Sobrevivientes de los Andes, 40 años compartiendo fe y esperanza

Círculo
/ 29 septiembre 2015

Parrado y Roberto Canessa fueron los protagonistas centrales de aquella aventura milagrosa de 16 jóvenes que sobrevivieron a la caída de un avión Fairchild.

Montevideo, Uruguay.- "Derecho a la cima" pudo ser una consigna, un objetivo anhelado desesperadamente para escalar una montaña y volver a la vida, pero 40 años después es también una "inspiradora llamada para enfrentar los desafíos del milenio", según Fernando Parrado, uno de los 16 uruguayos sobrevivientes de la Tragedia de los Andes, ocurrida el 13 de octubre de 1972.

Parrado y Roberto Canessa fueron los protagonistas centrales de aquella aventura milagrosa de 16 jóvenes que sobrevivieron a la caída de un avión Fairchild de la Fuerza Aérea Uruguaya (FAU) que se dirigía a Chile con 45 personas para disputar un partido amistoso de rugby. Doce murieron inmediatamente y otros 17 con el correr de los días.

Los 16 restantes volvieron a la vida el 22 de diciembre, 72 días después de soportar aludes, tormentas y temperaturas que llegaron hasta los 30 grados bajo cero y cuando Parrado y Canessa culminaron con éxito una travesía a pie por la montaña, hasta ser encontrados por el arriero chileno Sergio Catalán.

Ambos son ahora también "conferencistas" o sea que comparten sus profesiones con charlas dirigidas principalmente a hombres y mujeres de negocios a quienes invitan a convertirse en aventureros o les transmiten la importancia de tomar decisiones, liderar grupos humanos y lograr objetivos. Eso "está siempre a nuestro alcance si se tiene la convicción necesaria, aún en las condiciones más adversas", sostiene Canessa, médico cardiólogo especializado en ecocardiografía infantil y con 59 años de edad.

Parrado tiene 61 años, es empresario, productor televisivo y hombre ligado al automovilismo. Utiliza su experiencia, sobreviviendo en el medio ambiente más hostil del planeta, para "articular una innovadora estrategia para el suceso en el siglo XXI" según expresa en la presentación de sus conferencias, tituladas "Derecho a la cima".

Eduardo Strauch pasó 30 años sin hablar del tema hasta que también decidió compartir su experiencia "para sensibilizar y motivar al personal de las empresas, organizaciones gubernamentales, no gubernamentales y al público en general" y expone "con una visión madura, despojada de heroicidad y de aspectos banales, con el espíritu de que otros puedan descubrir el potencial del hombre para superar circunstancias complejas y, en especial, aquellas que surgen en la vida cotidiana".

La llamada "Tragedia de los Andes" fue de tal impacto mundial que dio origen a varias películas, libros, homenajes y exposiciones como la que se inauguró esta semana en un local del residencial barrio montevideano de Carrasco, de donde eran originarios la mayoría de aquellos jóvenes deportistas, con un promedio de 22 años.

El más joven era Carlos Páez Rodríguez, entonces con 18 años, hijo del prestigioso pintor y artista plástico uruguayo Carlos Páez Vilaró, quien resumió su experiencia de padre en el libro "Entre mi hijo y yo, la luna". En él relata su odisea y su confianza en que aquellos jóvenes volverían con vida, aún cuando a los 10 días los gobiernos de ambos países dieron por concluida la búsqueda.

Carlitos Páez, como le llaman sus allegados, tiene 58 años, es actualmente técnico agropecuario, empresario, conferencista y tiene tres hijos.

El más veterano de la delegación era Javier Methol, con 36 años, y a sus 76 años aún se dedica también a dar conferencias sobre cómo incorporar habilidades para liderar y potenciar el funcionamiento de los equipos de trabajo en entornos cambiantes y de difícil previsibilidad y "el poder del liderazgo efectivo en contextos de crisis".

Los otros sobrevivientes fueron José Pedro Algorta (empresario, 61 años), Alfredo Delgado (escribano, 64), Daniel Fernández (empresario, 66), Roberto François (productor agropecuario, 60), Roy Harley (ingeniero industrial, 60), José Luis Inciarte (ingeniero agrónomo, 64), Alvaro Mangino (empresario, 59), Ramón Sabella (empresario, 65), Adolfo Strauch (productor agropecuario, 64), Antonio Vizintin (empresario, 59) y Gustavo Zerbino (empresario, 59).

Además de estas profesiones, 11 de ellos dedican parte de su tiempo a dar conferencias, cada uno con su visión particular de la experiencia vivida y siempre apuntando a remarcar la importancia de la fe en la vida, al cooperación, la confianza y la solidaridad humana.

"El milagro de los Andes", una historia imposible

La caída del avión Fairchild Hiller FH-227 de la Fuerza Aérea Uruguaya en los Andes en 1972, con 40 pasajeros y cinco tripulantes a bordo, fue una experiencia tremendamente dramática de sobrevivencia.

La tragedia, de la que este sábado se cumplen 40 años, comenzó cuando el piloto y coronel Julio César Ferradas estimó erradamente la ubicación de la nave, al volar sobre las nubes y con viento en contra desde Mendoza a Santiago y tras haber partido de Montevideo un día antes.

Ferradas y su copiloto, el teniente coronel Dante Lagurara, creyeron estar cerca de Curicó, al sur de Chile, y comenzaron el descenso con rumbo norte.

Sin embargo, estaban a 100 kilómetros de esa urbe y se encontraron de improviso con fuertes vientos y altas montañas.

La nave, que volaba a sólo metros de cumbres y riscos, estrelló su cola contra un farallón insalvable del Cerro Selser, ubicado en territorio argentino.

Un segundo golpe desprendió el ala derecha y dos filas de pasajeros salieron volando hacia el exterior. Cinco personas murieron en esos instantes.

La nave perdió luego su ala izquierda y quedó convertida en un proyectil que se estrelló en una pendiente del glaciar Las Lágrimas, a 1.200 metros de Chile. Dos pasajeros murieron en ese choque.

También falleció el piloto. El copiloto corrió igual suerte tras agonizar toda la noche.

"El piloto aún estaba en su puesto (cuando llegamos a rescatarlos), pero su cabeza había desaparecido y sólo quedaba el muñón de la columna", recordó años más tarde uno de los rescatistas.

A los pocos días del siniestro quedaron apenas 27 sobrevivientes, en su mayoría miembros del equipo de rugby del club de ex alumnos del Colegio Stella Maris de Montevideo, que viajaban a jugar un partido contra el Old Boys de Santiago de Chile.

Estaban al borde de la muerte, casi sin alimentos, con escasa ropa, heridos y soportando fríos cordilleranos.

Fue entonces cuando apareció el liderazgo del estudiante de medicina uruguayo Roberto Canessa, pilar en las soluciones cotidianas y la moral.

La búsqueda, que fue realizada a 100 kilómetros de donde el avión capotó por los errores de ubicación, fue suspendida a los ocho días luego de 66 operaciones de rescate. Increíblemente, los propios accidentados escucharon por radio la para ellos tremenda decisión.

El 29 de octubre las condiciones empeoraron. Un alud ingresó por el boquete de la parte posterior de la aeronave y sepultó a quienes dormían en su interior. Ocho personas murieron en esa jornada.

Los sobrevivientes, que aún estarían 56 días más en la montaña a 3.500 metros de altura, debieron acomodarse en una zona reducida de la aeronave. Otros tres jóvenes murieron en ese lapso.

Sin apoyo, debieron entonces comer carne humana.

A inicios de diciembre de 1972, el clima mejoró y Nando Parrado, Roberto Canessa y Antonio Vizintín partieron en busca de ayuda. Era el 12 de diciembre.

Como pensaban que estaban en Chile, caminaron hacia el oeste, lo que era la travesía más dura. Al tercer día Vizintín se lesionó y debió volver.

La marcha duró diez días y abarcó 55 kilómetros por los cordones montañosos. Finalmente el 22 de diciembre encontraron a un arriero chileno, Sergio Catalán, al otro lado de un río.

El chileno amarró hojas y un lápiz a una piedra y la arrojó a Canessa y Parrado.

"Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace diez días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?", escribió Parrado.

Catalán les tiró algo de pan y marchó durante diez horas al retén policial más cercano. Tres helicópteros de la Fuerza Aérea Chilena despegaron de inmediato en operación de rescate.

Los primeros periodistas que llegaron al lugar fueron Carlos Dorat, del diario "El Siglo", y Alipio Vera, de la televisión estatal. Junto a ellos, el fotógrafo Fernando Vera.

"Caminamos sin rumbo por la montaña hasta que llegamos adonde estaban esperando ayuda. Allí nos contaron que habían sobrevivido comiendo raíces, chocolates y carne humana", evocó Dorat.

El rescate fue dramático. La niebla que cayó sobre la zona redujo la visibilidad a 100 metros y los dos helicópteros que llegaron a la zona de la tragedia apenas pudieron apoyarse en un pie (skid).

Por problemas de peso, las aeronaves sólo pudieron rescatar a siete de los accidentados. Porfuerza debieron dejar a los otros otra noche en la montaña, acompañados de comandos.

Pero ya era el final.




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