Carta de Año Nuevo para ser feliz
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Abogado que radica en Saltillo, publica una carta a su niña sobre la importancia de ser feliz
Por: Gerardo Pérez Pérez
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Cada día treinta y uno (31) de diciembre de cada año, posteo este video, que es un compendio de un pequeño libro de Mónica Sheehan, llamado “Be Happy” (Sé Feliz). quien es ilustradora (dibujante) y publica en varias revistas y periódicos norteamericanos y cuenta con seis libritos de ilustraciones.
El librito en cuestión contiene diversas láminas, que en sí mismas son estimulantes, pero que en su conjunto se convierten en un excelente listado de buenos propósitos y consejos cuya vivencia nos enriquecerá y nos hará sentir mejor.
Entre el año - como en todos los anteriores – trato de seguir en lo posible estos consejos, pues hago ejercicio, ando en bicicleta, me consiento de vez en cuando, no me comparo con otros, amo mi trabajo, que es mi sostén y mi fuente de inspiración, hago aquellas cosas que me hacen ser feliz, me pregunto sobre el mundo, sus orígenes, sus dioses, sus demonios, trato de no permanecer aislado y estar cerca de la gente que me ama, me quiere y me perdona a pesar de mis errores, de mis equivocaciones, de mis terquedades.
Trato de ayudar a otros, aunque a veces me cueste caro, bailo de vez en cuando, enfrento mis miedos, que aun tengo y muchos, ya personales o de carácter profesional, pues no siempre se sabe en los asuntos cual es el rumbo a seguir y por ello, tomo decisiones, a veces a pura corazonada, otras veces, según yo, luego de “sesuda reflexión” y en el proceso, lirico o meditado, escucho música, de cualquier tipo, que me hace más llevadera mi cotidiana labor de servir a los demás.
A pesar de cargar con aquellos problemas cuya solución se me confía – mi cansancio que a otros descansa, dice el cristiano trovador - lo hago con la mejor de las actitudes y con la humilde petición a Dios Padre, que me abra la “mollera” que me “corra la ardilla” para poder salir adelante en las cuestiones donde se me ha pedido intervenga para resolver algún problema.
No soy hijo de abogado, sino de un modesto empleado de pueblo, Antonio Pérez Rodríguez, mi padre, quien me dio la vida y me heredo el gusto por la curiosidad, por averiguar las muchas cosas que no sé. Así pues, he buscado en la lectura de maestros – vivos y muertos – la respuesta a los problemas jurídicos que a veces me parecen complejos y difíciles y en ocasiones he tenido la fortuna de acertar y otras tantas, como dice un aprendiz Parreño “litigaron como nunca, perdieron como siempre “. Hemos sido incomprendidos o derrotados, pero siempre con la posibilidad de interponer un recurso que a veces enmienda o confirma el tema discutido.
Por lo tanto, aunque no compro flores, trato de construir una perspectiva realista de quien soy, a donde voy, que quiero hacer y con quienes comparto mis quehaceres, mis sueños, mis aciertos y mis derrotas. Entonces, vivo el momento del día de hoy – puente entre el pasado que fue y el futuro que no ha llegado – y no me lastimo ni me doy por derrotado antes de tiempo, pues me queda claro que la vida tiene sus “subidas y bajadas” y que la diferencia sólo se hace si uno se esfuerza por marcarla.
Cada noche, hago un esfuerzo por reflexionar en las cosas buenas que me sucedieron y trato de olvidar aquellas que me lastimaron, que me hicieron sentir mal o que de plano me derribaron. Aún así, trato de conservar la apertura para las “nuevas ideas” – propias o ajenas - pues la vida es cambio de perspectivas, formas distintas de hacer algo que pensábamos no podía ser hecho de otra manera.
Creo en mí mismo, sin llegar a la soberbia - espero – por ello, trato de ser amable y hago el esfuerzo por decirles y reconocerles a los demás lo especiales que son en mi vida y en mi trabajo, pues humildemente reconozco que en mis actividades profesionales no me basto sólo para salir adelante, sino es gracias a quienes voluntariamente han compartido mi proyecto de vida y lo han hecho suyo, claro mientras ellos así lo quieran, pues eso, lisa y llanamente es la libertad.
Procuro mantener un equilibrio y en primer lugar, soy honesto conmigo mismo, pues es la condición para ser honesto con los otros, independientemente que ellos lo sean o no conmigo, por lo tanto, no me enfoco en pensamientos negativos, sino en hacer algo que me plazca (como escribir estas líneas, leer poemas, platicar con mis amigos, beber un vaso de agua fría) y dar a este tiempo, a este ejercicio, la cualidad de que me divierta, de que me haga sentir bien.
He aprendido a ser un hombre agradecido, condicionado por mi orfandad, muy probablemente, pero luego, entendida la gratitud, el agradecimiento, como una cualidad de un hombre satisfecho con la vida y respetuoso de los demás, que en este momento así me siento: agradecido y satisfecho, sin dejar de reconocer lo mucho que no tengo, pero también lo poco que necesito.
Así agradezco a quienes en algún momento de su vida han hecho algo por mí; desde luego a mis amigos, que son como mi familia, Los Sifuentes Wong, al Dr. Sifuentes y a Chuy, quienes han sido estupendos caminantes a lo largo del camino de mi vida, en Saltillo, a Víctor Manuel Lozano Cedillo, mi Maguilla, y a tantos otros que han compartido algo de ellos – su tiempo, su afecto, su consideración - en mi favor.
Me queda claro que el dinero no compra la felicidad – aunque ayuda en algo – ni la salud, ni la amistad, ni la franqueza, ni el amor, ni una compañía sincera, por eso no lo atesoro, aunque, tengo un poco por aquello de las emergencias.
Me desarrollo en una pequeña comunidad profesional – el Despacho -, como he dicho antes y permanezco muchas horas ahí, las suficientes para entender la existencia de afinidades sobre una plataforma común, como también diferencias entre cada uno de quienes ahí concurrimos, las naturales de cada individuo, entiendo que sólo no se puede andar en la vida.
Hago mi mejor esfuerzo al vivir, consciente de que en esto no hay ensayos – Chaplin dixit – y sobre la base de un razonable optimismo, sintetizado en la máxima popular “A Dios rogando y con el mazo dando”, hoy, mañana y todos los días que el creador me obsequie, trabajo y me entrego a mis labores con la esperanza de salir adelante un día más, un día a la vez.
Reconozco lo mucho, que de mucho ignoro y aun me asombran los avances de la ciencia, que demuelen conceptos y derriban ideas que antaño parecían macizas a inamovibles. Por eso, trato de mantenerme al día, de leer – aunque poco entienda – para saber cómo va la cosa, como es la “ancheta” en expresión rustica y campirana
A estas alturas - si aún me leen – podrán darse cuenta de que mi convicción personal es creer en algo superior a mí, que trasciende a mi persona y a mis sensibilidades. Profeso - a medias –, pues voy poco a la Iglesia, la idea de un Dios, que esta en todas partes (omnipresente) que todo lo puede (omnipotente) y todo lo sabe (omnisapiente) y en esta convicción me he apegado a mi Maestro Hans Kung, quien ha dicho que debemos crecer en la fe, para que nuestra convicción no sea la de un niño, la de alguien irreflexivo, cuya creencia se asienta en el dicho del sacerdote o en el fasto de la curia.
Creer en Dios, atraviesa necesariamente la convicción de creer en el prójimo, a pesar de nuestras decepciones, de nuestros sinsabores. Tener presente la actitud del samaritano y poner – aunque duela – nuestra mejilla tantas veces como sea necesario, es parte de la disciplina de creer en el Nazareno, quien dio ejemplos y no palabras sobre la bondad ínsita en el corazón del hombre.
Finalizo: He tratado de estar cerca de mi familia, de mis hijos, de mis amigos, de mis hermanos, de mis gentes. No siempre me es posible, pero tengo confianza en el amor y la indulgencia de todos aquellos que me quieren y me regalan su afecto. Todo lo hago en ellos y para ellos, sin congratularme innecesariamente.
En este año nuevo, pienso, pues en las palabras del salmista que dicta “Que el corazón alegre, constituye un buen remedio, más el espíritu triste seca los huesos”. Deseo pues, que este año que inicia, sea la alegría el condimento que acompañe su vida y la de sus familias y les colme en lo posible de salud y bienestar. Deus Vobiscum Valentina.