Ofrece Héctor Bonilla drama basado en la historia de México
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Cd. de México.- Con una obra magistral que combina el análisis crítico del siglo XIX con una interpretación lúdica en escena, el primer actor Héctor Bonilla concluyó anoche la temporada de su pieza teatral "¡Qué vivan los muertos!", en el Gran Hotel de la Ciudad de México.
El desarrollo narrativo de la pieza teatral se estructura en distintos escenarios e inicia en el restaurante del hotel, recinto que ambienta la época de la Restauración de la República (1867-1876) desde la recepción de los invitados, quienes son conducidos por personajes caracterizados con vestimenta de la época.
Mientras el auditorio degustaba platillos del siglo XIX, hicieron su aparición dos personajes que marcaron este periodo histórico: el renombrado actor Antonio Castro y Doña Concepción Lombardo, viuda de Miguel Miramón, el general que murió fusilado junto con Maximiliano de Habsburgo en junio de 1867.
Ambos discutieron sobre sus diferentes posturas políticas, lo que contrapuso el espíritu liberal de Castro a la aferrada idiosincrasia conservadora de Doña Concepción, conflicto que dejó ver el desastre que significó para los conservadores luchar contra Las Leyes de Reforma y la separación de la Iglesia el Estado.
Este acto es ambientado con obras musicales de la época, interpretadas por el actor Hernando Esteban, al mismo tiempo que Héctor Bonilla, quien caracteriza a Antonio Castro, citó pasajes de la historia mexicana pocos conocidos, como la traición del General Leonardo Márquez a Miguel Miramón, que culminó con el fusilamiento de este último.
Uno de los recursos teatrales que la obra retoma del periodo de la República Restaurada es la presencia de una vocera que tiene la cabeza encerrada en una concha. Este personaje tiene la función de apoyar a los actores con sus diálogos y además monitorea el desarrollo de la obra.
Gran parte del argumento histórico de este montaje se basa en un libro titulado "Memorias de Concepción de Lombardo, Viuda de Miramón", texto escrito por la esposa del mencionado general y que tiene la virtud de apreciar el espíritu del militar desde una perspectiva que no deforma sus acciones por su postura política, sino que aborda su vida desde las consecuencias de sus decisiones.
La segunda parte de "Que vivan los muertos!" se desarrolló a bordo de tranvías turísticos que transportaron al público al Museo Panteón de San Fernando. Durante el trayecto, los guías describieron los principales edificios de las calles 16 de Septiembre, Isabel la Católica, Tacuba y Avenida Hidalgo.
Entre las construcciones más emblemáticas que este viaje incluyó destacan el Palacio de los Conde de San Mateo, obra del arquitecto Francisco Antonio Guerrero y Torres (1740-1792), y la réplica de un palacio renacentista de Florencia, Italia, que se edificó en el Eje Central Lázaro Cárdenas.
Una vez que los asistentes llegaron al Museo Panteón de San Fernando aparecieron de nuevo los fantasmas de Antonio Castro y Concepción Lombardo, quienes guiaron a los visitantes por las tumbas de personajes históricos renombrados y cuyos restos descansan ahí.
Las historias que ofrece este camposanto existen en virtud de los difuntos que resguarda, como una lápida de la bailarina que revolucionó la danza, Isadora Duncan (1878-1928), quien no descansa en el lugar sino que nunca estuvo en México.
Bonilla refirió que el artista francés André Bretón (1896-1866) se divertía con esta anécdota y catalogó a los mexicanos como los reyes del surrealismo por este irónico homenaje a la bailarina.
La obra terminó con el explosivo encuentro entre dos personajes emblemáticos de las posturas políticas que defendieron: Benito Juárez (1806-1872) y Miguel Miramón, choque que se sustenta en el pronunciamiento firmado en junio de 1859 por el general conservador en contra el Benemérito de las Américas.
La discusión intercaló los argumentos de cada uno y simuló un debate que profundizó dramáticamente en las circunstancias que los envolvió, por un lado, la intensidad humana de Juárez se ve afectada por la muerte de sus hijos, hecho por el que siente una desolada responsabilidad, sin embargo, encuentra sustento en su esposa Margarita Maza.
Por otra parte, la desesperación de Concepción Lombardo por salvar la vida de su esposo que la llevó a entrevistarse con el mismo Juárez, hombre al que le llovieron las súplicas de clemencia que procedieron no sólo de México sino del extranjero.
Incluso el escritor francés Víctor Hugo (1802-1885) intercedió por la suspensión del fusilamiento.
Históricamente el drama se resolvió en el Cerro de las Campanas de la Ciudad de Querétaro, donde Miramón fue fusilado a pesar de las recomendaciones que intercedieron por sus vidas.
Bonilla concluyó esta obra con un reconocimiento a la entereza de Juárez en un momento que exigía la resolución de la vida histórica de la nación, "tenemos que insistir en que la democracia es laica, de lo contrario simplemente no es", argumentó el primer actor para llevarse la ovación del público.