Niños virtuosos: Cambian sables por piñata
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Los Niños Virtuosos del Cáucaso tuvieron un convivio previo a su presentación en el Teatro de la Ciudad
Los conceptos de fiesta mexicana y carnaval se fundieron para dar la bienvenida a Los Niños Virtuosos del Cáucaso, quienes entre los acordes del mariachi y la magia de una kermés, hicieron a un lado el cúmulo de obligaciones que implica formar parte del importante ballet folklórico, para sumergirse en la alegría que distingue a México.
Horas antes de su presentación, el ballet de Los Niños Virtuosos del Cáucaso, recibió una calurosa bienvenida de parte del Instituto Coahuilense de Cultura. Las emociones fuertes comenzaron cuando a su llegada al patio del Icocult, los niños encontraron la primera sorpresa: música de mariachi. Las notas de nakarina y el tambor, instrumentos que acompañan en el escenario a los virtuosos, fueron sustituidos por los estridentes sonidos de guitarras, trompetas y el canto de un mariachi que transmitió a los niños la pasión de llevar a "México en la Piel"
El cielo que cubrió el patio del Icocult poco a poco se fue tapizando con las delicias de nubes de algodón de azúcar, los dulces que volaron de la piñata, una lluvia de confeti y las serpentinas de colores que ondearon complementando el colorido del ambiente. Los rostros de asombro de los niños al presenciar la elaboración de este postre esponjoso, se convirtieron en caritas manchadas del dulce, haciendo fila para saciar el antojo por la tradicional golosina que les ofrecieron los organizadores.
Desde sus zancos, los domadores de flamingos pusieron el toque de festival a la bienvenida. Los simpáticos personajes invitaban a bailar a quienes con sus saltos vuelan en escena. Las alturas se vistieron multicolores y de los balcones surgieron estrellas en la plenitud del mediodía. Las piñatas ofrecieron un cosmos que se mantuvo en vilo sólo por algunos instantes, porque los golpes de los chiquitos pero picosos georgianos, descalabraron la belleza de las artesanías típicas de México para dar paso a suculentas cascadas de dulces.
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La salsa y el guacamole tentaron los paladares de unos pocos valientes, que pronto se extinguieron luego de los gritos y las caras rojas como tomates de estos primeros aventureros que probaron los manjares mexicanos. El platillo principal pasó a segundo término, porque a la primera descuidada de sus coordinadores, las bolsas de los bolos dieron rienda suelta a la glotonería de los esbeltos bailarines.
Los chiquillos encantados con las atenciones, muy a la mexicana, que les brindaron las autoridades de cultura coahuilenses y satisfechos después de una avalancha de sorpresas gritaron al unísono ¡Gracias tío Armando! ¡Gracias México!
Tarde mexicana. Las acrobacias y saltos mortales de los pequeños grandes artistas, no fueron en esta ocasión para presentar su coreografía, sino para romper la piñata.