuesta Vanguardia
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