¿Por qué las pinturas de Mar de Regil representan los problemas del arte en México?
La viralización de las obras de arte de la hija de la influencer y actriz Bárbara de Regil no solo generó críticas y memes, sino también un debate sobre algunos de los puntos clave de la precariedad laboral de los artistas en el país
A Mar de Regil no le toma mucho esfuerzo generar controversia, pero usualmente sus dramas llaman la atención a otro tipo de público. Eso cambió cuando recientemente decidió incursionar en el arte vendiendo sus pinturas.
Las redes sociales suelen ser benévolas cuando se trata de apoyar a creadores emergentes, pero en este caso sucedió lo contrario al hacerse públicos los precios de las piezas creadas por la hija de Bárbara de Regil.
Superando los miles de pesos y –supuestamente– llegando hasta los 10 mil, las pinturas “pop” de la influencer fueron motivo de burla e indignación, no solo por lo que cuestan, sino por la factura de las mismas y el hecho de que sí se están vendiendo.
Caro y sin originalidad
La característica que más destaca del trabajo de la joven artista es que los diseños son copias de imágenes sacadas de internet, algunas de las cuales son memes o ilustraciones que ya son parte del imaginario colectivo –como la versión adolescente de Burbuja de “Las Chicas Superpoderosas”–.
Tal circunstancia no es problema en sí mismo, pues no sería la primera ni la última creadora en tomar imágenes populares y llevarlas al lienzo –acuérdense de Andy Warhol o sino les presentamos el arte kitsch de Katherine Bernhardt–, pero también se ha descubierto que está copiando, casi al pie, diseños originales de otros artistas.
Basta una búsqueda sencilla para dar con muchas reproducciones, sobre todo en el sitio Etsy, de Homero Simpson fumando un cigarrillo de marihuana y expulsando humo con textura de donas glaseadas y chispitas de dulce. Es difícil determinar, dado que la imagen ha sido reproducida por más de un usuario en la plataforma, quién es el autor original, pero definitivamente reitera la vibra genérica que se le cuestiona al arte de Mar.
Malas sin intención de serlo
La mención del arte de Katherine Bernhardt en este artículo fue gracias a un reel en la página de Instagram Obras de Arte Comentadas, que hace referencia a cómo esta artista norteamericana hace obras de arte “malas” con tal intención, como parte de su discurso, mientras que las piezas de De Regil tienen simplemente una factura pobre, que no se preocupa siquiera por darle algún acabado especial o estilo propio.
De hecho, otra de las características que resalta es la nula conexión que hay entre una y otra obra de la artista. Salvo por la presencia de personajes de caricatura, no hay coherencia entre las piezas; en una puede tener colores psicodélicos, en otra un fondo, luego con textura y así con todas las demás.
A esto se suma el hecho de que no hay cuidado en el trabajo pictórico. El delineado está chueco, el coloreado no es uniforme en muchos casos y las figuras no están bien dibujadas. Y todo esto sin demostrar en algún momento que la intención es que el resultado sea así, sino más bien lo contrario, dando a entender que se trata de obras de buena factura.
El problema del dinero
Más allá de en cuánto ella elija valorar su trabajo, la indignación es porque se están vendiendo, al menos entre su círculo personal. Tal situación deja en evidencia una de las principales problemáticas a las que se enfrentan los artistas emergentes en el país; cómo ponerle precio a su trabajo y venderlo efectivamente.
En promedio los artistas jóvenes pueden llegar a malbaratar su trabajo hasta en los cientos de pesos, con las obras más caras apenas superando los miles, tan solo para recuperar el gasto y tener un pequeño margen de ganancia.
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Esto se suma a la dificultad de encontrar difusión para las piezas, coleccionistas o galerías que deseen aceptarlas y todo con poca o nula formación en relaciones públicas, administración y marketing.
La indignación viene de que el arte de Mar de Regil, en su privilegio, tiene la visibilidad a la cual millones aspiran, así como por lo menos un puñado de gente interesada en apoyarla, que, como si se tratara de la pequeña sobrina que está vendiendo pays, se le compra una de sus obras para darle ánimos.
Aparte, para la influencer y modelo de 19 años, que ha declarado en entrevistas que está estudiando diseño de modas para entrar de lleno en esa industria, esto podría ser solo un hobby que le permita ganar unos (miles de) pesos extra durante un tiempo y que luego podría dejar atrás sin consecuencia.
Pero para quien el arte es una pasión, una vocación y su modo de vida, el hecho –que en sí no es malo– es un amargo e irónico recordatorio de la precariedad laboral en que se encuentran los artistas en el país y de la cual los más privilegiados tienen mayores posibilidades de superar.