“La contaminación del aire es uno de los mayores riesgos ambientales que existen para la salud. Mediante la disminución de los niveles de contaminación del aire los países pueden reducir la carga de morbilidad derivada de accidentes cerebrovasculares, cardiopatías, cánceres de pulmón y neumopatías crónicas y agudas, entre ellas el asma”.
La frase anterior ha sido tomada de la página web de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el apartado que este organismo multilateral dedica a la contaminación del aire. Al respecto, la OMS ofrece un dato escalofriante: “Los efectos combinados de la contaminación del aire ambiente y la del aire doméstico se asocian a 6.7 millones de muertes prematuras cada año”.
No se trata, como se ha insistido reiteradamente en este espacio, de ninguna exageración ni de una vocación por la alarma, sino de una realidad que resulta imperioso atender, so pena de agravar sus consecuencias. Y se trata de una realidad de la cual nosotros no somos ajenos.
Como lo hemos informado largamente -y se ratifica en esta edición- la zona urbana de Saltillo es una en la cual la calidad del aire, de acuerdo con las mediciones que realiza la Secretaría del Medio Ambiente de Coahuila, raramente es buena. O para decirlo más claro: la regla es que las mediciones oficiales indiquen que dicha calidad es “mala” o “extremadamente mala”.
Resulta lógico suponer, teniendo en cuenta las advertencias y las cifras que proporciona la OMS, que si las mediciones de la calidad del aire que respiramos en Saltillo se encuentra consistentemente en dicho parámetros, entonces provoca efectos nocivos en la salud de las personas.
Los datos que proporciona la Secretaría de Salud del Gobierno de la República corroboran la sospecha: la incidencia de enfermedades respiratorias ha registrado un incremento del 28 por ciento en los primeros tres meses del año. Y los especialistas en la materia que ofrecen consulta a nivel local no hacen sino confirmar que, en efecto, eso es lo que está ocurriendo.
El alergólogo Enrique Martínez señala que su consulta se ha incrementado en 30 por ciento y eso se debe a que las condiciones ambientales locales han disparado complicaciones respiratorias en personas alérgicas y no alérgicas derivadas de la presencia de distintas sustancias en el aire que se respira.
Sorprendente, sin embargo, las autoridades sanitarias locales aseguran que no hay relación entre la contaminación ambiental y el incremento de enfermedades respiratorias a nivel local. No parece existir, sin embargo, ningún respaldo científico para dicha aseveración, pues no se ha proporcionado ningún estudio en relación con el fenómeno.
La negación del problema, por desgracia, no lo resuelve y sí lo agrava, pues mientras seguimos volteando para otro lado e ignoramos la realidad, la contaminación del aire sigue creciendo y sus efectos se multiplican.
Cabría esperar que haya una reacción inmediata que debe comenzar, por supuesto, por dejar de ignorar la realidad y hacerse cargo de ella.