Saltillo: ‘Solo pido que no me quiten mi pensión’, dice doña Martha
Doña Martha agradece al Presidente y a Morena su pensión, ya que ‘¿cuándo alguien había dado algo? Nunca’, exclama
De plano, doña Martha Moreno votó por Morena. Lo dice sin pudor y sin misterios, mientras enseña la marca en su dedo pulgar detrás del mostrador de su estanquillo de abarrotes, en la colonia Nueva Esperanza de Saltillo.
“Le voy a ser franca y sincera: a mí me está ayudando mucho Morena y yo voté por Morena y si eché malas, pues ni modo. Estoy muy contenta con ese Presidente por mi pensión y espero que Claudia haga lo mismo. Sigo creyendo en Morena”.
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Nueva Esperanza es un sector de precaristas, a donde doña Martha llegó a vivir hace 16 años, primero en un tejabán de seis láminas, luego en unos cuartos de material que ella misma, con sumo esfuerzo, levantó. Y aunque se escriba así, tan fácil, la historia de doña Martha es una historia de sufrimiento.
Doña Martha está sola desde que murió su esposo, con quien no procreó hijos y, en cambio, vivió un matrimonio de privaciones. Era un hombre dado al alcohol y todo lo que ganaba trabajando lo gastaba en el alcohol.
Doña Martha tuvo entonces que buscar un trabajo y ponerse a trabajar de costurera en una fábrica. También lavaba y planchaba ajeno. A los 32 años tuvo que pensionarse por un problema de cadera y de rodillas que a sus 67 años la aqueja con más fuerza.
Por sus años trabajados obtuvo una pensión de tres mil pesos al mes, al tiempo que vivía de prestado en una casa de la colonia Omega. Su marido no le había dejado dónde vivir.
“Como él era muy tomador, nunca duraba en los trabajos y como no había familia, no había ningún empeño. Apenas se levantaba y... lo poquito que conseguía... le decía yo ‘oye, no hay tortillas’, decía ‘al rato, al rato’, ah pero la caguama sí la traía”.
SALIÓ HUYENDO DE LA COLONIA OMEGA
Un día, Martha tuvo que salir huyendo de la Omega debido a la violencia que se vivía por la lucha de las tierras en aquella época y vino a dar acá, a esta colonia irregular que es la Nueva Esperanza.
Lo primero que hizo fue ponerse a vender fritangas a las afueras de un kínder por el rumbo, pero de ahí la corrieron y una hermana de ella le dio la idea de instalar una tiendita. ¿Cómo iba a mantenerse entonces con una pensión de tres mil pesos al mes? Nunca.
Con un préstamo de 500 pesos que le hizo su hermana empezó vendiendo cocas. Cierto día, una de sus sobrinas trajo hasta el tejabán a una señora que le dijo que venía para inscribirla en la pensión del Bienestar y la inscribió. Pasó el tiempo y nada que llegaba la ayuda.
Cuando doña Martha ya se había olvidado, que menos lo esperaba, alguien le avisó que ya le iba a llegar su apoyo.
“Iba yo bien gozosa, me salió mi tarjeta con nueve mil pesos y a las tres semanas me dieron otros nueve mil porque creo que adelantaron. ‘No -dije-, pues de aquí soy’. Imagínese, de estar batallando con una sola pensión”.
Doña Martha dice que ha progresado, sobre todo desde que entró la administración de AMLO. ¿Cuándo alguien había dado algo? Nunca, nadie, celebra. Por eso es que ayer, apenas y doña Martha se levantó, esperó la hora de que abrieran la casilla de la colonia, agarró la carriola para bebé que usa como andadera --doña Martha no puede caminar con normalidad-- y fue a votar.
Había un gentillal tremendo, platica.
“Voté por Morena porque ayudó a muchísima gente, no fueron contados”, comenta.
Y dice que lo único que espera del hoy nuevo gobierno es que no le quiten su pensión.
“No puedo pedir más”.
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