Vida en un Cuadrado: La doble vida de Dieter Dengler
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Un hombre nacido en la Selva Negra alemana que decide unirse al ejército estadounidense es materia fílmica para un documental y una cinta de ficción. Separados por el tiempo pero unidos bajo la visión del mismo director, ambos proyectos tienen resultados afortunados.
Léase lo que sigue como si fuera cierto. Dieter Dengler nace el 22 de mayo de 1938 en un pequeño pueblo de la Selva Negra alemana. A los 5 o 6 años observa, a través de la ventana de su recámara, el vuelo de un avión militar estadounidense y entonces lo decide: será piloto, no del ejército de Alemania sino del de Estados Unidos. Cuando por fin aborda el barco que lo llevará de Hamburgo a Nueva York tiene 18 años y 30 centavos de dólar en la bolsa.
Ya en Estados Unidos vive lo mismo en una calle que en una combi, pela papas en una cafetería y estudia aeronáutica, sufridamente, en California. Un día el ejército norteamericano lo recluta y entrena. Al día siguiente -es un decir- es enviado a servir en la Guerra de Vietnam. Una de sus primeras misiones: una operación secreta en Laos.
El resultado: un avión que cae y Dengler que es capturado por el movimiento nacionalista y comunista Pather Laos. Si soporta las repetidas torturas es porque recuerda la valentía de su abuelo, declarado enemigo político de Hitler por ser el único que se abstuvo de votarlo en el pueblo.
En el campo de detención al que es enviado, Dengler se encuentra con otros seis presos, estadounidenses y tailandeses, brutalmente mermados por dos años y medio de maltrato y encierro. Tras persuadirlos de fugarse, el grupo deja atrás el campo y en cosa de minutos Dengler se halla perdido, junto con su compañero Duane W. Martin, en la espesa jungla del país asiático. Andan en círculos. Sobreviven apenas. Esquivan la malaria hasta que Martin enferma gravemente de ella.
Cuando al fin arriban a un poblado, un hombre se arroja imprevistamente sobre Martin: de un machetazo le cercena una pierna, con otro le corta la cabeza. No se entiende -no sin ficción- cómo Dengler, exhausto y a un paso de la inanición, consigue escapar de sus verdugos. Tampoco se comprende cómo el 20 de julio de 1963, 23 días después de haber escapado del campo de detención, un avión del ejército estadounidense identifica a Dengler entre tanta maleza y finalmente lo rescata.
Si usted cree que la anécdota anterior es cierta o piensa lo contrario, da lo mismo: la historia de Dieter Dengler es ambas cosas. Es, en principio, tan verídica que en 1997 motivó la creación del documental Little Dieter Needs to Fly, dirigido por el gran Werner Herzog (Múnich, 1942).
Es, asimismo, tan asombrosa e
improbable que animó, no hace mucho, una película de ficción llamada Rescue Dawn (2007), dirigida también, cosa curiosa, por el gran Werner Herzog. La primera cinta -como lo ha señalado Ian Buruma en las páginas del New York Review of Books- es típica del maestro alemán: el hombre duro, la aventura física, la brutal inclemencia de los elementos...
La segunda -no menos característica de Herzog, problemáticamente filmada en Tailandia y protagonizada por el siempre efectivo Christian Bale- confirma una vez más la sentencia de Borges: el género épico vale más que el erótico.
Ambas cintas, documental y ficción, son dignas, además, del hombre que, en una coferencia en la Biblioteca Pública de Nueva York, afirmó que no le interesa la "verdad de los contadores" sino otra más profunda: "Estoy tras algo como un éxtasis de la verdad, algo que está más allá de nosotros, algo que a veces ocurre en las religiones, como con los místicos medievales".
Antes, en su extravagante Declaración de Minnesota de 1997, había sostenido: "El cinema verité confunde los hechos y la verdad, y labra así sólo piedras (...) Los hechos crean normas; la verdad, iluminaciones". Es obvio que él, Herzog, ara en tierra fértil: recurre lo mismo al documental que a la ficción para contar la historia, de otro modo increíble, de Dieter Dengler.
En el documental es inventivo: antes que glosar imparcialmente una vida, multiplica las escenas ficticias. En la película de ficción es riguroso: en vez de exagerar las escenas de acción y desventura, se apega a lo acontecido. En uno y otro caso es el Werner Herzog de siempre: dureza y elocuencia y genio.
El punto número 12 de la Declaración de Minnesota advierte crípticamente: "La vida en los océanos debe ser un infierno escarpado. Un vasto, inclemente infierno con peligros permanentes e inmediatos. Un infierno tal que durante la evolución algunas especies -incluido el hombre- nadaron hasta huir a ciertos continentes pequeños de tierra firme donde las Lecciones de Oscuridad continúan".