Canto Cardenche, tan doloroso como una espina en el corazón
Cuatro hombres convierten la vida en un lamento melódico, bello y demoledor
Sapioriz es un lugar repleto de cactus, algunos caballos, pocos autos, tiendas de abarrotes, un templo y a menudo es inundado por “las lluvias de arena” propias de La Laguna, que no dejan ver “ni madres” mientras conduces por la carretera y entre las calles de Lerdo.
Ahí se siembra forraje para dar de comer al ganado y antes de que las tierra comenzara a “fallar”, se sembraba chile jalapeño.
El ejido es parte del municipio de Lerdo, Durango, en donde nacieron tres hombres que ahora superan los 70 años de edad y se encargan de preservar un “llanto melódico” que los peones cantaban después de las jornadas bajo el sol, en tierras que no eran suyas, antes de la repartición agraria a finales de 1800.
MÚSICA Y CANTO
Decir que los Cardencheros Sapioriz “cantan” sería mentir, porque la palabra se queda corta. Los cardencheros viajan en el tiempo llevando en la piel los estigmas del trabajo de campo y las imborrables marcas que deja el sol; y visten su memoria del sufrimiento ancestral a través de letras heredadas por sus antepasados.
Cuentan que éstos, después de resoplar el calor de la zona durante varias horas, en ocasiones hasta con temperaturas de 45 grados centígrados, en un círculo alrededor del fuego alimentado por la basura restante de “la labor”, bebían sotol y cantaban lamentándose del “mal de amores” y del dolor de las espinas que dejan los cardenches (cactus) en la piel.
La tradición fue heredada de sus abuelos y ahora, en su memoria, llevan grabadas más de 50 letras y melodías que han llevado por México, Washington, Nueva York e inclusive París.
Es un canto polifónico que no utiliza instrumentos, pues los peones no tenían dinero para comprar uno y comenzar a usarlo. Artistas, músicos, compositores, académicos extranjeros, se han interesado por esta manifestación poética y musical, nacida entre las espinas y el calor infrahumano que se vive en el desierto del norte del país.
MELANCOLÍA EN EL DESIERTO
Fidel, campesino de Sapioiz, continuó explicando las características del canto y por qué éste es un continuo lamento de desamor. Comparó al amor con las espinas del cactus al enterrarse en la piel: el amor entra fácil, como la espina, pero al salir es cuando más duele”, dijo.
“El canto es de lamento, de tristeza. Sentimos que se da de esa forma porque había mucha pobreza. Ellos no tenían la esperanza de un cambio. Ellos pensaban que siempre sería la misma pobreza (…) que no iban a tener oportunidad.
“Antes sólo pensaban en darle a sus hijo de comer hasta llenar; imaginaron que todo el tiempo íbamos a andar como andábamos. A nosotros todavía nos tocó traer parches en las sentaderas […] en donde uno se sentaba se le acababa el pantalón y ahí le ponían a uno un parche de otro color porque no había del mismo. Nosotros alcanzamos a sacar pija del maguey para coser el pantalón.
“Entonces, los señores no iban a cantar con gusto, siempre cantaban con tristeza, en primer lugar no hubo la manera de acompañar la música con música. Luego, cantaban con ese pensamiento de que siempre iba a haber esa pobreza.
PREMIADOS
Los Cardencheros de Sapioriz recibieron en 2008 el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la categoría de “Artes y Tradiciones Populares”, y ahora tratan de enseñar la tradición a las próximas generaciones. aunque éstas se nieguen, víctimas de la “modernidad”.
BECADOS
Han sido acreedores de la beca otorgada por el Fomento Nacional para la Cultura y las artes (Fonca) en dos ocasiones y son contratados por personas de otros pueblos para cantar “Alabados” en los funerales.
RECONOCIDOS
Los Cardencheros se han presentado en algunas ciudades de Estados Unidos, como San Antonio, Washington y Nueva York. También han viajado a Europa, pues se presentaron en París.
Les gusta el mariachi, las norteñas, pero dicen que esto es un legado que les dejaron sus padres y por eso se responsabilizan.
ACTUALIDAD
Los Caifanes, en 1997, dedicaron el último track de su disco a la canción “A pie de un árbol”.
En Spotify se encuentran las canciones Ya me voy amigos míos, Un amor pendiente, Ya me voy a morir a los desiertos.
AQUELLOS LOCOS QUE SOLO SABEN CANTAR
Los Cardencheros de Sapioriz enfrentaron críticas y burlas, y ahora cosechan aplausos y reconocimientos
Fidel tiene una voz recia, “chingonzona”, con la que un día antes —por teléfono— pacté la cita a las 04:00 de la tarde en el ejido.
Llegamos a las 04:00 en punto y el trío campesino estaba en el recinto Cardenche, lugar que edificó la Universidad La Salle, después de que los Cardencheros recibieran el premio nacional.
Los tres sombreros agradecieron la puntualidad. Fidel, en apariencia el líder por su facilidad de palabra, platicó de cómo los habitantes del ejido los calificaban de “locos”, por reunirse a cantar por las noches. Los tres adjudican esta reacción a la ignorancia que reina en el pueblo.
Nos pusimos de acuerdo para comenzar la grabación de la entrevista. Actuaban sabiendo de las singularidades de hablar frente a cámaras.
Minutos antes llegó otro hombre en bicicleta, que será el sustituto de Antonio Valles, de 83 años, que próximamente abandonará al grupo por problemas de salud: “pues ya ni subir las escaleras puede”, dicen los campesinos.
Don Toño es el mayor de los tres y quien logró trasmitir el canto a Fidel Elizalde Castilla y Guadalupe Salazar Vásquez, los otros dos integrantes de Los Cardencheros, y que tienen 73 años de edad.
Fidel comenzó la charla con elocuencia y seguridad, siempre con los rasgos del habla propios de la gente del campo.
UNA CANCIÓN QUE SE INTERPRETA A TRES VOCES
“El Canto Cardenche es un canto polifónico que se originó hace más de 150 años, hasta llegar a nosotros (…) Nosotros lo conocimos heredado de nuestros tatarabuelos. Nuestros padres nos los inculcaron.
“Es un canto que se dio cuando aquí había una pobreza extrema (…) en todos estos lugares. Yo creo que para donde sea, se dio esa pobreza porque en sí, no había luz eléctrica. No había ejidatarios ni gente que trabajara para el patrón.
“Nuestros abuelos no conocían el dinero. Por eso se canta a capela (…) no había la posibilidad de hacerse de un instrumento. A ellos les pagaban el jornal con ‘mandado’ (despensa). Los que no trabajaban en la haciendas se iban a trabajar al cerro a tallar ixtle y cambiaban su producto por frijol, azúcar (…) por lo indispensable. Les pesaban lo que llevaban y se los cambiaban”.
De acuerdo con Guadalupe, hombre alto, tez morena, rostro sobrio y que ríe a discreción cuando sale el tema de sotol y los “cigarros de hoja” que consumían los ejidatarios después de la labor, dijo que ahora, en Sapioriz se siembra forraje para dar de comer a los animales, y años atrás, cuando la tierra no fallaba, se sembraba chile jalapeño. Ahora lo tienen que comprar.
Éste, después de unos segundos, fue interrumpido por don Antonio, el mayor de los 3, diciendo que ellos trabajan su pedacito de tierra. La respiración de don Guadalupe, de 83 años, le dificulta el habla y la dicción. Pronto dejará a los cardenches para descansar.
“Los tres somos iguales. Tenemos un pedacito de tierra que nos dejaron. Nosotros nos dedicábamos a la agricultura (…) ya ni eso podemos hacer (…) ya por los años, no nos van a ocupar en ningún lado. Ya no nos van a ocupar en ninguna maquila”, dice resignado.
UNA DURA REALIDAD
Las familias, como en muchas de las partes campesinas de Coahuila, eran muy extensas, cuenta Fidel. Hasta 18 hijos llegaba a tener un solo matrimonio.
“Las familias eran muy grandes, por lo mismo. Porque no había diversiones, no había otra cosa; se oscurecía, se apagaba la lumbre, y ya. Las mujeres tenían 10, 12 hijos. Aquí hubo mujeres que hasta llegaron a tener 18 de familia”, recuerda.
“Afortunadamente Lázaro Cárdenas viene y le quita a los hacendados tierras, una porción de tierra grande y la reparte a los campesinos, y ahí hubo un cambio. Los ejidatario se sentían libres; antes eran como esclavos, no hacían una cosa a menos que el patrón les diera permiso. Si lo hacían sin permiso, iban pa’ fuera del caserío. A eso le adjudicamos que el canto sea tan melancólico, tan triste”, dicen.
SE IBAN CON ESTRELLAS Y REGRESABAN CON ESTRELLAS
Terminando de trabajar, bajo las estrellas del desierto, el sotol acompañaba a los hombres a llorar por las mujeres, cuenta don Antonio. Lo que hacía que el canto también se lo dedicaran a la cruda del amanecer.
“Después del jornal de trabajo, se iban con estrellas y regresaban con estrellas, era su descanso de ellos, se llevaban su sotolito, pero tristes (…) pos no venían alegres. Por eso se le denominó canto de tristeza. Pues gusto no traían, a veces amanecían cantando y ahí mismo se iban, otra vez a trabajar, con cruda”, relatan.
El CARDENCHE
“El cardenche es una cactácea que se da en la parte desérticas de Chihuahua, Durango, Zacatecas, Coahuila, y tiene unas espinas muy venenosas. Esas espinas son muy finitas (…) no se siente cuando entran y son muy difícil de extraer.
“Nos dicen que el canto cardenche es de amor y es de desprecio; a la mujer se le cantó cuando se andaba bien con ella, y se le cantaba cuando andaba mal con ella. Así se le compara con el amor: el amor entra con mucha facilidad, como la espina del cardenche, ni cuenta se da uno, y también cuando la espina sale, pos deja ese dolor, por eso se le puso el Canto Cardenche.
LETRAS
Como en gran parte de la literatura clásica y en pasajes de los libros sagrados, en el Canto Cardenche perdura la tradición oral; las letras fueron heredadas con el canto como único soporte de información.
Algo parecido a lo que sucedió con algunas letanías cristianas, conjuros, La Odisea, de Homero, o el Corán.
Fidel contó que no se sabe de manera certera quién compuso los versos de los cantos.
“Los cantos nunca se ha sabido quién los hizo. Aquí los que cantaban tuvieron la curia de escribir un diario mal escrito. Hubo un maestro que se llamó Juan Bravo Cuevas, que enseñó a escribir un poco a las personas, ese diario lo empezaron a conocer, después, “Culturas Populares” hizo un cancionero. Se han hecho tres ediciones de cancioneros diferentes.
“Nosotros hemos querido respetar la tradición, ellos tenían arriba de 100 canciones. Cantaban toda la noche sin repetir canción, y si nosotros no le ponemos empeños (…) pos se va. Se pierde todo, nosotros alcanzamos a rescatar como 50 canciones, que son las que tenemos en la memoria.
“Ahora es más fácil aprender las letras con los celulares, nosotros con puro estirón de orejas, ‘déle así, usted agárrese esa voz’, nos decían nuestros abuelos, aprendimos”, recuerdan.
MÉXICO, EUA, FRANCIA
Un político, de esos que van y hacen campañas a los ejidos, fue quien “descubrió” la singularidad de “Los Cardencheros de Sapioriz”. Fue él quien los invitó a una presentación y los medios de comunicación se encargaron de promover la originalidad y tradición del Canto Cardenche, que posiblemente llegue a desaparecer, pues los hijos y familiares no están interesados en rescatarlo. Su arte es conocido en Estados Unidos y Francia.
Aun así, el trío imparte talleres en Sapioriz, a quien sea gustoso. Fidel aclara que los talleres son esporádicos, pues el trabajo de la maquila a la que está migrando la gente, no les permite tener tiempo para aprender.
“Los hijos de nosotros, pues no saben cantar, no tienen sentido, ya son muchachos de otra generación. Se van sobre otras canciones más modernas”, lamenta.
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