‘Al nuevo ritmo’; Una visión de nuestros tiempos
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TEMAS
Para Alfredo,
amigo de siempre.
Gracias a la creatividad las personas podemos generar soluciones innovadoras para resolver una amplia gama de problemas; en todo caso, la creatividad permite afrontar exitosamente los retos que la vida cotidianamente nos plantea.
Interesante es anotar que en la Edad Media esta cualidad de la originalidad se le consideraba inspiración divina, que solo algunos elegidos la poseían; luego, en el Renacimiento, se le entendía como una virtud reservada exclusivamente para los genios; hoy, en cambio, investigaciones científicas han demostrado que esta facultad puede ser potenciada en cualquier persona, pues es una de las manifestaciones de la libertad.
EL JAZZ
El compositor estadunidense Herbie Hancock decía “el jazz trata acerca de estar en el momento presente”, y vaya que tenía razón, pues esta música, que nació en Nueva Orleans a finales del siglo XIX, aparte de contener un fuerte carácter folclórico y de representar la fusión entre África y América, continua siendo un constante grito de libertad, pues este género musical exige a sus compositores e intérpretes asumir riesgos, explorar experiencias inéditas, tener confianza en ellos mismos y permanentemente estar dispuestos a improvisar mediante una permanente apertura mental. El jazz es originalidad expresada en música.
IMPROVISACIÓN...
En la Universidad John Hopkins, en Baltimore, se realizó un singular experimento: investigar qué ocurre dentro del cerebro de un músico de jazz cuando está improvisando en directo.
La conclusión de la investigación es que no existe “la neurona” o “las neuronas” de la creatividad, que no hay una zona específica del cerebro donde se decide el arte.
Se detectó que en el momento de la improvisación se incrementa la autoexpresión y la individualidad, la comprensión subjetiva de uno mismo, la capacidad de contar una historia sobre nosotros mismos.
ANALOGÍA
En este contexto, la creatividad se asemeja a la ejecución del jazz, en donde el músico improvisa haciendo énfasis en un ritmo propio que generosamente brinda el espacio, el turno, al siguiente ejecutante, sin el cual no tendría sentido lo que previamente se había realizado. Los músicos de jazz, aún sin partitura, juegan con las notas y los ritmos, originando el rumbo que emprenden en una inspiración personal, que la compartirla, se funde para crear una obra inédita, totalmente original.
Esta música florece por la existencia del influjo sugerido por un diálogo espontáneo que se genera entre los músicos, su audiencia y el sonido de los instrumentos: no hay la intención de tocar, inclusive de crear, sólo de disfrutar y conversar entre ellos mediante el lenguaje armónico de la música. En ellos hay un entusiasmo natural, tácito, no explícito, poético. Es un encuentro creativo.
Estos artistas, poco a poco, sutilmente, producen un armónico flujo de continuas improvisaciones en donde cada ejecutante construye y reconstruye - como niño - a partir de lo que el otro previamente ejecutó. No hay caos, pues su melodía es balanceada, hermanada, agradable al oído, pero sobre todo al espíritu.
Sin duda, la creatividad descansa en nuestro interior, esperado ser evocada y esto se puede lograr si viviéramos si interpretáramos alguna bella melodía: sin presión, sin el deseo de provocarla, solo dejándola surgir. Fluir.
CREAR Y DESTRUIR
Ahora, las redes sociales se han convertido en un medio de adoctrinamiento masivo. Pareciera que estamos perdiendo la capacidad de ser creativos, de ser como esos artistas de jazz: repletos de espontaneidad. De originalidad.
La creatividad, en su estado más puro, habita y se desarrolla en los niños quienes suelen deshacer y luego rehacer lo deshecho con nuevas connotaciones y sugerencias. Al tener el único propósito de jugar, divertirse y estar felices generan ríos continuos de creatividad y, por ende - aunque parezca extraño - de humanidad.
Los niños aprenden no por aprender, sino solo por disfrutar; es decir, gozan lo que hacen, no piensan en cometer errores, no tienen miedo, no juzgan, tampoco temen al ridículo -no lo conocen-, ellos desarrollan su capacidad creativa a partir de la observación y su imaginación, saben jugar con la incertidumbre, privilegio que les otorga la posibilidad de improvisar y crear incesantemente nuevos ordenamientos de la realidad en la que se encuentran.
Sin embargo, al crecer, el mundo de los adultos nos toma por sorpresa, entonces apetecemos la comodidad, el temor nos invade, la conveniencia surge, y así, nos rendimos ante las percepciones fabricadas por otros, transformándonos -en la mayoría de las ocasiones- en seres conformistas, mecánicos, con ansias de comprobar nuestra personal importancia, socavando drásticamente esa creatividad que originalmente teníamos.
OJOS NUEVOS
Lo interesante es que todos podemos volver a ser creativos ya que, sencillamente, alguna vez fuimos niños. Para eso, tendríamos que mirar a los niños y aprender de su naturalidad. Para ello, sería necesario salir de la rutina diaria, romper con esa monotonía que conduce a la inmoral mediocridad. Esto implica tomarle sabor y textura a la vida emprendiendo las cotidianas actividades “con nuevos ojos”, reaprendiendo a mirar directamente a la vida; sin atajos.
UN NUEVO CAMINO
Para recobrar la creatividad extraviada sería bueno aprender a desaprender mucho de lo que hemos aprendido y comenzar a aprender mucho de lo que no se nos ha enseñado.
En estos tiempos pandémicos y de “hiper competencia” la creatividad permite romper con los obstáculos y las barreras que existen en nuestros ámbitos emprendiendo actualizaciones y construyendo nuevas sobre la manera de transformar a la realidad, y esto se puede lograr si deja de resistir al cambio y nos permitimos que aflore en nosotros lo mejor de nuestro ser.
La creatividad es el resultado de un estado mental -de espíritu- en donde prevalece la tranquilidad, la confianza y, sobre todo, la motivación intrínseca por observar la realidad, pero de manera diferente.
Esto significa que, para ser creativo, se requiere que las personas tomemos conciencia de nosotros mismos, despertando y retornando a nuestro estado natural de ser humanos, pues es ahí en donde se encuentra el niño que fuimos y que aún conservamos y, que a pesar de ser jóvenes o adultos, desea despertar.
ESPERANZAS
Entonces, si abandonáramos las innecesarias preocupaciones, las comparaciones, la competencia, el egoísmo, los compromisos y las angustias que anclan y en ocasiones nos convierten en lobos; si volviésemos a la utopía de los sueños, a disfrutar de la buena música y a comulgar con la naturaleza, posiblemente recuperaríamos al pequeño que habita dentro de nosotros que desea volver a correr, reír y descubrir. Rescataríamos al niño que anhela vivir humanamente.
En este sentido, bien podríamos comprender eso que Píndaro sentenciaba “y ojalá llegues a ser lo que ya eres”, quedando claro que en nuestra esencia yace la posibilidad de toda originalidad, precisamente como los músicos de jazz que forjan su propio camino.
De paso, como lo sugiere Ernesto Sabato estaríamos listos “para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido”. Estaríamos, diría yo, abrevando sabiduría de nuestra propia humanidad.
Insisto, para que aflore la creatividad hay que estar dispuestos aprender a desaprender para convertirnos en personas inéditas. En seres humanos un tanto “locos”.
El desafío reside en comprender que, para ser creativos, para aumentar la flexibilidad del pensamiento, disminuir las inhibiciones y aumentar nuestra capacidad de asociar informaciones aparentemente inconexas, paradójicamente, es menester conectar universos, aparentemente distintos, es hacer trabajar arduamente a nuestro cerebro, deliberadamente, con disciplina, paciencia y plena voluntad, precisamente para que “cuando arribe la inspiración, nos encuentre trabajando”.
Indudablemente, una de las maneras más eficaces para impulsar la creatividad, aparte de escuchar música clásica, es la práctica de leer sistemáticamente, de habituarnos a la lectura desafiante, que obliga a pensar y reflexionar, que invita a desear lo deseable.
Para salir de las cavernas se requiere lo que Ortega y Gasset proclamó: luz, conocimiento, imaginación y, en esto, los libros ayudan significativamente.
Así cultivaríamos con alegría y nobleza de espíritu un nuevo jardín generando en nosotros una auténtica revolución personal de nuevas capacidades y virtudes para mejorar nuestra propia realidad, para construir nuevas etapas de desarrollo, más complejas, asemejándonos a esos músicos de jazz cuya originalidad nadie puede detener y, de paso, experimentaríamos la vida bajo la luz de nuevo ritmo y el amparo de una inédita narrativa repleta de esperanzas.
cgutierrez@tec.mx
Programa
Emprendedor
Tec de Monterrey
Campus Saltillo