Museo Rocsen, extravagante y humanitario

Circulo de Oro 2021
/ 20 septiembre 2010

"Desearía que en mi museo se encuentre todo el hombre para todos los hombres", repite como una letanía el dueño y fundador del museo, Juan Santiago Bouchon

Buenos Aires, Argentina.- De todo como en botica. La frase cae como anillo al dedo al espíritu y la materialidad del Rocsen, un extravagante museo polifacético que enclavado en las sierras de Córdoba, Argentina, ofrece a los visitantes la posibilidad de curiosear entre 33,000 piezas de colección de variada índole.

Desde una cabeza reducida por los jíbaros, hasta animales embalsamados de dos cabezas; desde un automóvil a explosión de fin de siglo XIX hasta un fragmento del Muro de Jericó, pasando por ingentes cantidades de mariposas y aves disecadas y juguetes e instrumentos de música: todo tiene su sitio en el Rocsen.

"Desearía que en mi museo se encuentre todo el hombre para todos los hombres", repite como una letanía el dueño y fundador del museo, Juan Santiago Bouchon, un humanista francés de 82 años cuya vocación de coleccionista se remonta a su lejana infancia en Niza.

"A los ocho años, escarbando en un anfiteatro desenterré un soldadito romano de barro cocido de 2,000 años de antigüedad. Y poco después, jugando en una playa de Normandía, encontré mis primeros fósiles. Estos dos hechos determinaron mi vida", postula Bouchon mientras acompaña el recorrido de dpa por el peculiar museo.

Acicateado por sus estudios en Antropología y Bellas Artes, su gran pasión y una curiosidad a toda prueba, Bouchon, básicamente un autodidacta, devino en museólogo. Tras los horrores de la II Guerra Mundial, Argentina fue su destino. Y la localidad de Nono -con su microclima y sus sierras precámbricas-, el sitio ideal para hacer realidad el sueño de un museo con características "sui generis".

"La finalidad de un museo polifacético es interesar al público más diverso. He observado que en los museos monotemáticos las personas que no están formadas científicamente se cansan rápido. Es por este motivo que el museo es todo lo diversificado posible", cuenta el fundador, quien ha tenido en cuenta elementos psico-estéticos, de forma y color, para la presentación de las piezas.

En efecto, es imposible aburrirse en el Rocsen, "roca santa", un nombre con raíces latinas fusionado por la lengua celta de Bretaña y que replica la denominación de una propiedad ancestral de los Bouchon en Francia, que perdieron durante la última Guerra Mundial.

La sucesión de salas, con temáticas tan diversas como el taller mecánico, la peluquería de damas, el rincón del panadero, el mar, los insectos y las bicicletas antiguas, además de la representación de siete diferentes estratos socioeconómicos -incluida la recreación de una "favela" en el Rincón del Marginado-, ofician de despertador para el alma de los visitantes.

También hay objetos de los que la mayoría de los mortales probablemente nunca antes oyó hablar, como el radiómetro de Crookes o molinito de luz, un dispositivo inventado en 1875 por William Crooke, que quería saber si la luz, al chocar con una superficie, ejercía alguna fuerza.

"El museo los obliga a pensar", argumenta Bouchon, mientras mira cómo familias enteras se sorprenden y divierten ante la sucesión de objetos que se les aparecen sin solución de continuidad durante el recorrido.

El museo impacta desde su propia fachada de color rosa, que bajo una gigantesca arcada alberga las estatuas a gran tamaño de 47 personajes históricos. "Elegí representar una línea pacifista, humanista: por eso hay solamente místicos, filósofos, pensadores, artistas, científicos. Ningún César, ningún Napoleón", describe Bouchon, escultor de las obras.

El dueño del Rocsen se enorgullece también de que el museo sea atendido enteramente por integrantes de su familia y de que no cierre jamás: en efecto, está abierto hasta la puesta del sol los 365 días del año. El 31 de diciembre de 2000 el museo más famoso de Córdoba recibió a su visitante número un millón, asegura.

El Rocsen nació en 1969 con una superficie de apenas 100 metros cuadrados. A más tardar en enero próximo, Bouchon espera tener inaugurada una nueva sala de 150 metros para totalizar 2.700, tal ha sido el crecimiento a lo largo de más de cuatro décadas. "Y todo a pulmón, sin ninguna ayuda de las autoridades".

La "vedette" de la ampliación, anuncia Bouchon, será un triciclo eléctrico que está terminando de reconstruir, y que data de 1898. "Lo conseguí en un taller, pero estaba todo desarmado, ya se sabe cómo es la gente con estas cosas...", explica con una mueca triste.

Pero enseguida vuelve a sonreír. "Vivir es una utopía crónica, quiero llegar a la muerte vivo", dice Bouchon con las esculturas de Martin Luther King, de Jesucristo, de Buda y de Pitágoras a sus espaldas.

Y agrega: "Este museo es un servicio para la gente". Enseguida el dueño del Rocsen es interrumpido por una pareja de visitantes que se acerca para agradecerle por la existencia de esta "roca santa" que parece contener a toda la humanidad en apenas unos metros cuadrados.

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