Puré de Johnston, o un alcalde en su jugo
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La semana pasada el Alcalde de Piedras Negras, un señor de nombre Fernando Purón Johnston, se aventó una más de sus ocurrencias.
Se apersonó con su equipo de prensa, para entrevistarse con un detenido en las mazmorras de la cárcel municipal.
En otras ocasiones, Purón ha fustigado a los gobernadores de Nuevo León y Tamaulipas, y ha enderezado sus cañones en contra de otros presidentes municipales de Coahuila.
En esta ocasión, un raterillo de poca monta fue sometido por él a interrogatorio.
Solo faltó la tradicional agua mineral con chile piquín dentro del bagaje del edil nigropetense.
En la entrevista-interrogatorio, que el mismo Johnston subió a las redes sociales, esas redes antisociales, el detenido no soportó más el acoso del azote oficial de los malandros de Piedras Negras, y de plano confesó todas las atrocidades que ha cometido a lo largo de su vida.
Detrás de los barrotes de la ergástula, declaró ser adicto al thinner, y fue aún más allá. Le dijo al munícipe en dónde venden la sustancia, que además de él es utilizada por los pintores de brocha gorda como solvente (los pintores artísticos usan cocaína). Del otro lado de las rejas, fuertemente custodiado por un elemento de su policía municipal, Purón tomaba nota del tremendo interrogatorio, como una especie de Don Gato o de reportero del Daily Planet.
Me imagino que tras la escandalosa confesión, el Alcalde implementó un operativo compuesto por vehículos blindados, tanquetas y elementos fuertemente armados, para decomisar todo el thinner de las ferreterías de Piedras Negras.
El video, que dura poco más de dos minutos, es una joya testimonial que podría ser analizada por los especialistas en criminología de la Facultad de Jurisprudencia (donde por cierto las decapitaciones políticas estilo Estado Islámico están a la orden del día).
El sujeto que estaba tras las rejas, fue detenido con otros cómplices suyos (del adicto, no del Alcalde interrogador) por el delito de robo. El video nunca aclara dónde fueron detenidos ni qué se robaron.
Don Purón haciendo labores de agente investigador, lanzó una batería de preguntas al detenido, en busca de información que le permita detener de una vez por todas a la gavilla de rateros que azotan la ciudad fronteriza. El acusado fue hombrecito y no echó de cabeza a nadie. Demostró que no es soplón. Solamente se concretó a responder con una súplica, digna de los libros de autoayuda: “Quiero que me dé otra oportunidad”.
Don Purón le respondió con una negativa frontal. “Esa oportunidad te la vas a dar tú”, le dijo con una tajante filosofía, estilo Paulo Coelho.
Y ya encarrilado e inspirado, aprovechando que su equipo de prensa estaba tomando nota y video del interrogatorio, pronunció su pieza oratoria: “… cuantas veces sean necesarias, te vamos a traer aquí (no queda claro a quiénes más se refería, puesto que el Alcalde hablaba en plural: me lo imagino trepado atrás de una perrera artillada, siguiendo al raterillo a toda velocidad por las calles de esa antaño llamada Ciudad Porfirio Díaz, en clara competencia con la también fronteriza Ciudad Juárez). Necesito que la población esté tranquila (misteriosamente recuperó su perorata en primera persona del singular). La gente a mí me exige que no roben y tú estás robando” (de plano, le dio a entender que en ese ciudad no caben más rateros, o no más que los oficiales).
De don Purón Johnston se ocupó profusamente Humberto Moreira, profesor y profeta, el pasado mes de diciembre, en una saga de entrevistas que concedió a un sujeto enmascarado y que están publicadas en las redes sociales. En esa serie, el Profe(ta) realizó una apretada semblanza de la carrera política, así como del meteórico enriquecimiento del hoy alcalde de Piedras Negras.
Don Purón Johnston nunca desmintió los señalamientos, es más, desde esa fecha el Alcalde no había dado de qué hablar. Y como los artistas del mundo del espectáculo y los políticos se alimentan del aplauso del respetable, don Purón montó este pintoresco escenario en la cárcel municipal para subir un poco sus bonos. Va a estar en ese vertiginoso aparador por unos días. Hasta que a alguien más se le ocurra otra cosa más original.
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