Celebra 70 aniversario padre Humberto González: dedicó 40 años a embellecer la Catedral

Coahuila
/ 27 octubre 2022

Lleno de gratitud, el Padre Humberto González celebra hoy 70 años de vida sacerdotal

“Dar hasta que duela”, así lo pidió la Madre Teresa de Calcuta, y así lo ha hecho el Padre Humberto desde hace 70 años, cuando inició su vida sacerdotal.

Hijo de doña Esperanza Galindo de González y José María González Pérez, desde los albores de su vida, cuando la mayoría de los niños solo piensa en jugar y divertirse, sintió la necesidad de acercarse al Evangelio y fue acólito en el templo de San Francisco. “Ahí vino la inspiración para consagrarme a Dios”, recuerda.

“El gusto y la alegría de ser sacerdote fue lo que me impulsó a ingresar al Seminario a los 11 años, donde estudié la Secundaria y la Prepa”, agrega.

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-¿Fue entonces que usted debió separarse de la familia?-

Pues sí, ya que era internado, fueron 4 años en San Francisco, en Saltillo; después 2 años en Monterrey; 2 en Guadalajara, 2 más en Montezuma, Nuevo México y finalmente 4 años en Roma (donde recibió su ordenación sacerdotal en 1952).

Humberto González nació el 17 de noviembre de 1928 en la calle Ramos Arizpe cruz con Obregón. Miembro de una familia de 7 hermanos, él no fue el único que abrazó la religión; ya que 2 de sus hermanas ingresaron al convento de las Catequistas Guadalupanas.

-¿Cómo tomó su familia el que haya decidido seguir la vida religiosa, y a tan temprana edad?-

En realidad mi papá no con muchas ganas aceptó mi entrada al Seminario, mi mamá me apoyó 100 por ciento. Mi papá con ciertas dificultades, verdad, ciertas dudas; por que era muy chico especialmente. Pero al fin y al cabo yo tenía el deseo de ser sacerdote y estuve con mucho gusto, mucho cariño en el Seminario.

-Cuando habla con Dios ¿qué le pide... qué le dice?-

Lo que le pido es que me ayude a ser un instrumento de su paz, como la oración de San Francisco; “que donde haya odio, yo ponga amor; donde haya dudas, yo ponga fe; donde haya preocupación, yo ponga esperanza. Que me haga un instrumento de su paz, de su alegría, de sus bendiciones.

-Hablar del Padre Humberto lleva implícito el tema de la Catedral, ¿Qué significa para usted la Catedral?-

Toda mi vida, porque estuve prácticamente 40 años restaurando la Catedral en todos los aspectos. El aspecto arquitectónico, el aspecto pastoral, el rural, escolar, catequético, el aspecto caritativo.

Dios me concedió en la Catedral tener muy buenos colaboradores para realizar muchas obras en el Colegio Morelos, en Cáritas de la Catedral, también me concedió la renovación de la iglesia por dentro (1966), desde el cambio de altar, los confesionarios, el presbiterio, el órgano, que ya no servía, el reloj que estaba caído.

Fueron 40 años que dediqué a embellecer 100 por ciento la Catedral. Todo gracias a buenos colaboradores como “Amigos del Patrimonio Cultural de Saltillo” y “Asociación Arte y Cultura”, y aportaciones de los gobiernos Estatal y Municipal.

Y el padre, quien ha mantenido hasta ahora una serena postura en sus respuestas, mientras enumera las obras que encabezó en sus cuatro décadas en la Catedral, no logra ocultar el entusiasmo que le provoca hablar del tema.

Recordó con orgullo que sus años catedralicios los dedicó a embellecer la Catedral arquitectónicamente y al hablar de la restauración de las pinturas la calificó de proeza, y de maravillosa la Capilla de Guadalupe que está a la entrada del templo.

Mientras se extiende en la respuesta, hace mención del trabajo pastoral que realizó en los ranchos, con la Pastoral Rural, y luego habla de un tema de particular interés, el catecismo que promovió bajo su gestión para atender a niños con Síndrome de Down, y de los grupos de catequistas que atendían a los pequeños.

Esta actividad fue inédita, ya que hasta hace unos años, los niños con este trastorno genético no accedían a los sacramentos, porque no habían alcanzado los requisitos mínimos que señala la Iglesia para recibirlos.

-¿Actualmente existe la impartición del catecismo a niños con Síndrome de Down?-

Creo que sí existe, yo no sé cómo esté ahora la Catedral; te estoy hablando de mi tiempo. En aquellos años, como había muchas personas que iban a pedir ayuda, también tuvimos que fundar Cáritas, para apoyar a los ancianos, los enfermos y los viajeros.

-Como brazo derecho del obispo Francisco Villalobos Padilla (+), ¿nunca aspiró a ser su sucesor?-

Mira, yo aspiraba a servir a la Iglesia donde me pusieran, a servirla en todos los aspectos, en el caritativo, homilético y en el litúrgico y lo demás era secundario, los títulos nunca pasaron por mi mente, ni aspirar a algo más alto.

-¿Llega uno a la fe como un trabajo cotidiano o aparece de repente?-

La fe es creer y aceptar a una persona, a Cristo Jesús. La fe es la confianza en alguien y cuando tengo amistad con Jesús, yo trato de platicar con él, de escucharlo y de ese trato nace la confianza.

-Sobre las nuevas tecnologías, ¿cree que han afectado a la divulgación del Evangelio?-

Gracias a Dios hay muchos padres especializados en todo eso y metidos como estamos en esta cultura digital, la Iglesia está utilizando esos medios para impartir su doctrina.

-¿En esta adaptación a las nuevas tecnologías, debe también la Iglesia adaptar su mensaje?-

La palabra de Dios es palabra eterna, que tiene que irse acomodando a las diversas circunstancias, a los diversos momentos y a la diversa cultura. O sea, el Evangelio tiene que inculturarse en la cultura, tiene que vaciar todos sus contenidos en la cultura actual.

La Iglesia quiere que la cultura tenga un sabor religioso, un sabor espiritual, un sabor de alegría, un sabor de perdón.

Cuando se le pregunta al Padre si ve a la tecnología, como aliada o rival, y nos responde que depende del uso que hagamos de ella, se viene a la mente aquella analogía que compara al Internet con una llave, que si bien sirve para armar una máquina, en manos de un mono termina solo quebrando nueces. Por eso el sacerdote nos señala que aunque son herramientas maravillosas, hay que saber hacer buen uso de ellas y no pervertir su uso.

CAMBIO DE PARROQUIA

En 2005 y luego de la llegada del obispo Raúl Vera a la Diócesis de Saltillo, el sacerdote Humberto González Galindo fue enviado al templo del Padre Nuestro, donde desde su llegada se ha dedicado a transformar el lugar.

“A 17 años de haber llegado me tocó restaurar todo el templo, poner los vitrales, construir la casa parroquial, la capilla para los nichos (Capilla San José), a donde los saltillenses pueden traer las cenizas de sus seres queridos, Además, se imparte el catecismo, en la escuela de catecismo que se construyó y obras de caridad a través de Cáritas del Padre Nuestro.

-¿Cómo ve a Saltillo?-

Lo veo preocupado por la problemática social, económica y de seguridad; ahorita son un gran problema los suicidios, la violencia, algo terrible. La Iglesia quiere impartir su palabra de amor, de perdón, de confianza, para evitar tanta violencia, tanto suicidio y divorcios, quiere que su mensaje de amor, de cariño y respeto llene el corazón del hombre y lo cambie.

-Con casi 94 años de vida (el próximo mes es su cumpleaños) y 70 años de labor sacerdotal, ¿Qué le falta por hacer?-

Nada más servir a la gente, seguir haciendo todas las obras de caridad que se puedan.

Y cuando se le pregunta si tiene los recursos para hacerlo no duda en responder con una media sonrisa: “Pues se buscan y hacemos que la gente colabore. Yo no soy la Iglesia, yo soy, digamos, un animador de la Iglesia, mi aspecto es animar a que todos en la Iglesia sirvamos a la comunidad social, a Saltillo en este caso.

Sobre si ha pensado parar en su labor, dijo que es algo que no tiene en mente y que mientras Dios le dé fortaleza, seguirá trabajando, agradecido y renovado tras la reciente operación de corazón de la que salió fortalecido.

Y como despedida, mientras nos acompaña a la salida con sus pasos cortos y manos entrecruzadas —que luego nos las extiende agradecido— envió un mensaje de gratitud a quienes le han ayudado en su labor, y uno de esperanza a todos los saltillenses, a quienes les pidió poner en su vida un matiz religioso.

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