Un escultor tocado por la mano de Dios
Oriundo de Ocampo, Coahuila, Néstor Antonio logra con sus manos hermosas esculturas, y ya sea en madera o piedra, el entusiasmo que imprime a cada trabajo es el mismo
TEXTO: JESÚS PEÑA/FOTOS Y VIDEO: LUIS SALCEDO
Don Pepe, el papá de Néstor, dice que fue por gracia de Dios.
Pero Néstor Antonio Espinoza Hernández, 30 años, el hijo de don Pepe, cuenta que fue un escultor en piedra llamado Lázaro, que llegó al pueblo de San Miguel, municipio de Ocampo, cuando él tenía apenas cinco años, el que lo inspiró a convertirse en un artesano del desierto.
Aquel señor era también un doctor naturista que curaba con yerbas de la región.
Néstor mirábalo trabajar, pero no podía ayudarle porque era un niño.
Atardece en la casa de don Pepe, el padre de Néstor, y hace un calor de perros.
Los gallos anuncian con su canto algo que la gente ignora, pero algo anuncian, por algo cantan.
Néstor camina rumbo al corral hasta el mezquite frondoso que le sirve de techo en su pequeño taller a la intemperie.
Cuenta que fabrica cualquier artesanía en piedra o madera, desde un ovalín, hasta una cama rústica.
Su oficio es hacer muebles rústicos y esculturas en piedra.
A varios adinerados de Múzquiz, Coahuila, les ha fabricado su cama matrimonial.
TODO UN AUTODIDACTA
La que está modelando ahora mismo en su taller es una cama de madera de álamo que tienen unos corceles negros en la cabecera que Néstor pintó a punta de lumbre.
A eso se llama pirograbado, dice Néstor.
¿De dónde agarraría tanta sapiencia este artesano del desierto?
En el pie de cama el ingenio de Néstor montó una herradura dorada que le da al mueble un toque campirano, rural. Una cama de rancho.
Esta cama, dice Néstor, está fabricada con madera que él va y saca de las minas antiguas de fluorita.
Esta cama eran los polines o soportes que sostenían el cielo de las minas y por eso una cama de éstas le puede costar a Néstor la vida, Dios guarde la hora de un derrumbe.
“Se arriesga uno al sacar esta madera, pero es la única que tiene el acabado natural”, explica el artesano.
80, 90 años tienen estas minas, y 80 y 90 años tiene la madera.
Extrae materiales del fondo de la mina
Cuando él nació ya estaban cerradas las minas que le dan su materia prima, ya no trabajaban.
Para sacar esa madera que usa para hacer sus obras, hay que bajar unos 500 metros a las entrañas de la mina.
Como ya son minas obsoletas hay derrumbes, caídos, desprendimiento de rocas y por eso es peligroso.
Nadie le enseñó, Néstor es un artesano nato y un autodidacta del dibujo que habla de modernismo y todos los estilos, corrientes y técnicas del arte.
Durante algún tiempo Néstor trabajó en la minería, pero lo liquidaron y no tuvo más remedio que volverse a su taller.
Desde entonces vive de la artesanía.
Pero toda la vida ha vivido de la artesanía, desde muy chico aprendió a dibujar y a pintar, aplicó el realismo en la pintura y el dibujo.
¿De lleno, de lleno?, empezó desde que se casó, dijo voy a vivir de lo que conozco, no vive con muchos lujos, pero ahí la va pasando.
En una mesita mínima que hay en el taller al aire libre de Néstor están las herramientas que usa para el pulido de las maderas y las piedras.
Cada 15 días o 20 días, según, Néstor sale al monte con su mochila a la espalda para colectar piedritas y retazos de maderas muertas, de la naturaleza muerta, álamos por ejemplo.
“Salgo y la gente que tiene un árbol seco por ahí en su casa dice ‘no pos llévatelo’”.
Néstor que con creces terminó la secundaria en San Miguel, un ejido marginado del desierto de Ocampo donde la gente no conoce la luz eléctrica ni el drenaje, aprendió de arte bebiendo de unos libros que Lázaro, aquel yerbero y escultor que llegó a San Miguel, le había heredado.
Después unos gringos que vinieron al pueblo le regalaron tutoriales de pintura y dibujo, y aprendió.
De regreso al patio de la casa de don Pepe, el papá de Néstor, hay un oso negro hecho con pet husmeando en unas macetas.
Un perro guardián de piedra cuidando la puerta.
Una paloma, también de roca, aguadando vigilante a que le avienten un mendrugo de pan.
En un casiller de la sala, hasta donde los turistas han venido a comprar las piezas de Néstor, hay una pantera negra de mármol, un perico custodiando sus huevecillos, un cuervo, unos cuchillos indios, una rosa de madera, una mesa rústica.
Néstor se duele de que al desierto no lleguen los apoyos del gobierno, él ha metido un montón de solicitudes para proyectos, pero pos no, quién sabe.
Varias veces lo han traído a exponer su arte a Saltillo, al final le piden que regrese con sus cosas de raite.
Y eso sí que no es de Dios…
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