Danza de los parachicos, viva desde hace 3 siglos en Chiapas

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Esa tradición se inició en 1711, la cual se convierte en una ofrenda colectiva en la que llegan a participar en la actualidad unas seis mil personas
Ciudad de México. Como desde hace tres siglos, la danza de los parachicos se realiza en el momento culminante de la Fiesta Grande de Chiapa de Corzo, Chiapas, y al considerarla una manifestación que propicia la cohesión social y fomentar la transmisión de conocimientos ancestrales, fue declarada patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Unesco, en 2010.
El atuendo utilizado consta de una máscara laqueada con facciones de un español de ojos azules o verdes, con barba de candado, tocado o "montera" elaborado con fibra de ixtle, un sarape tipo Saltillo, chalina bordada y un chinchín o sonaja de lámina.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia informó que esa tradición comenzó en 1711, es decir, desde hace tres siglos, y según algunos registros es una ofrenda colectiva en la que actualmente se calcula participan seis mil personas, y está dedicada al Señor de Esquipulas o de los Milagros, San Antonio Abad y San Sebastián Mártir, patronos de la comunidad.
La institución refirió que los viejos cuentan que a mediados del siglo XVIII, al entonces llamado pueblo de Chiapa de la Real Corona, llegó doña María de Angulo buscando al curandero indígena para que aliviara a su pequeño hijo de una extraña enfermedad. Después de bañar al niño en las curativas aguas del Cumbujuyú, éste sanó de sus males.
Los parachicos evocan a los antiguos chiapacorceños que se disfrazaron para entretener al niño de doña María Angulo durante su enfermedad, de ahí su nombre, pues lo hacían "para-el-chico". Mientras, las "chuntas" (hombres vestidos de mujeres) representaban a las mozas de la señora española.
La tradición oral refiere también que una terrible plaga de langosta acabó con las cosechas de la localidad, entre 1767 y 1768, y en 1770 una epidemia provocó la muerte de cientos de personas. Entonces, María de Angulo regresó al pueblo y, en agradecimiento por haber sanado a su hijo, repartió maíz y dinero entre la población.