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Anuel quería conocer a Dios

Anuel tenía 6 años y muchas preguntas profundas sobre el cielo y sobre Dios. El 22 de octubre murió a causa del desplome de una estructura en su escuela, en el municipio de San Pedro, Coahuila. A poco más de un mes, sus padres, Emanuel y Eslyn, platican sobre su hijo, un angelito -dicen- que tenía un propósito, que ellos se acercaran a Dios.

  • 01 diciembre 2025

Anuel Esquivel Cruz era un niño dulce, obediente y muy conectado a su fe. A su corta edad le hacía preguntas existenciales a su madre sobre Dios, sobre el cielo. “¿Voy a conocer a Dios?”, “¿cómo es el cielo?”, preguntaba a su madre Eslyn Cruz Juárez, de 22 años. Tras su trágica muerte el 22 de octubre en una la primaria federal “Cuauhtémoc” de San Pedro, sus padres, Eslyn y Emanuel, reflexionan sobre su hijo: “Un angelito, un niño hiperactivo, un niño con muchas preguntas, un niño que gustaba ir al templo, un niño al que le gustaba la escuela, un niño que jugaba Xbox, que quería ser bombero y, sobre todo, que quería conocer a Dios”.

El miércoles 19 de noviembre llegué a la casa de Emanuel y Eslyn, en el ejido San Miguel. Esa mañana, me contó su padre casi al finalizar la charla, pegó fotografías de su hijo en la pared. “A veces pensaba que era mejor no tenerlas, pero no, aunque me llamen loco no lo voy a olvidar”, dice Emanuel con sentimiento de orgullo. El padre, hasta antes de la muerte de su pequeño, se dedicaba a trabajar la nuez.

Ese mediodía del 19 de noviembre, casi a un mes de la muerte de Anuel, Emanuel y Eslyn caminaban por el campo de tierra del ejido. Venían del templo. Es allí donde han encontrado refugio y donde han entendido, dijeron, que su hijo tenía un propósito: hacer que ellos regresaran al camino de Dios, a una vida de fe de la que -ambos mencionaron- se habían alejado.

“Vivíamos en las cosas del mundo, en lo mundano, alejados de Dios, creíamos que lo teníamos todo”, comenta Emanuel.

Hace más de un mes, la muerte de Anuel retumbó en Coahuila y buena parte del país, debido a que la estructura que se desplomó era parte del programa La Escuela es Nuestra, el controvertido programa federal que entrega el dinero directamente a asociaciones de padres de familia para que ellos se encarguen de la realización de obras.

En marzo de 2024, Semanario documentó varios casos de malos trabajos originados por la falta de vigilancia y seguimiento a las obras, y señaló que las obras no contaban con la autorización del Instituto Coahuilense de la Infraestructura Educativa (ICIFED). Tiempo después vino la tragedia y la secretaría de Educación de Coahuila reconoció el desconocimiento de la cantidad de obras en el Estado que se habían hecho como parte de este programa.

Sin embargo, a pesar de que se trata de una tragedia que su pudo evitar, y de que hay un proceso abierto a la persona responsable de la obra, los padres expresan que no guardan rencor hacia nadie por la muerte de su hijo, sino que han encontrado consuelo y propósito en su fe. Inclusive, consideran que la muerte de su hijo tuvo un propósito divino: que ellos hallaran la salvación.

$!Anuel era un niño cariñoso, amoroso y con muchas preguntas sobre Dios y el cielo.

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Emanuel Esquivel Mendoza y su esposa Eslyn tenían 17 y 15 años “cuando salieron con sus cosas”, como las llama Emanuel. La adolescente Eslyn quedó embarazada y decidieron unir sus vidas. Desde el 2020, más de 31 mil mujeres menores de 19 años tuvieron el nacimiento de un hijo en Coahuila, según datos del INEGI. Ahora él tiene 23 años y ella acaba de cumplir 22.

“Me emocioné mucho. Me emocioné y con miedo porque, ¿cómo le iba a decir a mi papá que estaba embarazada?”, recuerda Eslyn Cruz.

A su corta edad, Emanuel y Eslyn decidieron vivir juntos.

La madre cuenta que desde que su hijo era pequeño lo llevaba al templo. Pero conforme fue creciendo tanto ella como Emanuel se empezaron a alejar. Emanuel trabajaba en la nuez y Eslyn en una maquila. En los tiempos libres se iban a los bailes. Pero el pequeño Anuel continuó visitando el templo como quien acude a la escuela.

“Él solo se iba, tenía unos cuatro años”, recuerda la mamá.

“A dónde vas”, le preguntaba a Anuel cuando se levantaba por las mañanas. “Voy al templo”, le respondía el niño. “No, no vas a ir porque no has almorzado”, le decía su madre.

Anuel sólo quería ir al templo. Apenas se levantaba y ya pensaba en visitar la casa de Dios. Su nombre, dicen sus padres, significa “Dios está con nosotros”.

Tal vez ese acercamiento a la religión desde pequeño hizo que Anuel hiciera preguntas profundas. “Yo no sabía cómo responderle”, comenta su mamá.

Antes de su muerte, su madre asegura que Anuel le hacía comentarios como “quiero conocer a Dios”. “Sí, hijo, un día vas a conocer a Dios. Todos un día vamos a conocer a Dios”, le respondía su mamá. “Si lo tenemos en el corazón y creemos en él, lo vamos a conocer”, le decía.

Le pregunto a los padres desde qué edad hacía estos comentarios su hijo, y su madre refiere que mucho de ello era reciente.

La familia me muestra videos de Anuel orando en el templo con el sentimiento de quien se siente a plenitud.

María Teresa Chairez Rosales, la hermana que le daba el estudio de la Biblia, recuerda que desde pequeño Anuel acudía al templo, muchas veces acompañado de su abuelita. Solían acudir a la Iglesia Bautista Bethel, en el ejido Frontera, y siempre fue un niño inquieto, con interés por aprender.

“Siempre estaba allí. No faltaba al estudio”, cuenta la hermana Tere.

En el templo oraban, pintaban, cantaban y daban gracias. “Daba gracias por sus papás y por sus abuelitos”, recuerda la hermana.

Emanuel recuerda que su hijo era muy listo, tanto que si alguien se equivocaba el niño intentaba corregir a la persona. “Hasta a nosotros, cuando íbamos a algún baile, nos decía: ‘Los bailes son malos... tomar es malo’.

Su familia describe a Anuel como un niño compasivo, sin rencores. Relatan anécdotas como cuando defendía al perro “Ronco” porque lo sacaban de la casa. “Si corren al ‘Ronco’ me corren a mí”, decía.

Otra anécdota que cuenta su madre es que a veces se sentía mal porque algún niño no le compartía sus chetos. Después su mamá le daba dinero para que se comprara sus propias frituras. “Usted tampoco les dé, hijo”, le decía su madre. “Venía y me decía: ‘Ya me los compré, mami’. Sí, vaya a jugar. ‘Uy, amá, les di churritos’. Anuel, pero me dijiste que no te dieron. ‘Ay, pobrecito, yo sí les quiero dar’. Ya no le decía nada. Lo queríamos cambiar, pero él era un ángel”.

Siempre fue un niño muy compartido, respalda la hermana Tere. “Llegaba con algunas frituras y les daba a los niños”.

También fue siempre un niño que decía lo que pensaba. Era como un niño adulto, dice su mamá. “Había veces que yo lo miraba y yo decía: ¿cómo sabe esas cosas?”.

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Un día Anuel le preguntó a su mamá si se iba a morir. Eslyn le dijo que sí, pero que ella se iba a morir primero porque era la ‘ley de la vida’. Anuel, a sus 6 años, le respondió: “No, mami, si tú te mueres yo voy a llorar”. Su madre contestó: “Yo voy a estar con Dios”, pero Anuel, casi como si se tratara de un presagio, le insistió: “¿Y si yo me muero?”. Su mami también le insistió: “Tú eres mi todo, mi propósito. Yo me vuelvo loca”.

En otras ocasiones, preguntaba cómo iba a poder irse con Dios. Su madre le respondía que debía tener a Dios en su corazón y creer en él.

En otra ocasión le preguntó cómo era el cielo. Eslyn le respondió: “Yo me imagino que más bonito, porque allá no vas a sufrir, no vas a tener dolor”. El hijo le contestaba: “Yo sí quiero estar con Dios, yo quiero conocer a Dios”.

Emanuel recuerda que su hijo también decía que cuando se cayeran las estrellas, ya no quería estar en este mundo.

Así como con sus papás, también en el estudio de la Biblia preguntaba cómo era Dios. “Preguntaba cuando hablábamos del cielo, era lo que le llamaba la atención”, rememora la hermana Tere. “Sí estaba empapado en el estudio”, dice.

Eslyn le encuentra sentido a todas esas preguntas y reflexiones de Anuel. En su momento se cuestionaba de dónde sacaba tantas preguntas y reflexiones. Ahora cree que el propósito de la corta vida de su hijo fue lograr que se acercaran a Dios.

“Nosotros pensábamos que lo teníamos todo, no sentíamos esa necesidad del Señor”, dice Emanuel, el padre.

Ya no trabajan en el campo ni en la maquila. Han optado por acercarse más al templo. El padre cree que Dios los va a “estirar a todos” para que se reúnan con Anuel, que ya está en el cielo.

$!Los padres de Anuel muestran orgullosos una foto de su hijo. Aseguran que tuvo un propósito en la vida y acercarlos más a Dios.

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En una libreta de la escuela que todavía conservan, los padres me muestran las manos pintadas de Anuel, un Bob Esponja y una casa que era la que le iba a hacer a su mamá cuando creciera. “Voy a trabajar mucho en la nuez cuando esté grande”, decía. “Te vas a ganar poquito, hijo, como yo. Mejor estudie para que no se canse y te pagan más dinero”, le decía Emanuel.

Eslyn recuerda que su hijo le decía que le iba a dejar herencias cuando fuera grande.

Regalaba juguetes y playeras a los niños. “Venían las vecinas y me decían: ‘Anda, el niño le regaló una playera muy bonita al mío’. Le preguntaba a Anuel por qué andaba regalando ropa y me decía: ‘Sí, mami, es que ya no me queda, y pues me gusta para que la traiga’”.

También gustaba mucho de bailar el trompo y sus padres aseguran que lo bailaba muy bien. También solía comprar muchos para prestarlos a sus amiguitos.

En el templo, le gustaba el coro de La Barquita:

Yo tengo una barquita que Cristo la guía

Que va navegando, navegando va

Se ladea para allá, se ladea para acá

Pero Cristo la sostendrá...

$!Emanuel muestra el cuaderno de la escuela de su hijo Anuel. En él hay un dibujo de Bob Esponja.

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Emanuel relata que los primeros días tras la muerte de su hijo, sentía mucho rencor y coraje. Rencor y coraje hacia la escuela, la maestra, el director, el de la obra. Pero un día en la noche, ya de madrugada, se estaba acordando de su hijo y mirando las cosas de Anuel, cuando empezó a cuestionar a Dios:

“¿Por qué, Señor? ¿Por qué te llevaste a mi niño? ¿Por qué me lo quitaste? Es lo que piensa uno ¿Por qué no fue fulano de tal, el niño del otro? ¿Por qué no fue el niño de aquel? Pero Dios me dijo en mi corazón que había un propósito”.

Inclusive, para Emanuel, Dios también ha puesto el camino para que el proceso penal avance. Aunque aclara que, si fuera por ellos, no hubieran movido nada.

-¿No sienten la necesidad de que haya responsables? -les pregunto a los padres.

-La verdad no -dice Emanuel. Y Eslyn respalda:

“No guardamos rencor porque no vamos a llegar a nada. Nuestro hijo ya no está. Nada en el mundo lo va a devolver. Nosotros no los vamos a juzgar”.

El lunes anterior a la tragedia fue el primer día que Anuel faltó a la escuela. Emanuel comenta que en su momento los hubiera les martillaban el pensamiento. Ahora tratan de refugiarse en Dios, de entender que antes de que muriera su hijo, estaban alejados de Él, recalca.

“El propósito de nuestro hijo era que nosotros nos salvemos”, asegura Eslyn y lo repiten ambos constantemente.

“Por el amor que le tenemos a nuestro hijo, por el amor que tenemos a él, no nos vamos a rendir en el camino del Señor”, secunda Emanuel.

$!Anuel Esquivel Cruz, de 6 años, comenzaba a escribir y leer en la primaria donde desafortunadamente perdió la vida.

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Emanuel recuerda que en una ocasión mientras oraba, se acercó su hijo a decirle: “Te amo mucho, papi” y Emanuel sintió que así Dios le demostraba su amor. Ahora lamenta que en su momento todas esas señales no eran suficiente para continuar en el camino de Dios.

Eslyn comenta que a lo mejor mucha gente ha de pensar que no les duele la muerte de su hijo, pero ella asegura que es algo que no se olvida. “Dios nos ayuda, lo tenemos en nuestro corazón”, dice.

Lo que más extrañan son sus abrazos, los besos, que fuera amoroso. “Siempre me decía ‘papi, vamos a jugar, papi mira, papi esto. Quizá me arrepiento de esos momentos en que no le puse atención”, dice Emanuel.

Eslyn recuerda que cualquier cosa que le pidieran o hablaran, dejaba de hacer lo que estaba haciendo para hacerles caso. “Decía que no quería que estuviéramos tristes”, recuerda.

Anuel siempre fue obediente. A la primera orden, hacía caso.

Sobre todo, extrañan que les hable de Dios.

-A quien lea sobre su hijo Anuel, ¿qué les gustaría que supieran?

-Pues más que nada que Dios tiene un propósito para nuestros hijos -dice la madre.

-Que prefieran pasar más tiempo con sus hijos porque esos son los mejores momentos. Que no desaprovechen acercarse con el Señor y entregárselos, entregarles la vida de ellos -dice el padre.

$!La escuela primaria federal Cuauhtémoc está ubicada en el ejido San Miguel de San Pedro, lugar donde ocurrió la muerte de Anuel. La escuela fue cerrada para llevar las investigaciones.

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Para Emanuel y Eslyn, Cristo ha sido quien les ha dado la fortaleza ante la pérdida de su hijo. Es también Cristo quien les está dando la esperanza de que Anuel está con él. Emanuel, de hecho, confía en la cita de Mateo 19:14: “Y Jesús dijo: ‘Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidan porque de ellos es el reino de los cielos’”.

Eslyn solía llegar a las 6 de la mañana después de trabajar en la maquila. A esa hora todavía su hijo estaba dormido. Normalmente ella se dormía y ya no veía a su hijo irse a la escuela. Esa mañana del 22 de octubre no fue así.

“Estábamos platicando y yo estaba acostadote en medio y se levantó. Hace frío, acurrúcate. Se vino para acá, como triste porque se quedó en una orilla. Bríncate para el medio porque ya empezó tu celostín. Ándale, bríncate”, recuerda Emanuel que le dijo.

Después Anuel le reclamó a su mami por qué no estaba con él. “No sabía que estabas despierto, voy llegando”, le dijo. Entonces su hijo de 6 años le preguntó esa mañana fría:

-¿Me amas, amá?

-Yo te amo mucho, hijo.

El niño le pidió un beso y la quiso abrazar. “Sentí un escalofrío, como cosquillas. Cuando me quería abrazar, le dije ‘hijo, yo te abrazo’. Y lo abracé. Lo volteé y lo estaba abrazando por atrás. Y le di su beso... te amo mucho”.

Se abrazaron y se echaron a dormir otro rato. Eslyn ya no supo a qué hora se levantó su hijo para irse a la escuela de la mano de su abuelita.

Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad La Salle Laguna y maestro en Periodismo digital por la Universidad de Guadalajara. Es editor y reportero de Semanario, el suplemento de periodismo de investigación de Vanguardia, y es autor de la columna Reflector.

Ha recibido diferentes reconocimientos como el Premio Nacional de Periodismo Rostros de la Discriminación y posteriormente Rostros por la Igualdad, mención en los premios de la SIP y del Breach/Valdez de Periodismo y Derechos Humanos, entre otros.

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