3 puntos positivos de viajar con niños

Vida
/ 3 julio 2017

Nunca tendrán idea de la cantidad de tiempo que le dediqué a jugar al Tetris con las maletas ni de la planificación que exigió coordinar una semana de vacaciones y diversión

Viajar con niños es una de esas cosas mucho mejores en la teoría que en la práctica. Lo mismo vale para ir a la playa con bebés: después de digerir dos tazas de arena, una se pregunta a quién le pareció una buena idea.

Por eso, este año, mientras preparaba las maletas de mi familia para nuestras primeras grandes vacaciones con el miembro más reciente (nuestro hijo, que ahora tiene casi un año), volvió toda la locura de tratar de hacer las maletas y viajar con un bebé en forma de avalancha.

En primer lugar, hacer las maletas. ¡Ay, las maletas! ¿Cómo puede ser que un ser humano tan pequeño necesite tantas cosas? Por supuesto, debo prepararme como si fuéramos a estar a kilómetros de la civilización, donde nadie haya oído hablar de pañales o comida para bebés. Después de todo, nos dirigíamos a un destino exótico y remoto: Orlando (eso mismo, llevaremos a un bebé de un año a un parque temático, así que usted sabe que pronto leerá algo sobre esa experiencia, suponiendo, claro está, que yo viva para contarla).

Pero me voy de tema. Volvamos a las maletas. Mientras cargaba todas las mamaderas, cucharas, pañales, prendas y juguetes que el bebé pudiera llegar a necesitar para una semana de excursión, decidí concentrarme en los buenos aspectos de viajar con niños.

Llegué a las siguientes conclusiones:

1. Si nunca me fuera de viaje, nunca estarían limpios los retretes. No es un secreto que no soy la mejor ama de casa, así que cosas como los retretes, los lavabos y ese lugar raro detrás del cubo de basura al que siempre migran las fresas a medio comer nunca queda limpio. Nunca. Pero antes de viajar, sí limpio. ¿Por qué? Pues porque la única cosa más aterradora que sufrir un desastre de vacaciones es pensar que luego alguien vaya a mi casa y encuentre cinco años de fresas aplastadas y anillos de agua sucia.

2. Si nunca me fuera de viaje, mis hijas nunca se pondrían medias del mismo color. A veces necesito una buena sesión de preparación de maletas antes de un viaje para darme cuenta de todas las cosas que he descuidado, como juntar las medias del mismo color, doblar la ropa lavada y cerciorarme de que el calzado de mis hijas ya no les quede chico. Esta vez me sorprendí al ver que todos los zapatos, sombreros y trajes de baño para el verano de mis hijas les quedaban chicos, y que venían usando medias de distinto color sacadas del cesto de la ropa sucia hacía meses.

3. Si nunca me fuera de viaje, no me desconectaría. Para este viaje, mi marido y yo tomamos la audaz decisión de no llevar las computadoras. Cuando le pregunte qué haríamos en las noches cuando los niños ya se hubiesen acostado, me respondió: “No lo sé. ¿Quizás pasar tiempo juntos?”. ¡Qué idea revolucionaria! Pero la triste realidad es que si llevamos nuestras computadoras, trabajaremos. Encontraremos algo para hacer en vez de buscar la compañía del otro.

Y en realidad, cualquier viaje con mi familia tendría que ser para eso último. Lo que hace que viajar con niños pequeños valga la pena es el tiempo que pasamos juntos. No, no recordarán la mayor parte de eso. Nunca tendrán idea de la cantidad de tiempo que le dediqué a jugar al Tetris con las maletas ni de la planificación que exigió coordinar una semana de vacaciones y diversión.

En el fondo, espero que recuerden la sensación de estar juntos en una aventura. En algún momento las maletas estarán listas. La arena se escurrirá. Y con algo de suerte, quedará el recuerdo de haber elegido pasar algunos días juntos, buscando la compañía del otro y conociendo un poco mejor a esos pequeños humanos.

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